Llevan impreso en su DNI el nombre de su ciudad natal y del equipo de fútbol que representa. El arraigo de los colores azulillos viene de lejos. De antepasados que vieron prácticamente el nacimiento del balompié minero. El patriarca de la actual saga de la familia Linares es Raimundo, un hombre vinculado a distintos equipos locales y de otros puntos de la provincia. Él ha sido el encargado de inocular a sus hijos el gen linarense.
Hay varios retos a los que se enfrentan todas las personas hinchas de un equipo de fútbol que tienen descendencia. El primero, desde luego, es la paternidad o maternidad, que se extienden durante toda la vida. Exactamente igual que lo hará la relación con el club al que tradicionalmente haya apoyado la familia. Son convenciones que el recién llegado encuentra ya establecidas y a las que, en algún momento, se enfrentará.
Israel, Ginés, Juan Carlos… siguen al Linares -en sus distintas denominaciones- desde la cuna. Ni recuerdan el primer partido en Linarejos. Posiblemente asistieron en los brazos de su madre, Pepi. Baste como ejemplo de fidelidad de esta estirpe que en las bodas de oro de los padres distribuyeron a los invitados en mesas con nombre de peñas: El Pellejo, Infierno Azulillo, Fondo Cubata y Frente Minero.
La ilusión que despierta en ellos el Linares, independientemente de lo que esté en liza, puede tacharse por algunos como ‘locura’. Pero, para ellos es, simple y llanamente, pasión por unos colores. Este sábado lo volverán a demostrar una vez más.
Israel Linares lleva algún tiempo fuera de la ciudad. Se marchó a trabajar fuera. En concreto está empleado de montador-soldador en una multinacional, lo que le obliga a desplazarse por todo el mundo. Desde Arabia Saudí hasta Marruecos, pasando por Francia, país del que saldrá con dirección a Olot y, de ahí, sin tiempo que perder tomará un vuelo hasta Granada, donde lo recogerá Ginés, que llega desde Almería. Los dos partirán hacia Linares para unirse a los autobuses que van a La Coruña. Israel lo hará con Infierno Azulillo. Calcula que, en poco más de 72 horas, hará más de 4.000 kilómetros para ver al conjunto de Alberto González en Riazor.
La maleta, además de ilusión, va cargada de camisetas azulillas de distintas temporadas y, como es precedente, de banderas y bufandas. Vamos el kit completo que se pide ante citas de este calibre. Lo mismo hará Ginés, que también se meterá un palizón de carretera para estar al lado de sus jugadores y de su afición.
Ginés e Israel son unos fijos fuera de casa. Los dos aprovechan el poco tiempo que les queda los fines de semana para acudir al estadio donde juega su equipo si les pilla cerca. Y ambos han viajado desde pequeños en las promociones de ascenso. Son lo que literalmente se conoce como «forofos».
Al igual que César, quien hará todo el recorrido hasta La Coruña en ferrocarril. Cogerá el tren en Linares-Baeza y luego en Madrid hará transbordo hasta la capital gallega. O Juan, ingeniero en el Castilla y León, que no faltará a la cita con el Linares. Solo son algunos ejemplos de seguidores azulillos que se sumarán a los 600 que partirán desde la ciudad minera, después de que el club haya solicitado cien entradas más y el Ayuntamiento ampliado el número de autobuses hasta tres, más otros tantos de la Diputación.
Todos ellos representan un manifiesto personal que es, a la vez, el de tantos otros que tienen una pasión futbolística incorporada a su ADN por la elástica azulilla. La plantilla ya sabe que estará arropada por cientos de fieles en el emblemático estadio de Riazor para alcanzar el sueño de la final por el ascenso.
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