El descenso del Linares ha estado jalonado por toda una serie de despropósitos desde el verano, aunque el problema viene de mucho tiempo atrás. Los buenos resultados de Alberto González en el banquillo de Linarejos han ocultado una realidad advertida por algunos y encubierta por una mayoría.
Todo un rosario de sucesos que han marcado una nefasta temporada que se resume en el esperpéntico espectáculo vivido en el Estadio Balear, donde se confirmó la pésima planificación deportiva bajo la presidencia de Jesús Medina, culpable de la situación que vive el club, con la complacencia de cierta clase política que vio en el fútbol un caladero de votos para darle la vuelta al Gobierno del Ayuntamiento.
Así las cosas, hoy el Linares se ve en Segunda Federación a las puertas de comenzar la remodelación de su viejo estadio, con un futuro más que incierto toda vez que el proceso de Sociedad Anónima Deportiva (SAD) ha entrado en fase judicial.
El Linares baja tras haber obtenido solo un triunfo en las últimas nueve jornadas, con un saldo irrisorio de seis puntos, producto de esa única victoria y tres empates, cuando más se estaba jugando. Además, ha sido incapaz de lograr un éxito en su campo desde el 10 de marzo. Un auténtico fiasco histórico.
Pero todo empieza con la marcha de Alberto González al Betis Deportivo y la salida del grueso del plantel que, solo un mes antes, había peleado por el play off de ascenso a Segunda División. La inexplicable fuga de jugadores del verano trajo consigo la reestructuración del plantel con fichajes menores, procedentes de categorías inferiores y de destinos exóticos.
La falta de liquidez económica, con un deuda galopante, producto de la pésima gestión de Medina, obligó a Miguel de Hita a moverse con lo mínimo en el mercado y a tirar de cesiones para completar el colectivo. A todo esto, Hita se quedó a regañadientes, porque su deseo era irse.
El club confío el equipo a un entrenador sin experiencia que llegaba tras acabar noveno con el Almería B en Tercera Federación, Óscar Fernández. El valenciano lo único que pudo hacer fue tapar vergüenzas hasta que los resultados lo condenaron.
Entre medias, el presidente, en una entrevista salida de tono en plena Feria de San Agustín, se encargó de dinamitar el proceso de SAD para evitar el acceso de Miguel Hoyo, así como atacar, sin sentido ni razón alguna a periodistas y a exleyendas del club azulillo. Una huida hacia adelante que provocó una guerra por el accionariado que ahora está en los juzgados.
Por si no fuera suficiente, Medina vuelve a cometer el mismo error y contrata a otro técnico de Tercera Federación para reconducir una situación que ya en invierno era dramática. El tiro le salió por la culata, puesto que David Campaña apenas mejoró lo que había.
Lo mismo ocurrió con los refuerzos del mercado de invierno. Ninguno ha dado las prestaciones que se esperaba hasta tal punto de que la participación de algunos de ellos ha sido inexistente como consecuencia de lesiones que arrastraban de sus anteriores equipos. A pesar de ello, la dirección deportiva autorizó sus incorporaciones con el beneplácito del presidente. La contratación a la desesperada de Romerito tampoco ha surtido efecto dado de que el vestuario ya estaba destrozado.
Las matemáticas han certificado el derrumbe del conjunto minero, en manos de una mayoría accionarial hecha a medida por Jesús Medina, pero de la que nada se sabe, salvo de Luis Vera, que se deberá comer ahora el marrón de dos partidos sin trascendencia y de conformar el nuevo proyecto deportivo en una categoría inhóspita de la que cuesta un mundo no solo salir, sino incluso mantenerse.