Que las luces de Navidad le sientan bien a la economía de las ciudades es casi casi una verdad irrefutable y palpable. Lo vemos en la calle y en el bullicio de las tiendas y bares.
Sin embargo, hay una realidad no menos incontestable y que ha ido ganando visibilidad a medida que pasan los años: el espíritu navideño en forma de luces, bolas musicales y demás ornatos deja a un lado a los comercios y vecinos que viven en los barrios o simplemente a unas manzanas del centro, lugar en el que prácticamente se concentra toda la actividad.
Mientras que los dueños de bares y restaurantes de esta zona aplauden el movimiento que se genera en la ciudad durante esas semanas, sus compañeros de otros lugares del municipio reclaman un cambio que les permita aumentar las ventas y recuperar su carácter tradicional.
Así lo pone de manifiesto David Díaz, propietario del Pub Más Madera, quien a través de las redes sociales ha lamentado el olvido sistemático que sufre el Ayuntamiento con todos aquellos que no pertenecen al centro.
En su alegato, este conocido empresario recuerda que tiene un negocio de hostelería que, por desgracia, está retirado del centro. Por eso, su calle (Jaime I el Conquistador) carece de alumbrado navideño, de actividades para los peques. «Ni siquiera pasa el trenecito por nuestra calle», remata David Díaz, que añade: «Nosotros también pagamos impuestos».
Su mensaje ha sido muy aplaudido por los usuarios de la red social Facebook y su queja se hace extensible a la mayoría de los barrios del extrarradio, donde son los vecinos, con sus propios medios, los que decoran calles y plazas, pues solo le llegan destellos del alumbrado extraordinario en forma de arco o guirnaldas.