Alberto González Fernández (Tolox, Málaga, 1979) es un gran tímido al que le gusta observar: sus abiertos ojos dominan un cuerpo de chiquillo que esconde a todo un científico de los pequeños gestos.
Entre otras muchas cosas, del entrenador del Linares se puede decir que es un hombre versado, no solo en el campo que más domina: el fútbol, sino en más aspectos de la vida. Le apasiona el estudio del funcionamiento del cerebro, de las reacciones humanas ante un éxito o un fracaso y de su gestión emocional.
Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y Deporte por la Universidad de Granada, el técnico malagueño es una mente inquieta. Ha visitado las academias de clubes de media Europa, como el FC Barcelona, el Villarreal, el Chelsea, el Feyenoord, AZ Alkmaar o el Ajax, y tiene más de 30 cursos acreditados sobre fútbol.
Además, su libro ‘Fútbol: dinámica del juego desde la perspectiva de las transiciones’ va por la segunda edición y está en la mesita de noche de muchos compañeros de profesión, jugadores e incluso dirigentes.
Pese a su profusa formación, se le da bastante mal soltar afirmaciones tajantes e incendiarias de su mundo. Es una persona de lo más respetuosa con los de su gremio. Es más proyecta un compañerismo poco visto en un deporte dado al individualismo y el egocentrismo.
Casado y padre de dos niñas, mantiene su residencia en Tolox, lugar en el que se refugia para desconectar y, por supuesto, rodearse de los seres queridos. Práctica todo tipo de deportes, desde ajedrez hasta senderismo. Es un tipo activo, al que la quietud le pone nervioso.
Alberto González habla largo y tendido sobre su carrera, presume de independencia y no pierde la sonrisa ni rehúye ningún tema. Nos hemos citado con él en el Hotel Santiago. La máquina de café hace una última, sonora gárgara, y comenzamos…
—¿Cuántas horas piensa en fútbol?
—Muchas porque hasta la frase de un sobre de azúcar me lleva a pensar en él y en una aplicación para luego dar la charla a los jugadores. Te acuesta y le das vueltas a la cabeza sobre algún jugador que no los has visto bien en el entrenamiento y no sabes qué es lo que le pasa. Al final, estás 24 horas con la mente puesta en el trabajo.
—¿Llega a saturar?
—No, porque disfruto de mi trabajo. También es cierto que estoy aprendiendo a desconectar. Antes, no conseguía evadirme del fútbol en el día libre, pero, de un tiempo a esta parte, trato de pasar más tiempo con mi mujer y las niñas. Igualmente, digiero mejor las victorias y las derrotas para disfrutar más de la familia. Poco a poco, estoy aprendiendo a separar las cosas. El partido ya se queda en el campo y no se va a casa conmigo.
—¿Cómo es un día libre?
—Normalmente lo tenemos a principios de semana, por lo que dedico algún tiempo a analizar el partido del fin de semana, si bien, como le he dicho, trato de desconectar lo máximo posible, sobre todo si estoy con mi gente.
Esta semana, por ejemplo, mi mujer trabajaba de mañanas y las niñas estaban en el colegio, así que enfoque esas horas a ver el partido de Cornellà para analizar el juego. Si ella hubiera estado de tardes, pues habría dedicado la mañana a estar con mi mujer, a pasear o hacer otras cosas, enfocadas más a la vida familiar.
—¿Qué significa la familia en su vida?
—Es lo más importante que hay en la vida. Al final, es el sustento de una persona, a la que te agarras cuando las cosas van bien o mal. Si te sientes realizado a nivel familiar, todo lo demás lo puedes sobrellevar.
—¿Qué nivel de importancia tiene en el deporte de alto nivel que la cabeza funcione perfectamente?
—Es fundamental en todo, no solo en el deporte. Hay demasiada gente que no sabe vivir porque no sabe administrar bien sus pensamientos o emociones. No sabe disfrutar del momento, aunque las cosas vayan bien. Por desgracia, en la actualidad, es un mal social.
En el deporte se acrecienta porque se mueve por emociones. Además, si en la vida hay pocas certezas, imagínese en el deporte que es cuestión de resultados. Como no sepas gestionar bien la cabeza, al final te consume.
—¿Cree que se le está dando verdadera respuesta a la salud mental? ¿Debería ser materia obligatoria en los centros educativos la inteligencia emocional?
