Adiós a Anita Molina, emblema de la lucha antifranquista y del feminismo en Linares

Fallece a los 104 años una mujer cabal, militante comunista, de fuertes convicciones democráticas que sufrió en sus carnes la represión franquista

Por:Javier Esturillo
Anita Molina interviene en la inauguración del monumento conmemorativo a las personas que perdieron la vida en los primeros años de la dictadura, situado en el patio de San Diego.

Tal vez uno de los episodios más conocidos de cuantos forjaron la leyenda de Anita Molina sucedió cuando se negó a pintar la fachada de su maltrecha vivienda en la Carretera de Pozo Ancho ante la inminente visita del Caudillo a Linares. Fue llamada al orden y citada en el Ayuntamiento para pagar una multa por esa decisión.

Otra vez se veía con las autoridades represoras del régimen, pero esta vez se libró de acabar malamente porque alguien la conocía y la dejó marchar. Esa muestra de rebeldía le acompañó durante toda su vida.

Este 1 de enero, Ana Molina Gil ha dejado de existir. Ha muerto en Linares a los 104 años todo un emblema de la lucha antifranquista, del Partido Comunista y del feminismo de la ciudad que le dio cobijo desde que tenía tres años. Llegó en los brazos de sus padres Nemesio y Francisca, que habían salido de Mogón, pedanía de Villacarrillo, en busca de un mejor futuro para sus tres hijos.

Anita Molina, en el centro sin mascarilla, durante el descubrimiento de la placa de la calle que lleva su nombre.

Su progenitor, electricista y minero, pertenecía al Partido Comunista y a la UGT, por lo que, en 1939, fue fusilado en una tapia del cementerio de San José, después de un juicio sumarísimo en el que no se pudo defender. Fue uno de tantos que acabó tiroteado por la dictadura franquista. Su madre no soportó el dolor y, a los 8 días de aquel trágico suceso, fallecía de pena.

Anita Molina ha batallado contra las desigualdades sociales y por los derechos de la mujer hasta la última bocanada de aire. Siempre al pie del cañón. Formó parte de la primera generación de militantes comunistas, aquella que, deslumbrada por el resplandor de la II República, buscó la libertad y la emancipación de la clase obrera.

Su evangelio se basaba en ayudar al prójimo desde la lealtad a unas ideas ‘rojas’ que condicionaron su día a día en una España en blanco y negro. Combatiente en la Guerra Civil, solo su avanzada edad impidió que siguiera con su actividad política de defensa de la memoria democrática y la reivindicación de los derechos y libertades públicas.

En Linares ya no hay tranvías ni adoquines. Tampoco hay gasógenos, colas del aceite y sopa de pobres en el Auxilio Social, pero ella aún sigue siendo el grito en la trinchera. La voz rebelde que en las noches desoladas de la posguerra, bajo unas estrellas de hambre, escuchaban los vencidos con la cabeza sobre una almohada de piedra. Entre ellos su marido Raimundo Francisco Cerezuela, trabajador de la mina, al que conoció en las Juventudes Comunistas y quien pasó 20 años en el penal de Burgos. Previamente fue torturado casi hasta la muerte por los represores franquistas.

María Paz del Moral, cuando era alcaldesa de Valdepeñas de Jaén, Anita Molina y Daniel Campos, durante un homenaje.

En 1941 fue detenida en Linares y llevada a la prisión provincial de mujeres de Sevilla por pertenecer al PCE. El Consejo de Guerra dictaminó que debía pasar encarcelada 18 años, pero al final solo estuvo uno entre rejas. Regresó a Linares para seguir buscándose la vida trabajando donde buenamente podía.

Desde su feminismo comprometido, encabezó todo tipo de iniciativas en tiempos de persecución. El restablecimiento de la democracia abrió para ella un nuevo frente: que las víctimas del franquismo no cayeran en el olvido. Fue una de las principales activistas del movimiento para la recuperación de la memoria histórica en la provincia junto con Daniel Campos, Miguel Ángel Valdivia o Felipe Serrano, entre otros muchos.

Gracias a su empeño y el del resto de la plataforma, en 2008 se consiguió honrar la memoria de los represaliados con el monumento a la memoria en el Patio de San Diego del Cementerio de Linares, al que acudía siempre que podía para participar en los actos conmemorativos que se convocaban.

Anita Molina, que recibió numerosos reconocimientos a lo largo de su existencia, como el nombre de una calle en la barriada de Arrayanes, es sangre, carne, presencia, fervor comunista y ejemplo de dignidad. Este jueves su féretro será conducido a la tumba por gente muy curtida, linarenses cuyo rostro ha labrado la vida, obreros de que llorarán su pérdida y otros hijos de la escarcha.

Lo intentaron, pero nunca la doblegaron, por su carácter y actitud positiva. Es un ejemplo en la lucha por la emancipación de la mujer en todos los ámbitos de la vida y debe convertirse en leyenda para todos aquellos que creen en la libertad, la igualdad y la democracia, en un momento convulso de la historia de España, en la que campa a sus anchas una clase política mediocre, que lleva el estigma del poder y del dinero, de no tener siquiera grandes ideas que defender.

Sus restos se encuentran en el tanatorio de Linares. Esta tarde, a partir de las cinco, recibirá un homenaje en el Patio de San Diego del cementerio de la ciudad.

Fotos: Antonio Orcera y cedidas

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