Michael Conejero Corpas (Baños de la Encina, 1995) recaló en el Linares en el mercado de invierno para tirar del carro en un momento delicado para el equipo, al borde de los puestos de descenso a Tercera Federación. El extremo no se lo pensó y decidió aportar por el club azulillo, a pesar de contar con otras ofertas más suculentas.
Entre las razones que decantaron su nuevo destino estaban el historial y la masa social del Linares y volver a casa, después de muchos años lejos de su tierra. Michael Conejero fue titular nada más llegar, frente al Recreativo de Granada, La Unión y el Atlético Antoniano. Luego regresaría al once en el campo del Don Benito dos fechas después.
Sin embargo, a partir de ese instante, su participación en el colectivo comenzó a ser intermitente hasta prácticamente quedar en testimonial. Pese a ello, decidió agotar sus dos cursos de contrato para convertirse en una pieza clave en la estructura de juego de Pedro Díaz.

Su profesionalidad, entrega y compromiso en los entrenamientos y con la institución están fuera de cualquier duda, pero no reciben esa reciprocidad en el verde. Solo ha disputado un puñado de minutos en esta arranque liguero. Fue en el campo del Almería B, donde el conjunto minero sumó su primera y única victoria hasta el momento.
El pasado sábado fue convocado y estuvo en el banquillo del Estadio Nuevo Colombino, pero se quedó sin jugar. Su calidad, polivalencia y, sobre todo, su sacrificio en beneficio del colectivo no son suficientes para recuperar la confianza del técnico talaverano.
Trabajar sin lamentos
Michel Conejero es un futbolista poco dado a lamentos. Humilde e introvertido, prefiere trabajar el doble antes que quejarse. Sabe que el fútbol es una carrera larga y llena de altibajos. Todos los jugadores atraviesan periodos en los que no son titulares o en los que ni siquiera cuentan para el entrenador. Es en esas etapas donde el verdadero carácter se pone a prueba. Mientras la motivación puede desvanecerse ante la falta de oportunidades, el compromiso sostiene al futbolista en el día a día. Compromiso con el equipo, con uno mismo y con los valores que lo llevaron a ser profesional.
Esta responsabilidad va más allá de lo que sucede en el campo. Es la promesa que lleva a un deportista a seguir entrenando al máximo nivel, de estar preparado para cuando llegue su oportunidad, aunque ésta tarde en aparecer. Es seguir siendo un buen compañero, aportando desde donde le toque. Es mantenerse en forma mental y físicamente, aun cuando los focos están en otros. Y ese es el caso del bañusco, que mantiene una mentalidad positiva, muestra su apoyo al grupo y se enfoca en aquello que puede controlar, a la espera de esos minutos soñados.

Potencial
Se trata de un extremo derecho con un potencial desequilibrante enorme gracias a su velocidad, talento y, sobre todo, pundonor. Consigue propulsiones sin mover otra cosa que las pantorrillas. Es un cohete casi imposible de detener con el balón pegado al pie.
Criado en las canteras del Linares y del Real Jaén, firmó por el Antequera, con el que logró el ascenso a Primera Federación, tras pasar por el Ciudad de Lucena y el Torredonjimeno en Tercera División. Posteriormente, militó en la SD Logroñés y en el Navalcarnero, equipo del que salió en diciembre para firmar por el combinado azulillo.
Michael Conejero es, además, un tipo valiente. No dudó en cruzar el charco para ‘hacer las américas’. Se marchó a Hattiesburg, una ciudad del Condado de Forrest, Misisipi, donde fue becado por la William Carey University, y compaginó los estudios con el fútbol. Fueron cuatro años llenos de experiencias y vivencias, en los que aprendió inglés y también vio el deporte desde otra perspectiva. Estados Unidos y el fútbol le han permitido crecer como persona.
Lo curioso —contra la tentación habitual— es que no abusa de su habilidad. Al contrario. Ve el fútbol con tanta claridad que encuentra soluciones asociativas antes de emprender el mano a mano. Es un estilo de futbolista que gusta y encaja como un guante en los sistemas que apuestan por las bandas, como es el caso de Pedro Díaz.