A Antonio José García Muñoz (Linares, 1974) todo el mundo lo conoce como ‘Torres’, el segundo apellido de su padre Enrique, leyenda viva del linarensismo. Aquel delantero, cedido por el Sevilla FC, que marcó una época en el Linares CF de las décadas de los 70 y 80.
Él, como su progenitor, fue futbolista de éxito, de los pocos jugadores criados en la cantera azulilla que ha tenido el gusto de debutar en Primera División. Fue con la camiseta del Real Zaragoza ante el Sporting en el mítico El Molinón, el mismo campo en el que años atrás se estrenó su padre en la máxima categoría.
El actual entrenador del CD Torreperogil siempre será recordado en su tierra por el ascenso en Castalia, los récords en Tercera y aquella épica salvación frente al Cacereño, pero también por su humildad, humanidad y generosidad.
Lo demuestra cada vez que puede, aunque no desde el banquillo o con la pelota en los pies, sino con juegos de cartas y trucos que dejan con la boca abierta a todo aquel que se acerca a ver su espectáculo ‘Sueños’, con el que triunfa como mago.
Padre de Enrique y Alicia e hijo de Carmen, Torres se aviene a charlar con El Nuevo Observador de fútbol, de ilusionismo, un poco del pasado y otro poco de la vida. Asuntos que ocupan una conversación amena y coloquial en torno a un café.
—¿Cómo ha comenzado el año?
—No deja de ser un año más, con lo que ello lleva consigo en todos los ámbitos de la vida. Vamos a intentar que todo vaya bien, principalmente en la salud. Si tuviera que pedir un deseo para este 2022, es que todo vuelva a la normalidad, porque muchas veces no valoramos las cosas hasta que las perdemos.
—¿Qué cree que se ha perdido con esta pandemia más allá de las víctimas mortales?
—Todo el mundo ha perdido algo en esta pandemia. Desde lo más importante para un ser humano, que es la vida, hasta tiempo, que, desgraciadamente, no recuperaremos. Nos ha robado demasiados momentos con las personas que más queremos.
Quizá la única lectura positiva que extraigo de todo lo que ha ocurrido es que nos hemos dado cuenta de que la vida puede cambiar en cualquier momento, de un día para otro, en un segundo. Por eso, debemos ser conscientes de su importancia para no desperdiciarlas en asuntos banales.
—¿Cree que, verdaderamente, la gente ha captado ese mensaje, que hemos aprendido de esta crisis sanitaria?
—En mi caso, fui consciente de ello mucho antes de que llegara el Covid. Coincidió con mi última etapa en el banquillo del Linares, cuando mi hija Alicia nos dio un susto. A partir de ese instante, entendí que lo más importante de la vida es la salud.
Muchas veces pensamos que somos intocables, que no nos pasara a nosotros, y la experiencia nos dice que la vida te puede zarandear cuando menos te lo espera. Por suerte, lo de mi hija solo quedó en un susto, pero si es cierto que, a partir de ahí, en mí cambió algo.
—Muchas veces se le ha cuestionado su falta de ambición, de no querer llevar más lejos. ¿Qué hay de cierto?
—Lo que trato es de ser feliz. Si me pregunta qué es la felicidad, pues le digo que no es gana algo más de dinero si esto significa estar lejos de la familia. Mucha gente opta por ganar algo más, y si es necesario hacerlo a costa de otros no tiene reparo en ello. Para mí, la vida es algo más.
Es cierto que he dejado pasar oportunidades en el fútbol que me hubiesen catapultado profesionalmente, pero, en ese momento, entendí que lo mejor, personalmente, era estar aquí, en Linares, al lado de los míos. Por eso, una de las mejores decisiones que he tomado fue la de quedarme en el CD Torreperogil. Donde algunos vieron un paso atrás, yo vi una posibilidad de ser feliz.
Me he dado cuenta, gracias a este club, que en el mundo del fútbol queda gente sana, honesta y que hace las cosas con mucho sentido. Allí, me abrieron las puertas de par en par, algo que, en la actualidad, se da en muy pocos sitios.
