Hortelanos por pasión en Baños de la Encina

Pedro Gallego es uno de los adjudicatarios del medio centenar de huertos urbanos habilitados por el Ayuntamiento bañusco

Por:Javier Esturillo
Pedro Gallego, en su huerto urbano de Baños de la Encina. Foto: Javier Esturillo

Pedro Gallego se ha levantado al alba. El verano se ha adelantado y aprovecha las primeras horas de la mañana para velar por sus cultivos antes de que eche encima el calor. Es uno del medio centenar de adjudicatarios de los huertos urbanos -y rurales- de Baños de la Encina, que impulsó el acalde, Antonio las Heras, en su primer mandato al frente del Ayuntamiento.

Su bancal es el número 30 y está localizado, como el resto, en el denominado camino de la Noria o de la Granja. Allí, crecen, desde hace doce años, tomates, habichuelillas, pimientos, berenjenas, patatas y otras hortalizas y verduras que van destinadas a la casa. Son productos ecológicos que emanan la tierra con el sudor de la frente de Pedro y el agua que proporciona el Consistorio para regar el vergel. El suyo está de lo más saneado y curioso. Da gusto verlo.

Este bailenense de nacimiento y bañusco de adopción y convicción, cava con paciencia, cuida con mimo lo que planta y está pendiente de que no se desperdicie ni una gota de agua. Habla con orgullo de sus tomateras y reconoce que trabajar en el campo le relaja y le ayuda a estar activo.

Las parcelas urbanas, en las que el principal fertilizante es el estiércol, proporcionan alimentos pero también tienen una función tejedora de cohesión social, fomentando la participación ciudadana, el autoconsumo e incluso consolidándose como un mecanismo de formación y sensibilización medioambiental. “Además, produce una sensación de arraigo, de comunidad, de pertenencia a la tierra», expone la concejal de Medio Ambiente, María José Lara, quien predica con el ejemplo, pues posee su propio huerto urbano.

Miguel Manrique Villarejo fue uno de los primeros en acogerse a este programa municipal. Lleva trece años enganchado a esta pasión de trabajar el terreno con las mismas técnicas de antaño. «El huerto sólo puede crecer si se le pone cariño, horas y se está pendiente de él», precisa a este periódico.

Miguel Manrique.

En la huerta pasa todo el tiempo que puede y la meteorología lo permite. “Cuando se ve más gente es en primavera, cuando todo está más bonito y crecido», comenta. Como buen hortelano, sabe de semillas, cultivos, cosechas y temporadas de siembra. «Esta iniciativa nos ha ayudado a recuperar esa figura del ámbito rural que es la custodia del territorio», destaca Antonio las Heras. «La existencia de espacios verdes accesibles para los vecinos de los entornos rurales es también fundamental para consolidar su relación con el ecosistema que habitan», apostilla el regidor.

La pretensión principal de este tipo de proyectos no es lucir una tomatera muy gorda —que si crece, bienvenida sea—, sino «hacer pueblo y favorecer la convivencia entre los vecinos». “El huerto es una actividad que une mucho a la gente, que desencadena muchas conversaciones. Es de las actividades que más sirven para crear vínculos”, acaba diciendo el alcalde.

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