Caminar entre 7.000 y 8.000 pasos al día es lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud para mantenerse saludable y prevenir enfermedades. Si María José monitoreara la actividad física que realiza cada vez que entra y sale a atender las mesas de la terraza de la Cafetería Lemans, a buen seguro que el podómetro marcaría una cifra de pasos muy superior a la aconsejada.
Más cuesta arriba se hace cuando a pie de calle el termómetro marca los 38 grados a las diez y media de la mañana. María José, al igual que sus compañeras del establecimiento, a penas se da un respiro desde que abren y hasta que cierran al mediodía. Por las tardes, a partir de las cuatro, el ajetreo en el velador se reduce a la mínima expresión, por lo que la atención al público se limita al interior del negocio. «Es un alivio para nosotras, porque las mañanas son frenéticas», apunta a este periódico.
María José, como otros muchos trabajadores, lleva el calor como puede. «Es complicado porque entras y sales a cada minuto. Las altas temperaturas hacen que sudes y el trabajo se hace más duro. Trato de hidratarme todo lo que puedo«, señala la camarera de esta cafetería ubicada en la calle Julio Burell.
En esta misma vía, un grupo de operarios de una compañía de infraestructuras eléctricas acaba de terminar su jornada laboral bajo el sol. Antes de las once dan de mano y regresan al almacén para realizar otras tareas.
Al igual que otros trabajadores, ante una alerta roja o naranja de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), la norma indica que «resultará obligatoria la adaptación de las condiciones de trabajo, incluida la reducción o modificación de las horas de la jornada prevista”. Se trata de medidas preventivas para evitar que la jornada laboral se traduzca en un auténtico infierno o pueda provocar riesgos para la salud.
A pesar de no estar al raso, Santiago Ortiz, de Autoescuelas Grupo 1, reconoce que el calor es «incómodo» para todos. Empieza a las siete u ocho de la mañana y no para con el coche hasta las diez de la noche. En todo ese tiempo, lleva puesto el aire acondicionado, ya que de lo contrario sería imposible trabajar y condicionaría a los alumnos. Pero estar todo el día con el climatizador encendido «tampoco es bueno», advierte. «Todo en su justa medida», remata.
La botella de agua fresquita es la mejor aliada en estos días de bochorno. Domingo Ruiz, propietario de Grétel -Tebeo Prensa-, no se separa de ella ni un segundo y se refresca cada vez que puede, porque también está el calor que irradian las neveras. «El tener que estar en constante movimiento, pese a poner el aire al final lo notas en el cuerpo», afirma.
Medidas preventivas
Entre las medidas preventivas se incluye la prohibición de desarrollar ciertas tareas durante las horas del día en las que se den fenómenos meteorológicos adversos, con nivel naranja o rojo, y no se pueda garantizar la protección de la salud y seguridad del empleado.
Para trabajos al aire libre, es necesario disponer de sistemas que faciliten la refrigeración personal accesible, como grifos o duchas para mojarse la cabeza o nuca. Asimismo, promover la vigilancia recíproca entre los trabajadores para identificar posibles efectos adversos del calor y asegurar la ingesta de agua a lo largo de la jornada laboral. Se hace necesario, de igual modo, controlar los tiempos de exposición al calor, estableciendo descansos o rotaciones entre la plantilla como medida organizativa preventiva.