Cuando ves que todavía queda gente que merece la pena, solo puedas dar las gracias. Y, en mi caso, lo solo tengo palabras de agradecimiento a toda la familia que conforma el Torreperogil.
—¿Qué ha cambiado en el fútbol?
—Antes todo era mucho más sano, más normal. No había tantos intereses. Hoy en día, el fútbol se ha convertido en un negocio del que todos quieren sacar tajada. Antes había futbolistas, mientras que ahora hay demasiados jugadores de fútbol, que no es lo mismo.
—¿Qué diferencia hay?
—El oficio. Una cosa es jugar a la pelota y otra ser futbolista, sentirlo, vivirlo… No tiene nada que ver.
—¿Dónde se siente más cómodo en el banquillo o en el escenario?
—Pues la verdad es que cada día estoy más a gusto con la magia. El espectáculo ‘Sueños’ me ha permitido vivir experiencias maravillosas y sentirme muy feliz en el escenario. También disfruto con el fútbol y con el lugar en el que estoy. Las dos cosas me hacen sentirme bien.
—¿Qué es la magia?
—Es ilusión, pero, al mismo tiempo, transmitir valores. Va muchos más allá de los trucos.
—¿Cómo comenzó en ella?
—Cuando era niño, me regalaron unos juegos de magia y me llamó tanto la atención que empecé a investigar, a leer, a investigar y a crecer con el ilusionismo. Luego, sin quererlo, monté un espectáculo que habla del mundo de los sueños y vi que todo era posible.
—¿Quién ha sido su referencia?
—No he ido a escuela alguna, ni he dado clases. En este mundo he sido bastante autodidacta. He aprendido de unos y de otros, además de practicar mucho. En España, por suerte, hay magos muy buenos, como Juan Tamariz, Jorge Blass, Norberto Jansenson… Y, a nivel local, tenemos a Ricardo, Blas, Pepe Medina, Gregorio… Tengo la suerte de tener grandes amigos.
—¿Qué le aporta la magia?
—Es un mundo maravilloso que te permite compartir con mucha gente momentos de ilusión y de mensajes positivos que trasmite. Es un placer que la gente te pare por la calle y te agradezca lo bien que se lo pasó con la actuación, lo que despertó, por ejemplo, en sus hijos. El calor que recibo del público no tiene precio.
—¿Cuántas horas le dedica?
—No sé decirle. Practico todos los días. Tanto el fútbol como la magia, me tienen todo el tiempo ocupado. De ninguno de estos dos mundos se sabe todo, por lo que deber seguir investigando y estudiando. Es un aprendizaje continuo.
—¿Después de ‘Sueño’ que vendrá?
—De momento, no quiere cambiarle el nombre. Es un espectáculo que me gusta. Desde que comenzamos con la actuación de Los Marqueses, se ha llamado igual. Eso sí, actualizado. Hay gente que ha repetido, a la que le doy las gracias, y otros que están deseando verlo. Siempre introducimos cosas nuevas para que llame la atención.
—Además, no ha dudado en poner su espectáculo a disposición de la gente que más lo necesita.
—En Linares, siempre ha tenido carácter benéfico. El primer año fue a beneficio de la Asociación Corazones Rosas, el segundo para Cavias (fibromialgia) y este año para Pídeme la Luna. Desde que me ocurrió aquel problemilla con mi hija Alicia, pasé muchas horas en el hospital y vi cosas que me hicieron cambiar la perspectiva. No creo que me haga más rico o más pobre por una actuación de más o de menos.
Siempre trato de ayudar, porque, además, la actuación coincide con las fiestas navideñas. Encantado de colaborar con Pídeme la luna. Ellos a su manera también son magos que tratan de que los sueños de los niños con cáncer se hagan realidad.
—Es una persona firme en valores, que va de frente. ¿Esa forma de ser le ha acarreado problemas?
—Es mi manera de ir por la vida. Me podrán decir que me equivocado, no solo una vez, sino miles, pero nadie me puede decir que lo he engañado o traicionado. Trata de ser honesto y decir lo que pienso.
Cuando eres más joven, te puede acarrear más de un problema, pero, conforme pasan los años, te da tranquilidad decir las cosas por su nombre, siempre con sentido común y respeto.
—¿La herida del Linares ya está cicatrizada?