—Es fundamental que se fomente desde las escuelas la inteligencia emocional nos evitaríamos muchos problemas en la edad adulta. Para mí, es mucho más trascedente que el intelectual. La persona que sepa convivir bien sus emociones tiene bastante ganado en la vida.
—¿Cuántos jugadores se han quedado en el camino por no saber convivir con sus emociones?
—Montones. En el fútbol de alto nivel hay muchas carencias en ese sentido. Hay grandísimos talentos a nivel técnico y físico que están incompletos por el aspecto mental. Vemos en el fútbol profesional que hay jugadores que no dominan las habilidades psicológicas lo que impide, en muchos casos, su progresión.
Quizá en el fútbol haya más carencia que en otros deportes porque es más numeroso y no se ha trabajado tanto en este campo. Por ejemplo, en el tenis hay dos o tres que están en la élite mundial, que exprimen su cuerpo y su mente al máximo. En cambio en el fútbol hablamos de dos o tres mil jugadores que se dedican profesionalmente a ello, por lo que todo es más complicado.
—¿Un futbolista es un privilegiado si lo comparamos con otro deportista?
—No le quepa duda.
—Torres nos decía el otro día que hay muchos jugadores de fútbol, pero pocos futbolistas. ¿Coincide en esa apreciación?
—Coincido con él al cien por cien. Ser profesional de este deporte, requiere de más exigencia de la que muchos jugadores ofrecen.
—¿En qué se centró primero cuando sustituyó a Alejandro Sandroni?
—Lo primero que hice fue basarme en lo que ya conocía para sacar resultados a corto plazo. Por eso, la primera alineación estaba formada por jugadores que ya conocía y que me habían funcionado. El objetivo era que el resto, con dos o tres ideas, se sumaran. Pero la categoría es más exigente y cuesta arrancar, que toda la plantilla entre en la misma dinámica y acompañen la idea que nosotros tenemos.
Posteriormente, mi trabajo se centró en conocer a todos los jugadores e inculcarles aquellos aspectos que para mí eran importantes. Lo que ocurre es que lo tienes que hacer cuando los partidos cuestan puntos.
—¿Los jugadores que han llegado en el mercado de invierno han sido solicitados por usted?
—Los jugadores han llegado marcados por el mercado que, al final, el que decide. El mercado, en invierno, es muy limitado. Accedes a futbolistas que, por algún motivo, no han funcionado en sus respectivos equipos y ahora están en el mercado. De ese ramillete, ahora tienes que elegir los que consideras que se adaptan mejor a tu bolsillo y a tu idea. Es muy complicado todo, porque tienes que acudir a las cuartas, quintas o sextas opciones.
Nosotros hacemos un campograma con los jugadores más interesantes de la categoría para tenerlos en cuenta y, de ahí, vas descartando condicionado principalmente por el dinero, porque no podemos olvidar que el Linares cuenta con uno de los presupuestos más bajos, lo que nos obliga a ir a por las quintas o sextas opciones, como le he dicho.
Algunos de los jugadores que queremos ni siquiera aparecen en ese campograma en invierno porque lo están haciendo bien en sus equipos y no se van a mover. Así que vamos a por aquellos que no han funcionado en su club, pero que se pueden adaptar a lo que queremos y nos pueden subir un poquito el nivel. Y, como es lógico, existen riesgos.
—¿Cómo perfila los partidos?
—Todo influye. Por ejemplo, el día del Cornellá veníamos de jugar entresemana y, para mí, es importante jugar con frescura. Cambia mucho de competir de domingo a domingo que de hacerlo de miércoles a domingo, máxime cuando cada jugador tiene unos mínimos. Si está dentro de la dinámica y de la idea de juego, es un momento ideal para que pueda competir y sentirse parte del grupo. Ese punto de frescura y de rotación a mí me gusta.
El partido en Cornellá es, además, el más especial de la temporada, porque es el único campo de césped artificial del grupo y con unas dimensiones muy reducidas. Por eso entendí que buscando frescura y que los cuatro centrales no se vean como competencia, sino como titulares, era un mensaje que me gustaba. Además, el año pasado nos funcionó en un campo pequeño como el de Yecla. Por eso le digo que cada partido tiene una cantidad de variables enorme.
—¿El nivel del Grupo II de Primera RFEF era cómo esperaba?
