La rivalidad entre el Linares y el Real Jaén se pierde en el tiempo. Hay que remontarse a los años 20 del pasado siglo para recordar el primer derbi entre los dos equipos más representativos del fútbol jiennense. A partir de ese momento, ambos clubes se han enfrentado -con distintas denominaciones- en 88 partidos en competición oficial, desde categorías regionales hasta la Segunda División B.
Sin embargo, hay un clásico marcado a fuego en la memoria de los aficionados más veteranos del Linares. Se disputó el 26 de abril de 1987 y correspondía a la jornada 35 del Grupo IX de Tercera División. El antiguo Estadio de La Victoria colgó el cartel de ‘no hay billetes’ para presenciar un derbi de alta voltaje.
El plantel entrenado por Martín Doblado era líder destacado con 54 puntos y mantenía un mano a mano con el Atlético Marbella por el ascenso a la División de Bronce. El Real Jaén también tenía opciones de dar el salto de categoría, pero todas pasaban por derrotar a su eterno rival.
A pesar de que no existían redes sociales ni teléfonos móviles, la movilización de ambas aficiones fue increíble. Desde la ciudad de las minas se desplazó un buen número de seguidores que ocuparon distintas zonas del campo. Por aquel entonces, no existían las medidas de seguridad de ahora y las hinchadas se entremezclaban.
El partido fue, como era previsible, de enorme tensión. El intercambio de insultos y amenazas fue constante durante los 90 minutos, aunque el ambiente terminó de crisparse cuando en el fondo sur de La Victoria comenzó a arder una bandera del Linares. Esa acción desató la ira de los seguidores mineros y los incidentes no tardaron en llegar, lo que obligó a intervenir a las fuerzas de orden público.
El Linares regresó a casa con un 1-4 a su favor y pie y medio en Segunda B. Para algunos de sus hinchas, la vuelta fue más complicada, ya que más de uno tuvo que recibir atención sanitaria por golpes recibidos en las innumerables peleas que se produjeron durante el choque y la conclusión del mismo.
Sin embargo, ese derbi marcó una de las explosiones de linarensismo que más se recuerdan en la ciudad. La junta directiva, presidida por Visiedo, encargó una bandera con los colores azul y blanco tan larga que cubría prácticamente todo el Paseo de Linarejos. Fue portada por escolares de la localidad que la llevaron en volandas hasta el Municipal de Linarejos cantando el himno del club.
El Linares acabó campeón del Grupo IX, con el consiguiente ascenso, mientras que el Real Jaén se quedó a las puertas y tuvo que esperar al curso siguiente para lograr el regreso a Segunda B. Lo hizo con cuatro jornadas de antelación, siendo el técnico Juan Manuel Tartilán.
