Cuando el 5 de julio Javier Perales tomó el bastón de mando del Ayuntamiento de Linares, sabía de antemano que no iba a ser nada fácil. En su cara se intuía lo que le venía encima a él y a la coalición de Gobierno con Izquierda Unida, apoyada por Cilu.
Aunque la moción de censura fue registrada en febrero, ‘triquiñuelas’ judiciales de Ciudadanos y del Partido Popular -que luego quedaron en nada- pospusieron la elección del líder socialista como alcalde al verano. Desde el mismo momento que asumió el poder, Perales y sus socios han sido sometidos al escrutinio diario de la oposición y de los ciudadanos sin un segundo de respiro.
Cualquier gesto, movimiento, foto o palabra ha sido examinada con lupa por sus detractores hasta caer en el insulto y la descalificación, sobre todo en redes sociales, donde ha sufrido los mayores ataques. Sin embargo, el regidor resiste la lluvia de críticas reivindicando una gestión más transparente y empática con la calle, principalmente los barrios, a los que está dedicando enormes dosis de esfuerzo para «acabar con el abandono y el olvido» que, a su juicio, sufrieron con el Gobierno conservador de PP y Cs.
A lo primero que se tuvo que enfrentar es a la legitimidad de la moción de censura. Superada esa cuestión democrática, luego llegó el turno de las liberaciones, los puestos de confianza, los presupuestos municipales, los millones heredados, y hasta se cuestionó los tatuajes y manera de vestir de una de las concejales de Izquierda Unida. Cualquier cosa es cuestionable a un Gobierno con un índice de popularidad bajo.
Ajenos a ello, desde la Plaza del Ayuntamiento defienden que «una nueva forma de hacer política se ha abierto camino en Linares, cambiando el estilo y los resultados». En este sentido, tomó la iniciativa de abrir la Junta de Gobierno Local a todos los partidos con representación en el arco municipal, reforzó la vinculación del Ayuntamiento con los colectivos vecinales y sociales y comenzó a ahondar en la micropolítica dirigida a pequeñas demandas ciudadanas sin atender anteriormente.
Pero la gestión de PSOE e IU tiene importantes lagunas y se han cometido errores de bulto en estos poco más de tres meses, por la precipitación, la falta de experiencia o simplemente porque la realidad le ha superado. En este haber de despropósitos se encuentran promesas incumplidas, como las cuentas municipales de 2022, contradicciones en los discursos y más de una descoordinación entre áreas.
Con los 100 días, no llega tregua alguna, puesto que nunca ha existido. Por delante quedan unos meses de vértigo en los que la coalición de izquierdas deberá redoblar energías para sacar a la ciudad del pozo económico y social en el que se encuentra, con la ansiada recuperación económica, mediante la implantación de empresas y la ejecución de proyectos. Cualquier compromiso incumplido será su tumba en las elecciones del próximo 28 de mayo.