Con el tiempo y con algo más de perspectiva, se determinará mejor si la desintegración de Ciudadanos en Linares quedó sentenciada con la moción de censura, pero lo cierto es que la dimisión en bloque de la junta directiva local es la crónica de una muerte anunciada.
La decisión de abandonar el barco de Cs radica, según explica en una nota, en la soledad del exalcalde, Raúl Caro-Accino, durante los meses más duros de su mandato. Dicen sentirse abandonados por las «estructuras superiores del partido» y lamentan que la formación naranja en la ciudad minera haya quedado «reducida a una herramienta en manos de personas que no representan los valores de la política».
Sin embargo, la historia de Cs Linares se ha escrito con traiciones e intrigas por el poder, el ego y el interés particular como la realidad ha demostrado en poco más de tres años. El partido «integrado por la sociedad civil linarense, con una finalidad clara de hacer las cosas de otra manera», tal y como señaló Caro-Accino en la presentación de su candidatura, como independiente, para las municipales de 2019, ha acabado como el rosario de la aurora.
Los dimisionarios Elena Ramírez Lillo, Ángel Javier Arbeloa Mena, Noelia Justicia Jiménez, Fernando Martínez Padilla y Juan Antonio Tobaruela Manjón acusan a la dirección de la formación naranja -provincial y andaluza- de «dar la espalda a la ciudad», cuando más se le necesitaba, en la moción de censura, que aseguran «haber combatido hasta el final».
Asimismo, hablan de la recuperación de la ilusión de los linarenses con la consecución de reivindicaciones históricas como la cesión de los activos de Santana o la reforma integral de Linarejos, obviando la participación de sus socios del Partido Popular o de la propia Consejería de Educación y Deporte, en manos de su formación hasta el pasado 19 de junio.
Esta argumentación contrasta, además, con la inactividad de la directiva mucho antes de que se armara la citada moción y con el «acoso y derribo» que han sufrido los dos únicos concejales que han sido fieles al partido: Rafael Funes y Pedro Cintero, a pesar de los fracasos reiterados en las urnas y de la descomposición piramidal que ha experimentado a nivel nacional desde la marcha de Albert Rivera. Con todo, y según el propio Caro-Accino, estuvieron a su lado. «No existe división alguna en el equipo de Gobierno», aclaró una y otra vez el anterior regidor a preguntas de los periodistas.
Tampoco conviene olvidar que ambos, a los que se les retiró competencias y se les llevó al ostracismo en el equipo de Gobierno, han sido citados a declarar en calidad de investigados por votar en contra de la declaración de incompatibilidad del edil Javier Palacios (PSOE). Una denuncia que partió de sus propios compañeros de formación.
También es bueno recordar la fórmula de reclutamiento de Cs que explica, en parte, la estampida que ha venido después. Era un partido sin cantera ni tradición de militantes, necesitado de fichar e incorporar cargos. Por un lado, recalaron en Cs miembros de otras siglas, es decir, personas con un problema de ‘lealtad de origen’.
Por otro, la formación trató de sumar perfiles técnicos, profesionales de distintos sectores, con implicación ideológica mínima. Algunos de ellos dando el salto a la política después de su paso por plataformas ciudadanas, hoy en día, prácticamente desaparecidas.
La jugada salió bien en las municipales de 2019. Sumaron 4.885 votos y, pese a ser la tercera fuerza política de la ciudad, logró un pacto de Gobierno para asumir el poder en el Ayuntamiento, gracias a los apoyos del PP y de Cilu y con tres sueldos equiparados al del alcalde. Una confianza que perdieron en las últimas autonómicas, donde solo obtuvieron el respaldo de 611 linarenses, acelerando la desaparición de Cs en el municipio.