José Luis García Cano (Sevilla, 1971) es desde el pasado mes de noviembre director gerente del Área Sanitaria Norte de Jaén, que implica mandar en el Hospital Universitario San Agustín de Linares, la institución de la ciudad con mayor número de trabajadores, casi un millar. Por lo tanto, su responsabilidad es enorme, en un momento, además, especialmente delicado para la sanidad pública andaluza.
Hijo de un militar y padre de dos adolescentes, conoce en profundad los entresijos del sistema sanitario autonómico. No en vano, lleva casi 30 años desempeñando cargos vinculados a este sector, pero desde la perspectiva de la gestión. García Cano es licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Internacional de La Rioja y en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Córdoba.
Como buen andaluz de la generación de la década de los 70 del siglo pasado, creció con la música de Triana y el pop de los 80. Casado con una cordobesa, el responsable del San Agustín, que sustituyó en el cargo a María Belén Martínez, ha estado al mando de la dirección económica de los hospitales Virgen Macarena y Virgen del Rocío de Sevilla y del Centro de Emergencias Sanitarias 061 SAS.
A Jaén le une su experiencia entre 2000 y 2013 como responsable de Gestión de Profesionales y, posteriormente, como director del Alto Guadalquivir de Andújar. Se siente feliz en Linares y confía en que su estancia sirva para continuar dando saltos cualitativos y cuantitativos en la atención al usuario/paciente.
No obstante, reconoce que la sanidad no cuestión solo de los profesionales, sino de la población en general, por lo que aboga por poner los medios para que funcione mejor.
—¿Cómo se encuentra?
—Me siento muy bien, muy cómodo, ilusionado y consciente de la responsabilidad de dirigir el Área Sanitaria Norte de Jaén. Los primeros meses los dedique al análisis pormenorizado de todo lo que había en el centro, mirando, sobre todo las debilidades, porque las cosas que van bien, mejor no tocarlas. He ido analizando dónde están los problemas para, poco a poco, ir corrigiéndolos. Estamos en ese proceso de ver hacia dónde vamos y dándole un sentido a cómo yo entiendo la gestión.
No soy médico, sino economista, a pesar de que lleve más de 25 años en la sanidad. Es decir, no le voy a decir a un facultativo lo que tiene que hacer. Mi función es dotarlos de herramientas para que la actividad sea eficiente y la mejor posible. Entiendo que en el momento que la gente está a gusto y ve que las cosas funcionan, incluso las pequeñas deficiencias, las cosas van fluyendo.
—¿Qué conocía de Linares y de su área sanitaria?
—La conocía perfectamente por mi estancia en Andújar y, además en esa época, nos tocó abrir el Hospital de Alta Resolución Sierra de Segura. Quizá lo más desconocido para mí ha sido la atención primaria, puesto que siempre he estado vinculado al ámbito hospitalario y el extrahospitalario. Esto me ha obligado a empaparme de su funcionamientos, además desde el principio.
—¿Qué es lo que más le ha sorprendido del San Agustín?
—Muchas cosas, pero una de ellas es que no tenemos problemas de camas, cuyo número se ha mantenido en el tiempo, a pesar de la apertura hade más de dos décadas del hospital de Andújar. Esto nos permite tener mucho margen de maniobra para la gestión de camas que, como usted, sabe es muy importante en un centro.
—Hablemos de la atención primaria en el área que usted dirige, principalmente en las zonas rurales. ¿Cómo la ve?
—Es el primer nivel de contacto de los pacientes con el sistema de salud; de ahí su tremenda importancia, máxima en una provincia con una media de edad muy alta y que sufre despoblación. Por lo tanto, tenemos una población cada vez más envejecida que es atendida en diez zonas básicas, doce puntos de urgencia y treinta y seis consultorios. Lo que le puedo decir es que ha mejorado bastante. De hecho, tenemos la plantilla de facultativos y de enfermería completa, salvo algunas incidencias por una baja y cosas puntuales. Este dato es bastante importante, porque nos permite trabajar de mejor manera.
