El Festival 23700, un encuentro de arte callejero, promueve retazos de modernidad en la otrora ciudad industrial. Íbera y romana, obstinada y abierta, Linares respira el futuro en sus calles gracias a artistas y colectivos dispuestos a transformar cada nuevo año el paisaje de asfalto en un mosaico multicolor.
No hay límite a la fantasía, aunque en esta edición se ha querido lanzar un mensaje de paz y fraternización sin dejar a un lado la reivindicación social. Una colección heterogénea que atrapa inevitablemente las miradas de los transeúntes.
«Es difícil quedarse con uno. Me gustan todos», apunta Irene Álvarez que camina por delante del creado por el madrileño Dan Ferrer en la calle Raphael, cargado de color y del espíritu castizo que caracterizan sus obras. Se trata de una joven, cubierta de rosas, con ojos grandes y profundos que parecen observar a todos los vecinos que pasan a sus pies.
La artista alicantina Bosska ha dado vida y color a una esquina del Vivero de Empresas de la Cámara de Comercio en el campus universitario. En su obra, ilustra la libertad y la diversidad, tomando como forma mágica a una mujer.
Uno de los murales que más ha llamado la atención es el de australiano Smug One, por la extraordinaria belleza de su trabajo realista de una joven. «Es maravilloso. Espectacular», sugiere Genaro Simón, que suele acudir a tomar café a la zona de Río Grande.
Digital Does (Holanda); Julieta Xfl (Valencia); María Die (Sevilla) y los linarenses Belin y Wah han completado los ocho murales de 2023, a los que se suman los grafitis del concurso.
En realidad, cada uno ellos han transformado espacios deprimidos en obras de arte que se suman a los de ediciones anteriores convirtiendo a Linares en un museo al aire libre en su expresión más amplia.
