El Museo Arqueológico Nacional guarda entre sus archivos una carta manuscrita de Horace Sandars enviada a José Ramón Mélida y Alinari, arqueólogo, escritor y novelista. Esta fechada el 24 de octubre de 1903 y en ella su homólogo británico le habla de sus descubrimientos en La Carolina. Por aquellos tiempos, Sandars, ingeniero de Minas en la New Centenillo Silver Lead Mines Co, estaba a punto de publicar un trabajo sobre la minería romana en la Bética en la revista Archaeologia, órgano de la Society of Antiquaries of London, a la que él pertenecía.
El ingeniero y arqueólogo británico fue un curioso e intrépido investigador de la cultura ibérica hasta tal punto de que sus hallazgos el entorno del Collado de los Jardines, en el Parque Natural de Despeñaperros, tuvieron una gran repercusión en la época. En ese mismo periodo destacó por su excavaciones arqueológicas en los alrededores de Linares, La Carolina y El Centenillo (pedanía de Baños de la Encina). No dejó de buscar restos íberos y romanos hasta prácticamente su fallecimiento en 1922.
Aunque algunos de sus contemporáneos le acusaron de inducir la búsqueda ilegal de antigüedades, lo cierto es que su figura es apasionante. Tanto es así que los alumnos del CEIP Marqueses de Linares se han dedicado a seguir los pasos de Horace Sandars en un proyecto que ha sido reconocido por Sociedad de Anticuarios de Londres en su boletín número 559, disponible en el siguiente enlace: Newsletter SALON nº559.
Este reconocimiento internacional pone en valor el esfuerzo del alumnado y del profesorado implicados en un proyecto que ha permitido acercar a la comunidad escolar la relevancia histórica y arqueológica del estudioso británico, figura estrechamente vinculada a Linares.
La inclusión de esta iniciativa en la comunicación oficial de una institución fundada en 1707 y considerada referente mundial en el ámbito de la investigación histórica y arqueológica, refuerza la importancia cultural y educativa del proyecto linarense. Además, proyecta el nombre del colegio y de la ciudad más allá del ámbito local, consolidando un ejemplo de cómo la educación puede convertirse en motor de difusión y preservación del patrimonio cultural.