Hace un año los linarenses desayunaban con una remodelación del equipo de Gobierno en el que, a golpe de decreto de Alcaldía, se redistribuían las labores de los concejales. Entonces el poder municipal estaba en manos de tres formaciones: Ciudadanos, Partido Popular y Cilu. Los dos primeros con cinco representantes cada uno y el último con tres.
El peor parado en ese nuevo reparto de carteras fue el grupo liderado por Javier Bris, cuyas responsabilidades se veían claramente alteradas para minimizar sus competencias y, por ende, su capacidad de decisión y de gestión de los asuntos locales.
Esa determinación del alcalde, Raúl Caro-Accino, de limitar la interacción de la formación localista en la Administración linarense, no surgió de un día para otro, sino que se cocinó a fuego lento en distintos despachos y en diferentes fechas sin la presencia de los actores principales de la trama, es decir, Partido Popular y Cilu.
El objetivo de esta maniobra era afrontar lo que quedada de mandato con el diapasón político al gusto de Ciudadanos o mejor dicho de sus dos máximos responsables en el Consistorio, el propio regidor y Noelia Justicia.
«El sentido político de esta remodelación no es otro que estar preparados para afrontar con plenas garantías el presente y el futuro de esta ciudad», argumentó Caro-Accino, un día después de producirse el golpe de mano, para justificar un movimiento en el tablero que Cilu consideró como una afrenta y la ruptura de facto del pacto de Gobierno, responsabilizando al alcalde de acometer la citada reestructuración de delegaciones de «forma unilateral y sin negociar».
El Partido Popular, por su parte, sin conocer en profundidad los acuerdos adoptados, aceptó. No en vano, en esa reforma de tareas obtenía algún que otro ascenso en el organigrama municipal, además de mantener la sintonía con su socio de Gobierno con el que manda también en la Junta.
Finalmente, Cilu precipitó su salida, volvió a la bancada de la oposición, con la renuncia de las retribuciones, y señalado por la opinión pública como desertores más que como víctima de una estrategia.
El vuelco en el Gobierno fue una demostración del poder de Caro-Accino y Justicia, que, actualmente, no tienen contrapesos significativos, dado el papel más que secundario que juegan sus compañeros de Ciudadanos y algunos concejales del Partido Popular.
En política, las construcciones, objeciones y argumentaciones se dictaminan dependiendo del enfoque y del momento. En el actual, la ciudad ha tomado un nuevo impulso, avalado por los proyectos que llegan desde la Junta y el Gobierno central, lo que ha provocado un cambio radical en la percepción que tiene la ciudadanía de sus gobernantes.
La brocha gorda ha desterrado del debate público la fina ironía y la retranca de la que han hecho gala otros políticos. También eran otros tiempos, en los que el discurso no se manejaba a golpe de clic en redes sociales y en los que no había una corte de seguidores virtuales dispuestos a ensalzar a unos y vilipendiar a otros. Nada al final es lo que parece.
Foto: Ayuntamiento de Linares