Eduardo Pérez Vizcaíno (Linares, 1974) cumple poco más de un mes al frente de la Asociación de Comerciantes e Industriales de Linares (ACIL). Está en pleno proceso de aclimatación a un cargo que asume con «enorme responsabilidad» y con el propósito de «sumar para que la ciudad crezca».
Estudió Empresariales en la Universidad de Jaén, pero muy pronto entró en el negocio familiar de tiendas especializadas en moda fundada por José Soto, su suegro, en 1991. Por eso, su rostro es de sobra conocido dentro del sector comercial, pero ahora ha dado un paso hacia adelante para acometer la renovación de ACIL para afrontar los desafíos a los que se enfrenta la ciudad en un momento clave de su reciente historia.
No en vano, Eduardo Pérez llega a la dirección del colectivo con los primeros brotes verdes de la economía local hace mucho tiempo, los centros comerciales pisando el acelerador y el comercio online ganando terreno al tradicional. Es decir, en un cambio general que requiere de una visión más global de la sociedad que nos rodea.
De gustos variados y a la vez sencillos, Eduardo Pérez es un tipo afable, fácil de tratar y con una capacidad extraordinaria para escuchar. De hecho, es como una esponja, absorbe con rapidez ideas e iniciativas que luego analiza concienzudamente aplicando lo que ha aprendido en la universidad, en el trato diario con otros comerciantes y en la formación adicional que ha ido adquiriendo con el paso de los años en distintas materias liadas al marketing y los negocios.
Fiel seguidor de bandas como Depeche Mode, U2 o The Cure, dedica las horas de ocio a la familia y a los amigos. La paz y la serenidad acompañan su mirada y su vida. Es difícil que se altere y eso es gracias a los años que lleva detrás del mostrador atendiendo a una clientela de lo más variopinta. Estas serán sus primeras navidades como presidente de ACIL. Todo un reto.
—¿Qué tal sus primeras semanas al frente de ACIL?
—Muy bien. En pleno proceso de adaptación. Ninguno de nosotros había trabajado antes en asociaciones ni habíamos formado parte activa de una, así que estamos aterrizando y aprendiendo cómo funciona todo: desde la financiación hasta la tramitación de proyectos, qué podemos hacer y cómo trabajar con las instituciones.
Estamos moviendo distintas iniciativas y revisando la situación real: cuánto dinero hay, cuánto no hay, cuántos socios somos, qué cuotas se pagan y cuáles no. Queremos ordenar un poco todo. También estamos preparando la nueva página web y avanzando poco a poco, pero sobre todo tomando conciencia de este nuevo mundo del asociacionismo, del que no teníamos ni idea.
—¿Por qué toma la decisión de dar el paso al frente?
—Te voy a ser sincero: en el último año o año y medio estábamos más involucrados, asistíamos con más frecuencia a las reuniones porque Juan Carlos Hernández y Francisco López Cerezuela necesitaban apoyo, más opiniones y un grupo de trabajo sólido. Ellos ya habían expresado su intención de irse porque estaban cansados, y María Luisa Fuentes [empleada de ACIL] tampoco podía abarcar tanto trabajo. Asistir a actos, reuniones y eventos requiere muchísimo tiempo.
La diferencia en mi caso es que tengo trabajadores en mis tiendas: en una somos cinco personas y en la otra, cuatro. Eso me permite liberarme un poco más. De hecho, lo primero que hemos cambiado es que las reuniones semanales las hacemos a las ocho de la mañana, para que a la hora de abrir los negocios podamos estar centrados en trabajar, que es lo que nos da de comer.
Cuando en julio más o menos, tanto Juan Carlos como Paco nos dijeron que querían dejarlo, empezamos a movernos. Desde la Cámara y desde el Ayuntamiento también nos pidieron que formáramos un grupo de trabajo. Mi idea inicial era crear ese grupo y buscar un representante con reconocimiento, con menos carga laboral y quizá de más edad, para ser la cara visible. Así que pregunté a personas que, en reuniones anteriores, habían aportado ideas muy válidas y globales, no solo centradas en sus negocios, para que se involucraran en la directiva.
Todos me dijeron que estarían dispuestos a colaborar, pero no encontramos esa “cara visible”. Y entre los que quedábamos, el único que tenía margen de tiempo era yo. Vi también que había consenso y que muchos confiaban en mí, así que dije: “Bueno, pues adelante”.
—Siempre es bueno renovar y refrescar los colectivos y las ideas.
—Creo que sí. Era esencial refrescar y renovar, sobre todo por la cantidad de trabajo que exige. Pero no solo se trata de cambiar a las personas, sino de asegurarnos de que quienes entren estén realmente implicados.
Lo primero que hemos hecho ha sido formar grupos de trabajo por sectores: hostelería, industriales, comercio, plaza de abastos y otro, por ejemplo, de cultura. Eso nos permite relacionarnos con la ciudad desde ámbitos muy concretos. En mi caso, por ejemplo, ¿qué sentido tiene que hable a un hostelero de su negocio si no lo conozco? Es más fácil que se entiendan entre ellos, que se abran y propongan ideas que les preocupan.

—¿Cómo ha sido la acogida?
—Creo que bastante buena. Noto que las instituciones, desde el Ayuntamiento, Diputación y Cámara de Comercio, tienen ganas de que propongamos cosas. Me he dado cuenta en este primer mes es que está muy bien encontrarte a alguien por la calle y decir: “Se me ha ocurrido hacer una fiesta de tal”. Te dirán que sí, claro, pero en realidad les estás cargando de trabajo.