—Lo que más destaca del grupo es, precisamente, el altísimo nivel competitivo de todos los equipos. Hablamos de equipos con presupuestos muy altos, como el mismo Costa Brava-Llagostera, que, aunque esté abajo, ha realizado una gran inversión. Hasta tal punto de que ha firmado a jugadores del Extremadura a los que nosotros no podemos aspirar. Es verdad que el proyecto del Llagostera anda cojo porque no tiene masa social, pero eso no impide que invierta mucho dinero y vaya a por jugadores de enorme calidad. Y ahora encima se ha reforzado con jugadores a los que nosotros no podemos acceder por presupuesto.
—Lo que nadie puede negar de que el Linares compite, más allá de presupuestos.
—Creo que el equipo está funcionado muy bien, compite y da la cara en todos los campos. Luego, como todo en la vida, hay partidos en los que aciertas y en otros no, que te pueden llevar a la victoria o a la derrota, pero la categoría es súper bonita, por la igualdad que existe y por los nombres de los rivales. Fíjese este mes: Albacete, FC Barcelona B, Andorra y Real Madrid Castilla. Es una categoría preciosa, con estadios y ciudades deportivas espectaculares.
A nivel de filiales, nos enfrentamos con los mejores, con futbolistas que, en muy poco tiempo, los veremos en superiores divisiones. El resto son entidades con grandes infraestructuras que, en algunos casos, vienen de jugar muchos años en la Liga del Fútbol Profesional. Hay equipos que tienen el perfil muy definido y escogen jugadores dependiendo de ello. Luego es una categoría con estilos de juego muy diferentes y muy bien trabajados que nos demanda a los profesionales una exigencia máxima.
A los técnicos nos obliga a sacar lo mejor de nosotros mismos, a estudiar el doble y a preparar los encuentros a conciencia.
—¿Usted está disfrutando?
—Muchísimo y más aún viendo que estamos compitiendo. Eso me hace sentirme bien como entrenador.
—¿Vive ajeno a las críticas?
—Siempre. Lo mismo me llega alguna que no la entiendo, pero la acepto. Tampoco soy de las personas a las que le gusta dar la razón como los tontos. Me gusta me me argumenten las cosas. Lo hago los días después de partido cuando intercambio opiniones con los futbolistas. Quiero que los jugadores justifiquen los porqués. Si le tengo que dar la razón, se la doy, o le hago pensar. Intento siempre rebatir.
Lo único que me fastidia de la crítica externa es que no puedo rebatirla, porque desconozco al interlocutor. Por eso, prefiero una rueda de prensa en la que se me cuestione algo y pueda responder. En las redes sociales, que es por donde vienen la mayoría de las críticas, es imposible porque no hay un cara a cara. La crítica bien utilizada nos enriquece y puede ser positiva.
—¿Le gusta que le adulen?
—Para nada. No me gustan los palmeros. Me rodeo de gente que me aporte y me ayude a crecer, que me ofrezca ideas diferentes y haga que replantee las cosas.
—¿Está al tanto de lo que pasa a su alrededor?
—No demasiado. Vivo más bien mi vida que la del mundo. Creo que la información está demasiado condicionada por los medios. Lo que nos llega considero que está adulterado, que no se ajusta a la realidad. Prefiero vivir con mi realidad que con otra que viene alterada.
Esto no quiere decir que no vea cosas y esté informado, lo que ocurre es que estoy más preocupado de vivir mi vida y la de mi entorno, que son los que, al fin y al cabo, más me pueden influir en el día a día.
—¿Qué opina de las redes sociales?
—No las veo demasiado, pero me llega información. Por ejemplo, Twitter me aporta cosas interesantes de gente a la que sigo. Hay temas que me interesantes que suelo guardar en el móvil. Le puedo decir que tengo más de cinco mil capturas de reflexiones o gráficas que me pueden aportar mucho, por ejemplo, a la hora de dar una charla. E, incluso, a replantearme cosas de mi vida.
—¿Qué le aporta su hermano Enrique?
—Es una persona muy válida. Al principio cuesta presentarlo como tu hermano, pero cuando lo ven trabajar ya saben porqué está conmigo. No me rodeo de cualquiera y Enrique aporta valor, trabajo, buenas ideas. Sabe comportarse y desempeña muy bien el rol de segundo entrenador. Además, es un hombre más organizado que yo. Por eso se encarga de la parte más estructural de los entrenamientos. Nos complementamos perfectamente.
—¿Existe el partido de fútbol perfecto?
—No. Nada es perfecto. Hay partidos que se acercan más a la idea, pero sin llegar a la perfección.
Fotos: Javier Esturillo y Linares Deportivo