La conversión en Sociedad Anónima Deportiva (SAD) sirvió para tapar el enorme agujero generado en las cuentas por la anterior junta directiva encabezada por Jesús Medina. Una deuda galopante que conducía al Linares a una nueva desaparición. La transformación en SAD lo evitó, pero dejó a la entidad azulilla tiritando, puesto que el capital social de 750.000 euros se consumió en un abrir y cerrar de ojos.
Saneado, aunque sin apenas dinero en caja, el Linares comenzó la temporada de Segunda Federación con el sexto presupuesto más bajo del Grupo IV. Se marchó al mercado de verano de fichajes con la billetera casi vacía, sostenida con pinzas. Por eso, solo pudo firmar terceras y cuartas opciones, algunas tan llamativas como la de Óscar Sánchez, delantero de Palma de Mallorca que no se ha estrenado aún con la camiseta azulilla y que acumulaba poco más de 300 minutos en las dos últimas campañas.
El Linares se adentra en una espiral negativa que convierte en crónica una crisis en la que se instala de manera permanente desde el pasado curso. Si no tenía suficiente con la horrible campaña que le llevó a despeñarse hasta Segunda Federación, ahora sufre una constante pesadilla que no tiene fin. La mala dinámica de momento no tiene fecha de caducidad y la planificación del club está en cuestión.
La derrota (2-1) ante el Cádiz Mirandilla de este domingo ha colmado la paciencia de una parte de la afición que ha estallado contra los jugadores y la dirección técnica. La hinchada ha dicho basta, pero poco puede hacer más que protestar mientras ve cómo su equipo se desangra sin que nadie cure una herida que no hace sino agrandarse.
La trayectoria del Linares no puede ser más peligrosa. Sólo seis puntos de los últimos 21 posibles. Es uno de los peores equipos como visitante y encaja prácticamente los mismos goles que marca (14 a favor por 13 en contra).
El conjunto azulillo no sólo no reacciona sino que va a menos con el paso de las semanas. Para colmo, acumula la friolera de cinco encuentros seguidos sin vencer y las sensaciones son más que alarmantes. Y este domingo recibe a un Orihuela en alza, que encadena tres victorias consecutivas.
La durísima realidad es que el equipo no funciona después de una docena de capítulos. Nadie sabe a qué juegan unos futbolistas que van camino de otra nefasta temporada. No son capaces de sacar adelante los partidos y no por falta de experiencia.
El complicado presente coloca a Juan Antonio Milla contra las cuerdas. Los técnicos viven de los resultados y es complejo asimilar que un recién llegado de Primera Federación ofrezca tan pobre imagen, máxime en una categoría similar a una antigua Segunda División B mala o a una buena Tercera División del Grupo IX.
Muy bien definido el artículo.