Damos por supuesto que las leyendas se alimentan de exageraciones, adornos, medias verdades, atributos, más relacionados con la divinidad que con la humanidad. Tolo Plaza marcó una época en el Linares, del que fue su capitán y entrenador. Un mito para la grada de Linarejos.
Se cumplen 25 años de la marcha prematura de alguien que con sus pies, pero ante todo con su privilegiado cerebro, logró que el fútbol fuera más hermoso, alguien que desafió a las intocables convenciones, haciendo fácil lo difícil, que luchó como nadie por evitar que el Linares CF se fuera al garete. No dudó en encerrarse con la plantilla para exigir el pago de las nóminas y demostró su enorme profesionalidad y admiración por los colores que, tiempo atrás, había vestido como extremo.
Aquel equipo que dirigía con solo 40 años, acabó séptimo en el Grupo III de Segunda B, con el Albacete de Benito Floro de campeón. Era la temporada 89/90, la última del Linares CF. A partir de ese momento, Bartolomé Plaza Muela, natural de La Carolina, se sentó en otros banquillos, como los del Córdoba, el Málaga CF y el Elche CF, donde fue un ejemplo de humanidad, conviviendo durante meses con una enfermedad que le acabó costando la vida el 11 de junio de 2000. Sin embargo, su etapa más recordada como técnico está ligada al Real Jaén, con el que se quedó a las puertas del ascenso a Segunda División A.

Un azulillo con carácter y pasión
Recaló en el Linares con solo 17 años. El equipo de Linarejos estaba en Tercera División. Estuvo tres temporadas antes de marcharse al CD Castellón de Segunda. Luego se fue cedido al Recreativo de Huelva para volver a Castalia en el curso 71/72. A la temporada siguiente, fichó por el Linares con el que lograría el ascenso a la División de Plata en Almendralejo. La alegría en el fútbol profesional solo duraría una campaña. A su conclusión, se marchó al Sevilla FC, en el que debutó en Primera División.
De nuevo el destino lo conduciría hasta El Colombino para pasar, posteriormente, por el Sevilla Atlético y el Algeciras. El Linares era uno de los gallitos de la Segunda B y estaba construyendo un plantel para regresar a Segunda. Tolo Plaza era una de sus piezas clave. Prueba de ello fue su participación en el histórico y decisivo encuentro frente al Calvo Sotelo en Puertollano: marcó un gol y también falló un penalti, aunque, finalmente, consiguió el objetivo. Dejó el fútbol profesional en el Linares en 1982.
Además de su talento futbolístico, destacó por su compromiso con la elástica azulilla. Como futbolista engañaba a sus marcadores como nadie. Era veloz y tenía una técnica y una aceleración impresionantes. Lo que más me deslumbraba, sin embargo, era su visión de juego. Era un auténtico lince. Tenía una lucidez y una clarividencia revolucionarias. Y, sobre todo, era dueño de conceptos simples y categóricos. Forma parte de esa constelación de mitos que están en la memoria del linarensismo, como José Luis, Preciado, Pulido, Ignacio Pardo Venteo, Carles, y su hijo Fran, por citar solo algunos de los que se marcharon precipitadamente.