Además, la apuesta de la Consejería de Salud por la atención primaria es clara, tanto en recursos humanos como en modernización. Así, se ha invertido bastante en los centros de salud y en figuras nuevas, con la incorporación, por ejemplo, de fisioterapeutas y de enfermeras escolares y de familia.
Con los datos en la mano, desde que el paciente pide cita hasta que es atendido por su médico de cabecera no pasan más de tres días. Hablamos de citas tanto presencias como telefónicas. Creo que los datos son buenos. Personalmente, los miro a diario para saber cómo están las listas de espera, y, desde diciembre hasta ahora, la media de demora está, como le he dicho, entre los tres días y los tres días y medio.
De igual modo, estamos comprometidos en responder a las solicitudes de citas en atención primaria en menos de 72 horas, incluso si no se puede conseguir una cita con el médico habitual. Este compromiso, parte de un plan más amplio de mejora de la accesibilidad, busca asegurar que los usuarios reciban atención en un plazo razonable, ya sea a través de su médico de familia, un profesional de otro distrito o incluso de forma telefónica.
—¿Cómo ve la figura del médico en los pequeños municipios?
—Es básica, una de las más importantes de la sanidad pública andaluza. El objetivo es que los facultativos sean de larga duración en los municipios para mantener la confianza del usuario. Es clave en atención primaria, porque el contacto con el paciente es directo y conoce perfectamente a esa persona, así como su historial.
También es cierto que la media de edad de los facultativos en los pueblos es alta y la renovación no es nada sencilla. En ese sentido, nos genera preocupación. Por eso, estamos trabajando mucho para fortalecer la atención primaria e incorporar en los consultorios y centros de salud a los residentes que van acabando en el Hospital San Agustín. Sin ir más lejos de los ocho que han terminado recientemente, hemos incorporado a cinco en atención primaria. No es un proceso fácil, pero poco a poco lo estamos mejorando.

—La sensación en la calle, en el día a día, es que la sanidad pública andaluza no funciona. ¿Qué me responde?
—Esa puede ser la sensación, pero los datos no dicen lo contrario. Le acabo de exponer la situación en atención primaria. Por lo tanto, la realidad es distinta a esa sensación. Solo en un año se han realizado un millón novecientos mil actos médicos, que se dice pronto, sin incluir, además, urgencias.
—Insisto en la misma pregunta, porque cuando hablamos de sanidad entre amigos, la mayoría, por no decir todos, suelen coincidir en que la sanidad andaluza va a peor. Y no es un problema de ahora, sino que viene de lejos. Esa es la percepción que, al menos, yo tengo.
—No oculto que existan problemas, pero se están poniendo herramientas para solucionarlos. Le estamos dando una vuelta a todo, incluso a reducir la tarea puramente administrativa que debe realizar el facultativo que le quita tiempo y no da valor añadido. Estamos tratando de disminuir esa burocratización de los médicos, porque entendemos que no tiene sentido. Hay mucha actividad en el día a día que nada tiene que ver con el paciente. Por eso, se ha aumentado la plantilla de auxiliares administrativos, para que el facultativo disponga de más tiempo para su labor asistencial.
Si nos centramos en las especialidades del San Agustín, tenemos muchísimas que funcionan muy bien. Por ejemplo, el San Agustín, a fecha de junio de 2025, no tuvo paciente alguno fuera de decreto sin intervenir quirúrgicamente. La demora media en este centro es de 80 días, teniendo en cuenta que el hospital se hacen unas 5.600 intervenciones al año.
Tenemos servicios muy potentes, con ocho anestesistas y otros tantos radiólogos, unidad a la que se le ha dado una vuelta entera. Hemos instalado una resonancia, que no había, un nuevo TAC… En un año nos bajado la lista de espera en otros muchos departamentos. Dicho esto, es cierto que tenemos problemas en tres especialidades: en el digestivo, en neumología y en medicina interna. Reconozco que son tres pilares importantísimos, en los que nos encontramos un déficit de profesionales. Por eso uno de nuestros principales propósitos en encontrar plantilla, como ha ocurrido en Otorrinolaringología, que hemos pasado de dos a cuatro; en Urología, donde tenemos también cuatro y esta funcionado de manera satisfactoria.
