Se llama Roberto Rodolfo Romero Sebastianelli y lleva más de cuatro décadas afincado en Linares. Toda una vida desfilando como una divinidad ubicua por los campos de fútbol de la provincia. Canchas de albero, balón Mikasa, olor a Réflex y humo de puro en el cogote.
Nacido en La Plata, Argentina, el 11 de junio de 1951, este domingo recibió un más que merecido homenaje -otro- del Linares, su club del alma, y el Ibros CF, el último equipo que ha entrenado hasta que su corazón le ha pedido el retiro definitivo de los banquillos.
En un mundo de múltiples identidades, anonimatos digitales y egolatría compulsiva, Roberto Romero simplemente parece lo que es, un hombre de fútbol. Cerebral y rebelde. Exigente y pasional. Obsesivo y audaz. Su autenticidad no es impostada.
Aunque el rigor biográfico señala que es argentino de nacimiento, Roberto Romero es un andaluz más. En esta tierra se casó, nacieron y crecieron sus hijos y aquí se siente querido. De modales exquisitos, aterrizó en España en la temporada 1974/1975 para militar en el Real Burgos, donde coincidió con el admirado y recordado, Juan Gómez, ‘Juanito’, después fichó por el Logroñés y el Algeciras para recalar en el Linares CF en la campaña 80/81, la primera en Segunda División A. Continuó en la institución azulilla un curso más como futbolista, pero su vinculación prosiguió en el tiempo, como segundo de varios entrenadores, entre ellos Josu Ortuondo.
Posteriormente, emprendió una carrera como técnico con notables éxitos, como en el Baeza CF, con el que rozó una promoción de ascenso a Segunda B; el Guarromán, el Ibros… y, por supuesto, el Linares, en el primer equipo y en los escalafones inferiores.
A Roberto Romero nunca le robaron el fútbol popular, el más humilde, el más cercano al aficionado, ese en el que se lavaban y remendaban camisetas en casa. Durante toda su trayectoria como jugador, preparador y comentarista de Radio Linares Cadena Ser, ha forjado una voz respetada dentro y fuera del ambiente futbolístico. Pero aún queda carrete, ganas y energía. Pasarán los años, y Roberto Romero seguirá ahí, con las mismas ganas del niño que gambeteaba al destino.
Un crack y bellísima persona
Grandísimo homenaje también este artículo, que es una delicia. Grande, Javi.
Muchas gracias estimado Pedro. Es lo menos que podía hacer por don Roberto Romero