Sin embargo, si les entregas un documento razonado, con un proyecto bien definido y con sus costes, es mucho más fácil trabajar. Así pueden valorar: “¿Es relevante para la ciudad? ¿Es viable?”. Eso es lo que estamos haciendo ahora. Ya hemos presentado un par de proyectos, aunque nuestra intención no es avasallar con iniciativas. Prefiero hacer una cosa un poco más grande que diez pequeñas. En la junta directiva lo vemos así. Creo que es mejor tener un espacio atractivo, llamativo, que concentre a la gente. Puedes hacer varios grupitos de actividades, sí, pero al final eso no llama la atención. Linares ha perdido afluencia y lo que necesitamos es atraer gente como sea.
Las Fiestas Íbero Romanos es un revulsivo y ejemplo de cómo captar la atención del público de Linares y su comarca. Debemos ir en esa dirección. Lo mismo digo de los festivales. Me parecen ideas fenomenales. Además del impacto económico, dejan patrimonio y pueden generar rutas turísticas. Aunque no sean actividades estrictamente comerciales, cuanta más gente venga, más crece el comercio y todo lo demás.
—Se suele relacionar a ACIL solo con el comercio, pero realmente no es así. Está conformada por muchos más gremios.
—Es una asociación de empresarios, comerciantes e industriales. No solo es el que vende ropa o cinturones. Aquí entra un restaurante, un bar, una taberna. También debemos dar servicio a zonas como los polígonos, que parecen más alejados, pero son un núcleo económico enorme. Hay mucho volumen de empresas y necesitan visibilidad.
—Por desgracia, eso de que en ‘Linares no hay de nada’ ha quedado clavado en el imaginario colectivo, cuando, por sus palabras, veo que no es así, que existe variedad.
—Y es falso. No podemos compararnos con Jaén capital, pero somos la segunda ciudad en población de la provincia. Tenemos universidad, hospital, juzgados, mucha cultura, patrimonio y una industria creciente… Muchas veces no valoramos lo que tenemos.
—¿Quizá eso ocurra con los polígonos?
—Totalmente. Tanto Los Rubiales como Los Jarales han estado muy apartados. Y son fundamentales, generan servicios, economía y oportunidades. Por tal motivo, hemos creado una vicepresidencia de Industria, que lleva Fernando (Toldos Sau).
Vamos a reunirnos con empresarios, viajar, tocar puertas, escuchar lo que necesitan y darles notoriedad. Queremos, igualmente, crear un pequeño hub tecnológico donde los empresarios puedan acudir libremente, con desayunos de trabajo para conocernos e intercambiar ofertas. Las conexiones entre empresas valen muchísimo.

—¿Cree que Linares debe pasar página y dejar de vivir del pasado?
—Completamente. Aquí se ha vivido demasiado del recuerdo de El Corte Inglés, Zara o de la antigua Santana. Es ya es pasado. En cambio, hoy tenemos pequeños negocios que están creciendo y formando un tejido empresarial sólido. Hay que fijarse también en eso.
—Hablemos de un asunto sensible, el precio de los alquileres de locales. ¿Considera que son tan caros como dicen?
—Desde mi punto de vista como empresario, no. Han bajado más del 50% respecto a hace años. El problema a veces es el miedo a los grandes números. Un local en una zona A es más caro, sí, pero tiene mucha más afluencia y rentabilidad. En el Pasaje del Comercio pasa tres o cuatro veces más gente que en la Corredera de San Marcos. Por eso las franquicias escogen siempre zonas A.
—También hay un problema generalizado de locales vacíos que no dan muy buena imagen de la ciudad.
—Exacto, pero no es un problema exclusivo de Linares. Jaén capital está peor en ese sentido. Los centros comerciales exteriores vacían los centros urbanos. Aparcar es difícil, transitar también, y eso afecta. Antes aparcabas cerca y comprabas tranquilamente. Ahora no. Entre las Zonas de Bajas Emisiones y los centros comerciales, se complica.
—Es que lo de aparcar en Linares tiene tela.
—Es así. Mucha gente tarda menos en llegar a Jaén que en aparcar en Linares. Pero estamos actuando: nos hemos reunido la Cámara, el Ayuntamiento, los parkings y nosotros. Hemos llegado a un acuerdo —aún por firmar— para rebajar tarifas y que los comercios paguen las dos primeras horas de parking a cualquier cliente. El cliente aparca, compra y sale sin pagar las primeras dos horas. Eso elimina una barrera importante.
—¿Cómo se puede competir con el Nevada de Granada o el Jaén Plaza?
—No podemos competir en lo que ofrecen ellos, pero sí podemos ser una ciudad atractiva: un centro bonito, comercios bien presentados, una imagen coherente. No podemos luchar contra Inditex, pero sí contra la desafección. La gente irá a Nevada una o dos veces por temporada, no cada semana. El consumo diario, los regalos, los caprichos… eso se hace en Linares.
—El comercio electrónico, ¿hace más daño que los centros comerciales?
—Muchísimo más. Amazon, Temu, AliExpress… y también los marketplaces de las propias marcas. El Corte Inglés es un marketplace. Puedes comprar una sudadera de Tommy ahí. Y es imposible competir con sus márgenes y sus descuentos continuos. Además, una tienda online propia no es barata: necesitas personal, redes, SEO, publicidad… No es más económico que una tienda física.
—¿Con qué perspectivas afrontan la campaña de Navidad?
—Son positivas. La Navidad nunca debe basarse en rebajas: es el gran pico de consumo del año. Desde octubre se nota un crecimiento. Los dos primeros tercios del año fueron duros, pero ahora la tendencia es mejor. En estas fiestas se compra sobre todo para los seres queridos, y la gente prefiere evitar molestias de devoluciones lejos de casa. Si facilitamos el proceso, la campaña será buena.