Si usted mira los datos, constatará que en 2019 se le dio una vuelta importante a todo en el Hospital San Agustín, depurando bastante la lista de espera, que era como una bola de nieve, algo muy complejo. Sin embargo, en 2020, nos topamos de frente con el Covid-19 que hace que el centro se focalice casi por completo a la pandemia. De nuevo, se genera una bola de casi 30.000 pacientes pendientes de consulta, que hemos ido poco a poco rebajando hasta los actos actuales que son buenos.
El problema está en esas tres especialidades que, por cierto, no son las más demandadas. Aquí, en el San Agustín, la más demandada es la del aparato locomotor, que tiene unos 12.000 pacientes al año, que le llegan de la atención primaria. En esta especialidad estamos casi al día.
En el digestivo, hemos puesto en marcha un plan de choque para reducir las pruebas diagnósticas y podamos dejar la lista de espera a cero en siete u ocho meses. ¿Cómo se consigue? Contratando profesionales. Para ello, una de mis principales misiones es hacer atractivo este centro para que quieran venir y quedarse facultativos. Lo hemos logrado en otras especialidades, como Radiología, con médicos de primer nivel, con un buen jefe y funcionando de maravilla, al que ocurre en Traumatología, con diez especialistas. Así podemos seguir con Pediatría, Oftalmología, etcétera.
—Por lo tanto, ¿estoy en buenas manos en el Hospital San Agustín?
—En muy buenas manos se lo aseguro.
—Cuando escucha que la palabra privatización, ¿qué opina?
—Pues, francamente, que es falso que se esté privatizando la sanidad andaluza. Qué entiende la gente por privatización, que exista un concierto como lo ha habido siempre que permita en determinados momentos aliviar la sobrecarga y poder derivar a pacientes para que sean intervenidos. En nuestro caso, al concierto le damos muy poco, más allá de pruebas diagnósticas, debido a la baja de dos facultativos a principios de año, e intervenciones quirúrgicas en un número ínfimo: el pasado año se mandaron a solo quince pacientes, de los 5.600 que pasaron por aquí.
El concierto lleva muchos años y lo que permite es disponer de más herramientas para momentos determinados, no como norma general. Mi idea, y a sí se lo he transmitido a la gente, es que lo hagamos todos en este centro, si bien considero que contar con el concierto no es malo. No en vano, representa una válvula de oxígeno.
—Lo cierto es que las redes sociales no son excesivamente amables con el San Agustín. Cada vez que se publica algo del hospital, los comentarios no son precisamente de positivos. ¿Cómo pueden cambiar esto?
—Queremos acercar la ciudadanía al centro, que conozca cada uno de los servicios y que sepa el trabajo que aquí realizamos. Entiendo determinadas opiniones, porque detrás de cada paciente hay una persona con nombre y apellidos que merece el mayor de los respetos. Es más, así se lo dicho a los directores de equipo para tratar de darle la vuelta a lo que usted comenta, haciendo más cercano y accesible el centro.
Lo primero y más urgente es acabar con la lista de espera en las tres especialidades que le he mencionado anteriormente, a pesar de que hagamos muy bien nuestro trabajo en el resto de especialidades. Entiendo perfectamente el malestar de la persona que lleva nueves meses o un año esperando una prueba diagnóstica. Lo comprendo y me pongo en su piel. Es lógico su cabreo. Lo que deben tener claro es que estamos esforzándonos al máximo para dotar al San Agustín de más plantilla. Hasta hace poco solo tenía tres en Digestivo. Ahora tenemos cinco, pero si da uno de baja o se marchan dos, estaríamos de nuevo por debajo del 50% de nuestras posibilidades. En un hospital pequeño, cualquier contingencia puede romperte todos los esquemas. En ese sentido, he de reconocer que estamos cogidos con pinzas.
—Hay un run run en la ciudad sobre la presencia de demasiados médicos extranjeros en el hospital. ¿Eso es cierto o es una leyenda urbana?
