El Linares es un equipo de autor, moldeado a imagen y semejanza de su técnico, Alberto González. Un ejército que siempre da un paso al frente. Se defiende atacando. Le da lo mismo jugar en casa (17 goles este curso en Liga) que fuera (20). Contra el primer clasificado que contra el último del Grupo I de Primera Federación. El técnico de Tolox convierte a sus jugadores en verdaderos soldados que cumplen a rajatabla sus reglas y premisas tácticas.
Este Linares, sexto en la tabla, con 38 puntos, es un prodigio del juego de ataque (37 goles). No tanto del defensivo (34 goles en contra, solo cuatro porterías a cero y evidentes fallos de colocación y concentración). Vive en el campo contrario y por eso deja tantos espacios a sus espaldas.
Ver jugar al Linares es una suma de pálpitos y de situaciones tácticas singulares. Los centrales avanzan con largas conducciones, mientras los dos mediocentros de forma automática les hacen la cobertura; o cómo en la misma jugada uno de los laterales centra y el otro remata. Tiene, además, cuatro lanzas arriba: Fermín, Alex Sancris, Samu Corral y Hugo Díaz, que se reparten los goles casi a partes iguales.
Es el máximo anotador de la categoría -ambos grupos-, lo que demuestra una muestra de la virtuosidad ofensiva de los pupilos de Alberto González, pero, en la otra cara, está la gran cantidad de tantos que encaja, sobre todo en los minutos finales, que lleva a sus aficionados a un ataque de nervios cada vez que el crono avanza hacia el minuto y no acaba de sentenciar a su rival. Pasó en La Línea de la Concepción y este domingo ante el Unionistas de Salamanca.
Los centros laterales y el balón parado han sido dos piedras con las que el Linares ha tropezado una y otra vez desde que iniciara el campeonato. Sin olvidar esa desconexión mental y física que padece el equipo en franjas muy cortas de tiempo. Pese a todo, tiene a tiro de piedra la salvación y se ha reenganchado a los puestos altos después de encadenar tres victorias consecutivas.