La leyenda del Tour se forjó en caminos empedrados, puertos descarnados, polvo, sudor y bicicletas toscas muy pesadas. Sea un guiño al pasado en blanco y negro o al presente y sus modas, el fenómeno de pedalear por pistas de grava no para de crecer y se revela como la modalidad más inclusiva del universo ciclista.
Y la Badlands es la carrera sin asistencia non-stop, organizada por Risky Pass SL, más salvaje y extrema de Europa. Es ultraciclismo en estado puro, adrenalina, resistencia, estrategia y autoconocimiento. Hay que estar un ‘poco ido’ para meterse entre pecho y espalda 800 kilómetros por caminos blancos, sterrato, grijo, gravilla o, en inglés, gravel, con 16.000 metros positivos.
Entre ese selecto grupo que ha acabado la prueba este año está el linarense José Padilla, el mayor exponente provincial del ultraciclismo. El pasado año se quedó con las ganas de terminarla, pero una aparatosa caída, en la que se fracturó tres costillas, le impidió cumplir su deseo.
Este 2024 se ha sacado la espina a base de sangre, sudor y lágrimas para recorrer los lugares más espectaculares y, en ocasiones inhóspitos, de la península e incluso del continente. Salió desde Granada para adentrarse por parajes aislados de gran valor geológico y natural de las sierras de Huétor, Filabres y Gádor, los desiertos de Gorafe y Tabernas y desde allí volver a la provincia granadina por Cabo de Gata y Almería, para finalizar con una subida por la Alpujarra hasta Capileira. Una verdadera locura, donde el participante debe ser completamente autosuficiente. La única competencia para cumplir el desafío son sus propias fuerzas y medios.
«Una de las cosas más duras que he hecho, y ya van unas cuantas», reconoce el linarense que invirtió en completar la Badlands 54 horas, 29 minutos y 8 segundos, con una velocidad media de 14,6 kilómetros/hora.