Sofás, puertas de madera, muebles, todo tipo de enseres y de residuos amontados en el entorno natural del pozo de San Vicente fueron retirados este fin de semana por voluntarios del colectivo Linares se pone en verde, encabezados por David Díaz, quien, desde hace años, ha emprendido una cruzada contra la ‘basuraleza’.
Era tal la cantidad de basura acumulada en la zona, que el conocido hostelero necesitó la colaboración de la empresa Hernández Gámez para trasladarla en un container. «Retiramos cerca de mil kilos», declara a este periódico David Díaz. «No solo es una amenaza contra el propio patrimonio minero, sino un atentado contra el medio ambiente», denuncia.
Y es que no es la primera vez que David tiene que echarse al campo para recoger lo que otros tiran. No hay semana que publique en sus redes sociales imágenes que alertan de la magnitud del problema de los vertederos incontrolados que jalonan el término municipal, principalmente la cuenca minera.
Un riesgo, en palabras del activista, que puede llegar a dañar seriamente el ecosistema, puesto que algunos de los compuestos y aditivos de los elementos arrogados son contaminantes y son un riesgo para la salud de los animales. “Hay tal cantidad de relaciones ecológicas en cualquier espacio natural que cuando varías un eslabón cambias todo”, explica David. “En función de los espacios y los cúmulos de basura, esto puede derivar en un problema de destrucción de hábitat”.
La gravedad se multiplica teniendo en cuenta los tiempos de degradación de los desechos más comunes: un pañal, 450 años; una lata de aluminio, 200 años; un chicle y unos calcetines, hasta cinco; una botella de agua de plástico, entre 100 y 1.000 años; un brik, 30 años. Para el vidrio más vale no contar: puede superar los 4.000 años.
Por tal motivo, desde Linares se pone en verde se hace un llamamiento a la ciudadanía para que colabore y denuncie todas aquellas acciones incívicas que pueden atentar contra la naturaleza.
Fotos: Cedidas