La Navidad ya late con fuerza en Linares. Como cada año, el centro se convierte en un gran paseo iluminado que invita a recorrer sus calles al abrigo de un ambiente cálido, familiar y lleno de tradición. Las luces, los escaparates y el trasiego constante dibujan la postal habitual de estas fechas.
Pero basta con alejarse unas calles de la zona comercial para que el paisaje cambie. En muchos barrios de la ciudad no hay decoración navideña ni exceso de iluminación. En su lugar, hay hogares donde se mide cada gesto cotidiano: no dejar ninguna luz encendida más tiempo del imprescindible, controlar el uso del brasero o prescindir de la calefacción para poder afrontar la factura eléctrica a final de mes. Es la otra cara de la Navidad, menos visible pero muy presente, también en Linares.
La pobreza energética, un problema silencioso
La pobreza energética se produce cuando un hogar no puede cubrir sus necesidades básicas de energía: mantener una temperatura adecuada en invierno o en verano, encender la calefacción o pagar los recibos de luz y gas. No se trata solo de una dificultad económica, sino de un problema con consecuencias directas en la salud, el bienestar y la desigualdad social.
Según el Informe de Indicadores de Pobreza Energética 2024, elaborado por la Cátedra de Energía y Pobreza de la Universidad Pontificia Comillas, más de un cuarto de los hogares en España consume menos energía de la necesaria para cubrir sus necesidades básicas, pese a la bajada de precios y el avance de las renovables. El estudio alerta, además, de que la pobreza energética oculta sigue siendo la dimensión más preocupante del problema: afecta al 27,1% de los hogares; el 17,6% no puede mantener una temperatura adecuada en invierno y el 9,7% acumula retrasos en el pago de facturas energéticas.
No es cuestión de barrios
En Linares, la pobreza energética no responde a un mapa concreto. Cáritas Interparroquial no puede facilitar cifras exactas sobre cuántos hogares sufren esta situación en la ciudad, pero su presidente, Cristóbal Lupiáñez, advierte de que el problema va siempre acompañado de vulnerabilidad social. “Quien sufre pobreza energética tiene pobreza”, resume.
A diferencia de lo que suele pensarse, no se trata de una realidad circunscrita a determinados barrios. “Depende de los ingresos de cada casa. Hay personas que pierden su trabajo y no pueden pagar el recibo de la luz, el gas o incluso el alquiler. Y eso puede pasar en cualquier punto de la ciudad”, explica Lupiáñez.
Desde las parroquias, Cáritas ofrece ayudas directas para hacer frente a los suministros, además de acompañamiento y asesoramiento. En algunos casos, también colabora en pequeñas mejoras de las viviendas y en la dotación de equipamientos básicos para reducir el consumo energético.
La población migrante, especialmente vulnerable
La comunidad migrante tiene cada vez más peso en el padrón municipal y ha sido clave para el crecimiento reciente de la población en Linares. Sin embargo, no todas estas familias cuentan con ingresos suficientes para cubrir las necesidades básicas del hogar.
“La situación se agrava en quienes no tienen derecho a bonos sociales de la luz ni a ningún tipo de ayuda, aunque los bulos digan lo contrario”, advierte a El Nuevo Observador Ana Catalina Verona, presidenta de la Asociación Solidari@s Sport y gestora de Empleabilidad e Inserción Social. “Hay familias que tienen que decidir si usan la luz o no, porque saben que después no podrán afrontar los gastos”.
Los hogares de población inmigrante suelen estar formados por familias de cuatro o cinco miembros, con ingresos que, por lo general, no superan los 900 euros mensuales, “tengan documentación o no”, señala Verona.
«Incluso en los casos en los que existe contrato laboral, los salarios apenas alcanzan el mínimo interprofesional, y sólo excepcionalmente atienden casos en la ONG en los que tienen contratos que rondan los 1.700 o 1.900 euros en trabajos como el transporte, cantidades que dejan poco margen para cualquier familia con 4 o 5 miembros, mientras el resto menores o personas en situación irregular del núcleo familiar no les permite trabajar», añade Ana Catalina Verona.
Pensar la energía de otra manera
Más allá de la urgencia diaria, algunas entidades trabajan ya en soluciones a medio y largo plazo. Desde la Escuela de Economía Social, en la que trabaja Verona, se aborda la transformación del modelo energético comunitario desde una perspectiva que va más allá de la instalación de placas solares.
El objetivo es avanzar hacia territorios más sostenibles, resilientes y democráticos, basados en la soberanía energética, la generación distribuida y la gestión colectiva de los recursos. “La transición energética solo será justa si es social, participada y cooperativa”, concluye.