—La verdad es que no tengo herida alguna que cicatrizar del Linares. Es cierto que me hubiera gustado despedirme de otra manera después de siete años en el club y de todo lo conseguido, pero así son las cosas.
Decir adiós al club de tu vida en una habitación que me prestó Antonio Robles en Televisión Linares, considero que no es la mejor forma. No quería salir en olor de multitudes, pero sí tener la oportunidad de despedirme de la afición como se merece. No solo me ha ocurrido a mí, sino a otros muchos que se han dejado la piel por la institución y creo que el trato hacia ellos no ha sido el más correcto.
—En mi opinión, hay mucha gente en esta ciudad que se merece un homenaje por defender los colores azulillos.
—Cada uno lo ve de una manera. No hay duda de que la historia del club está escrita gracias a muchas personas que de una manera u otra han aportado su granito de arena para que el Linares sea un equipo grande. Desde Miguelín hasta Gaspar Fraile, pasando por Jardinillos, Chico… e infinidad de nombres de futbolistas y técnicos. Son personas que se merecen un reconocimiento público. Ellos representan al Linares. Son más azulillos que cualquiera de nosotros, porque lo han mamado en sus familias. Son auténticas instituciones que están por encima de todo. Y que conste que no hablo por mí, porque el cariño de la afición lo tengo. No es nada fácil siendo de aquí. Por eso quiero, una vez más, darle las gracias a todos los linarenses.
—¿Qué siente cuando ve a Fran Carnicer o a otros jugadores de la casa?
—Me causa muchísima alegría ver a Fran Carnicer con la camiseta del Linares. Es un chico que ha llegado a la élite y defiende la camiseta de su ciudad. Lo mismo me ocurre con la gente de Torreperogil que se parte la cara por el escudo del pueblo, o cuando estaba en Jaén ver a Paco Sutil dejarse el alma por su equipo. Son gente que sabe lo que significa su tierra. Eso es lo bonito del fútbol, jugadores comprometidos.
—Como ha dicho, tiene la suerte de estar en un club donde se valoran las cosas desde la humildad.
—Así es. La gente de Torreperogil es de su equipo. Sin ir más lejos, el otro día, jugamos contra el Huétor Tájar a la misma hora que el clásico Real Madrid-Barcelona de la Supercopa y había más de doscientas personas en el Abdón Martínez. Eso dice mucho de la afición y de lo que siente por su club. En algunos momentos me recuerda a los inicios del Linares Deportivo. Es una familia, con jugadores que no viven del fútbol, pero eso no resta ni un ápice de compromiso a unos colores. Para mí, eso es el fútbol verdadero.
—Este domingo juega el Linares en Castalia. Imagino que le traerá grandes recuerdos.
—Obviamente, aquel ascenso, con más de mil azulillos en las gradas, fue maravilloso, algo que siempre estará en mi memoria. Pero hay muchas fechas que me marcaron tanto en el Linares como en mi etapa de futbolista. No puedo olvidar mi debut en Primera con el Real Zaragoza o los años que pasé en Écija, con aquel partido en el Bernabéu contra el Real Madrid. Está claro que con el Linares he vivido momentos inolvidables, desde Castellón hasta Huércal, sin pasar un partido que viví de manera especial por lo que representó. Fue ante el Cacereño en Linarejos. Ese día lo tengo clavado. Para mí, esa salvación tuvo más mérito que cualquier ascenso. Lograr la permanencia con prácticamente la misma plantilla de Tercera y hacerlo de esa manera, sufriendo, fue algo sensacional.
Tampoco quiere olvidarme del ascenso del Torreperogil a categoría nacional después de 24 años. Fue un momento histórico para el pueblo, al igual que mantener al equipo en Tercera cuatro temporadas consecutivas.
—Entre trucos de magia y entrenamientos, tiene tiempo para estar al tanto de lo que pasa en su ciudad.
—Trato de informarme y estar al tanto de todo lo que me rodea. Estamos pasando una época dura en Linares, en la que se han marchado empresas muy importantes. Igual es el momento de valorar nuestro pequeño comercio y apostar por él.
—¿Linares siempre vuelve?
—Siempre.