El compromiso y la pasión marcaron la labor profesional, artística, literaria y política de Germán Ayala Povedano, quien falleció este lunes en Linares a los 89 años. Fue un referente de coherencia personal, honradez y sobriedad, pero también por su claridad de ideas.
Aunque natural de Valenzuela (Córdoba), su vida estuvo ligada a la ciudad minera, donde trabajó en diversas empresas del sector de las semillas de siembra en labores de ensayo y selección genealógica de variedades de plantas.
Compaginó su carrera profesional como ingeniero agrícola con el activismo político y cultural. Fue todo un ejemplo de firme mantenimiento de una línea ética, inspirada en distintas concepciones y en una plena seguridad en sí mismo.
Sin la menor concesión a la galería, ni a consideraciones personales o humanitarias, su principal preocupación consistía en amartillar sus ideas, ya fuera oral, artística o escrita. En esta última vertiente destacó especialmente, con el inicio de la trilogía ‘Las yeguas de Glauco’, en la que tira de correspondencia familiar donde se detallan sucesos producidos durante la Guerra y la Posguerra, que él desconocía que esas cartas llegaron a sus manos.
Este hecho le llevó a indagar en los testimonios de quienes los vivieron. No tenía intención de escribir un libro, solo la de conocer. Pero una cosa llevó a la otra hasta que vio la luz, en 2020, el primer volumen, ‘Las cartas de la tía Dora’ (Utopía Libros), una obra apadrinado y prologada por la escritora linarense Fanny Rubio,
Germán Ayala Povedano combina magistralmente la narrativa y el ensayo a través de la palabra de protagonistas históricos (Gil Robles, Calvo Sotelo, Queipo de Llano, Mola, Morandi, Prieto, Azaña, Beltrán Güell…) y los relatos de familias que se vieron desgarradas por los horrores de conflicto armado.
Posteriormente llegaría ‘El maestro anarquista’, publicado en julio de 2022, en el que aborda la historia del tío Pepe, impulsor de iniciativas dirigidas a la mejora de las condiciones de los agricultores, mientras el Gobierno de la República es testigo de las disputas entre comunistas y anarquistas ante el imparable avance de los insurgentes franquistas.
La muerte de este pensador, escritor y artista plástico le ha sobrevenido dejando una vacío enorme entre sus amigos, sus compañeros de viajes, tertulia y oratoria y su familia. Todos ellos tienen un recuerdo común: su dulzura y amabilidad, además de su memoria infinita.