Las mujeres migrantes enfrentan desafíos únicos en su proceso de migración, como la vulnerabilidad a la violencia de género, la discriminación o el acceso limitado a servicios de salud o empleo. Huyen de la hambruna, de las guerras o de la vulneración de sus derechos, pero cuando se suben a un cayuco, a un barco o a un avión también huyen del maltrato, como Claudia Mercedes García Salvador, peruana, quien puso tierra de por medio para distanciarse de su expareja.
Llegó a Barcelona un 28 de agosto de 2016 con su hijo de cuatro años. Es natural de Talara, capital del distrito de Pariñas, que linda con la frontera con Ecuador. Su historia es la de una huida por alejarse del machismo y de la incomprensión, además de la búsqueda de un futuro mejor para su pequeño. Tal era su situación que las autoridades españolas la acogieron por razones humanitarias.
En Perú, donde tenía su propio negocio, conoció a un arjonero que le ayudó a salir y emprender una nueva vida en Linares, donde es voluntaria de Solidari@s Sport y estudia para convertirse en integradora social. Es decir, forma parte de esa red de protección que reciben los migrantes que recalan en la ciudad.

Claudia ha encontrado en este colectivo a una familia, pero también testimonios que tienen como denominador común la necesidad. Mayra Guillén es hondureña y lleva en Linares cuatro años y medio. En su país se graduó como perito mercantil y ejerció de policía. A pesar de contar con un empleo estable, sus ingresos no le daban lo suficiente para «darle una vida mejor» a su familia. Vino sola y se topó con una realidad que, por desgracia, padecen las mujeres extranjeras cuando ponen el pie en España: trabajos precarios, con menores sueldos y más horas laborales.
Su título «aquí no vale para nada», por lo que el acceso al mercado laboral es muy limitado. A casi todas les ofrecen cuidar a ancianos o la hostelería. «Decepciona bastante que tengas unos estudios y que dejes un trabajo en tu país para descubrir que nada es tan bonito como crees», relata a este periódico.
Sin embargo, no desfallece y sigue persiguiendo esa estabilidad laboral y económica que le hizo abandonar sus raíces, porque, aunque ahora esté en paro, «no hay proceso que no se logre superar», afirma. Dice que el Día Internacional de la Mujer representa «fuerza y valor de mujeres guerreras que, pese a las circunstancias, salen adelante». Y ella es un claro ejemplo de resiliencia, al igual que Marines Banegas, boliviana de nacimiento y española de adopción. No en vano, aterrizó con solo 16 años. Primero estuvo en Valencia y luego se marchó a Barcelona, donde conoció a un linarense. Empezó a estudiar, pero tuvo que dejarlo para ponerse a trabajar y echar una mano en casa. Estuvo de canguro y, más tarde, al cargo de una persona mayor.

Pasó por una cafetería, en la que recibió el cariño y el respaldo de la encargada. No solo le enseñó el oficio, sino que, además, peleó para que cobrara la misma cantidad que el resto, porque, al principio, quería pagarle por debajo del salario mínimo. Cambio de empleo y entró en una tienda. Era su sueño y lo logró con ahínco y mucho sacrificio. «Vi un mundo diferente. Nunca sentí discriminación y conseguí subir de nivel. España, hasta ahora, me ha tratado bien», señala.
Atenta escucha Diana Tenorio, de 25 años y origen colombiano, lleva en Linares solo tres meses. Llegó procedente de Chile, un país en el que no tenía la calidad de vida que esperaba. Existe una brecha salarial mucho más pronunciada que en España y, si bien hay empleo, es también muy precario. Diana viajó sola a Europa. Una amistad le animó a que se viniera para Andalucía.
Es psicóloga y pedagoga, pero sus titulaciones aún no han sido homologadas, así que ha decidido seguir estudiando. Mientras tanto, ha trabajado de camarera y está abierta a otros empleos para ganar un dinero que le permitan vivir de manera digna.
Las cuatro admiten que los discursos xenófobos que se escuchan en otras latitudes del viejo continente les preocupan, pero «no les dan miedo». «Tienes que convivir con ello. Creo que España es diferente en ese sentido y todavía no ha llegado a los extremos de otros países», advierte Marines.

Una voz amiga
Solidari@s Sport, el colectivo que lidera Ana Verona, es una voz amiga para la comunidad de extranjeros que reside en Linares, sobre todo al principio, cuando llegan desorientados, sin apenas información y con necesidades básicas.
El local de la calle Menéndez Pelayo (Tinte) no solo es una asociación, sino un lugar en el que se les escucha, se les acompaña, se les asesora y se les forma a través de un itinerario que recorren de la mano de profesionales y voluntarios para allanarles el camino a la hora de su inserción social y laboral. Bien es cierto que la mayoría de migrantes acaba en labores domésticas, de servicios y cuidados, que suelen ser los trabajos más demandados para ellas. Eso no quiere decir que puedan aspirar a otros puestos. De hecho, Solidari@s Sport tiene suscritos convenios con empresas locales para que, una vez acaban su formación, puedan trabajar.
Ana Verona, que es una linarense más, no oculta que las mujeres que migran afrontan discriminaciones particulares y problemas específicos. Tienen menos posibilidades de hacerlo legalmente, por tal razón están más expuestas.
Para la responsable de Solidari@s Sport es importante entender esta realidad para poder avanzar hacia políticas que permitan ir eliminando los obstáculos que impiden que hoy las mujeres migrantes puedan tener una participación laboral más amplia y acceder a empleos de mejor calidad.
Asimismo, recuerda que la población extranjera aporta valor añadido a Linares, tanto desde el punto de vista cultura como de conocimiento y experiencias. Por ello, se muestra contrariada cuando acusan a su asociación de ser un «chiringuito» y a las migrantes de estar aquí por una ayuda. «Eso es desconocer por completo la labor que realizamos aquí y el drama que soportan muchas de estas mujeres. Falta empatía cuando se cuestionan determinadas cosas», recrimina Verona, oriunda de Perú.
En este punto, habla de las adversidades, discriminación y violencia que padecen en su camino las migrantes, y continúan en su lucha por alcanzar una mejor calidad de vida para ellas y sus seres queridos. Precisamente, una de las funciones de Solidari@s Sport es la de prevenir, mitigar y responder a los riesgos de protección a los que enfrentan en su ruta migratoria, así como romper barreras sociales y culturales para su plena integración en la comunidad, como es su caso. «Me siento linarense. Mi hijo es de aquí, y desde esta organización y otras trabajamos para contribuir al desarrollo de la ciudad«, sentencia.
Fotos: Javier Esturillo