—Hablemos de datos, de la plantilla de 155 médicos que tenemos en el San Agustín, solo 30 son extracomunitarios y de estos, al menos, siete tienen doble especialidad. Hablamos de un porcentaje del 15%, lo que ocurre es que está concentrado en determinadas especialidades. También le digo que si es un buen médico, me da igual su país de origen.
Asimismo, es bueno que la ciudadanía sepa que en Urgencias tenemos 22 facultativos, con una media de edad que no llega a 35 años, todos vía MIR (Médico Interno Residente). El año que viene finalizan cuatro MIR y mi propósito es que se queden. Es una misión que requiere tiempo, porque los médicos no caen de los árboles. Hay facultativos que, por las razones que sean, prefieren otros centros y no quieren venir. Mi intención es que se sientan queridos y cómodos en Linares.

—¿Los médicos están bien pagados en Andalucía?
—Le puedo decir que, hasta ahora, nos hemos sustentado con el modelo de médico barato, que ganaban un plus haciendo guardias. Ese manera de actuar, también nos ha llevado a que los facultativos desarrollen tareas que no le corresponden, sobre todo en el ámbito administrativo. Cómo se paga la responsabilidad que tiene un médico, después de seis años de carrera y otros cuatro de especialidad. Creo que el modelo español está equivocado. No se puede sustentar en las guardias de 24 horas, pagando, hasta hace poco, quince o veinte euros la hora. ¿Cuánto le cobra un fontanero por una hora de trabajo? (silencio) ¿A cuánto queremos pagar la responsabilidad? ¿Cree que 55.000 euros de salario bruto al año, sin meter guardias, es mucho o poco? Mi opinión personal, es que no está bien pagado. Bien es cierto que Andalucía ha logrado equipararse a otras comunidades con mayor renta, como Madrid, Cataluña o País Vasco. Lo bueno que tiene Linares, además, es que la vivienda cuesta menos y la calidad de vida es extraordinaria. Eso también debe tenerlo en cuenta el facultativo.
—¿Abusamos demasiado de las urgencias?
—Sí, rotundamente. Lo demuestran los datos: las urgencias, al año, en el Área de Gestión Norte son unas 186.000. Esto quiere decir que toda la población que atendemos pasa al menos una vez al año por las urgencias de los centros de atención primaria. Solo en el Hospital San Agustín registra 70.800 urgencias al año, con una media superior a las 200 al día. Además, es muy cíclica, los fines de semana bajan bastante, los lunes aumenta de una manera bestial y, durante la semana, vamos teniendo picos.
Las urgencias se clasifican en base a la gravedad del paciente siguiendo cinco prioridades: la primera pacientes en riesgo vital, la segunda pacientes con riesgo vital, la tercera pacientes urgentes, la cuarta pacientes menos urgentes y la quinta pacientes no urgentes. La cuatro y la cinco se entiende que no deben tratarse en un hospital. Pues bien, la uno, la dos y la tres no llegan al 40% de las urgencias. El 60% son cuatro y cinco. Esto genera malestar en el usuario, cuyas reclamaciones, en la mayoría de los casos, se deben al tiempo de espera. La gente debe entender de que las urgencias van por prioridades.
—Quizá, si la gente supiera cuánto cuesta una urgencia, no abusaría tanto.
—Seguro, porque no es consciente que la sanidad universal no es gratis, puesto que sale de los impuestos que todos pagamos. El sistema sanitario tiene unas necesidades infinitas, pero una finalización finita. Por lo tanto debe encajar, y si dedico mucho dinero dinero a una sola cosa no lo puedo emplear en otra que, a lo mejor, nos da valor añadido a la actividad que realizamos, en este caso la sanidad. Se lo explico de otra manera, si tengo que disponer de cinco o seis médicos en Urgencias para prioridades cuatro y cinco, los estoy desaprovechando para otras labores más necesarias. Del mismo modo, abusamos de las pruebas diagnósticas y de otras muchas cosas que, en cierta medida, no requieren de tanto esfuerzo, ya que pueden evitarse. Encima, queremos inmediatez, aquí y ahora. Es una tema, como ve, muy complejo de abordar.
