La piedra, la madera o la paja son algunos de los materiales con los que se han levantado las ciudades tradicionalmente. Sin embargo, la arquitectura y el urbanismo actual se ha desvirtuado y se utilizan otro tipo de materias menos duraderas y no orgánicos como los plásticos, que son más perjudiciales para el ecosistema.
Esa es la vocación del Concurso Internacional Richard H. Driehaus que promueve la práctica de una arquitectura y un urbanismo que preserven y den continuidad a las tradiciones locales y que contribuyan a generar una estructura urbana más bella, coherente, sostenible y socialmente integradora.
Y en ese estadio está propuesta Kulturarako Zubi, del arquitecto carolinense Miguel Ángel Antonio García y sus compañeros de la Universidad de Sevilla, Jesús Llanos y Francisco Sánchez, que se han alzado con el primer premio de este prestigioso certamen que organiza el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana y la International Network for Traditional Building, Architecture & Urbanism.
El proyecto se trata de la rehabilitación de una antigua leprosería en la localidad de Zubiri (Navarra), ubicada junto al Camino de Santiago -que servía para dar acogida a antiguos peregrinos y a los habitantes del municipio- para su uso como casa de la cultura y concejo local.
Según el jurado, esta propuesta ha destacado por «la conservación y la adaptación de los elementos y sistemas propios del edificio, su distribución y aprovechamiento del espacio interior, y su atención a mantener, realzar y recuperar el carácter tanto de sus interiores como de sus alzados exteriores».
Miguel Ángel Antonio García, que se encuentra doctorando al igual que Jesús Llanos, es un apasionado de la historia de La Carolina, como demostró en su investigación sobre la estructura industrial del paisaje minero que recogió en el libro: ‘Activar paisajes industriales abandonados. El paisaje minero de La Carolina’, presentado en marzo del pasado año en el Palacio del Intendente Olavide.
La obra fue fruto de más de un año de trabajo en el que el autor, además, recopiló material histórico, como planos y fotografías, del Museo de La Carolina y de particulares. «El libro nació de una investigación, pero, por el lado personal, yo soy de La Carolina y siento gran interés por la minería y los lugares abandonados», explicó durante la presentación.