—Esa exigencia de inmediatez acaba, en algunos casos, en agresiones físicas y verbales hacia los profesionales. Casi siempre, suelen ocurrir en Urgencias.
—Así es. Es verdad que, de un tiempo a esta parte, no hemos tenido que lamentar agresiones físicas, pero sí verbales. Está dentro de la polarización que sufre la sociedad que nos la traemos a la puerta de Urgencias. La gente no entiende que su malestar recae en el profesional que, al final, padece estrés y ansiedad. Al final, eso va en su contra, porque el facultativo no suele quedarse en lugares donde se producen hechos de este tipo. Si hablamos mal del hospital y de Linares, peor nos irá.
—No sé si los linarenses saben que el San Agustín es la empresa más grande de la ciudad y la que más trabajo da. Es decir, es uno de sus principales motores económicos.
—Hablamos de 1.700 trabajadores, mil en el propio hospital y setecientos en atención primaria. Eso es mucha gente que gasta su dinero en la ciudad. Solo el presupuesto en personal asciende a 70 millones de euros.
—Otro de los aspectos en el que ponen especial interés es en la humanización del centro. Quieren que los usuarios se sientan cómodos, aunque sea en momentos especialmente duros.
—Es básico que el paciente se sienta bien atendido en un espacio amable. Y el respeto hacia el paciente y su familia es gratis. El trato y la humanización del hospital no cuesta dinero y, a la postre, es una de las partes más importantes del sistema.
—¿Qué valor da a la calidad?
—Es importantísima. En el ámbito sanitario hay tres pilares: la clínica, la formación y la investigación. La clínica aquí se hace bien y es potente, pero nos falta potenciar las otras dos. Estamos trabajando en ello para darle una vuelta más. De hecho, queremos crear la dirección de investigación, puesto que esto nos permitirá atraer talento, que quiera seguir formándose y mejorando profesionalmente.
El objetivo en cuanto a calidad es que en dos años tengamos acreditadas todas las unidades. El reto está marcado y es esencial para nosotros, porque la certificación de calidad te mete dentro de una dinámica donde todo cambia. Sería como jugar en otra liga.
—Quizá algo que también desconoce la población es que el San Agustín es un hospital universitario, de modo que forma a sus residentes.
—Así es, formamos a enfermeros y médicos residentes de familia, de análisis clínico, de traumatología y radiología. Eso nos da la posibilidad de seguir creciendo porque viene savia nueva, que va generando cantera. El siguiente paso es hacerlo con medicina interna y otras unidades. Esos residentes, además, empujan mucho, al estar formándose, con lo que tiran de nuevas técnicas y hace que el resto de facultativos mejoren.
—Una de las cosas que más me sorprende y agrada del área que dirige no es precisamente el hospital, sino el centro de salud de Arrayanes. ¿Cómo han conseguido implicar a la población?
—Es un auténtico espectáculo y un mérito de los profesionales y de los propios usuarios. Me siento muy orgulloso de ello, aunque se lleva mucho tiempo trabajando en ese centro en diferentes ámbitos. El paciente se merece el mismo trato en todos nuestros centros, ya sea en Aldeaquemada o Arrayanes. Se merecen la misma accesibilidad y los mejores servicios posibles, como si estuvieran en una gran capital. La política en Arrayanes se ha basado en menos cupo y en un equipo de profesionales bien dotado, con unos servicios sociales extraordinarios, que hacen una labor de integración sensacional.
—Con tanto trabajo, ¿le queda tiempo para disfrutar de la ciudad?
—La verdad es que poco, porque estoy centrado en enterarme de todo para tratar de mejorar nuestros puntos débiles. Durante semanas, llevaba a las ocho de la mañana y me marchaba a casa pasadas las nueve de la noche, pero es que era necesario. Tenía que empaparme de todo. Ahora bien, he tenido tiempo de disfrutar del tapeo linarense que es una pasada. También he aprovechado para recorrerme la comarca y conocer sus gentes.