Eran poco más de las dos y veinte de la tarde, del pasado 15 de marzo, cuando Rafael Burgos oyó a un individuo preguntar por su madre en el interior de su establecimiento. A él, le pilló en el servicio. Fue su pareja, María José, la que primero atendió al hombre, al que apenas se le reconocía porque llevaba el rostro cubierto con un pasamontañas, gafas oscuras y una gorra.
Una vez fuera del baño, Rafael, propietario de la Despensa de Araceli, situada en la linarense calle Pintor el Greco, se dirigió hacia el encapuchado para saber que quería. En ese instante, el asaltante sacó una navaja y se fue hasta la posición del tendero para que le diera 50 euros de la caja. El encargado no solo se negó, sino que empuñó un pequeño cuchillo que tenía a mano para defenderse.
Después de unos minutos de tensión, el atracador decidió marcharse del local ante la determinación del dueño de no ceder ni un milímetro frente las amenazas e intimidaciones del hombre.
Nada más abandonar la tienda, Rafael llamó a la Policía Nacional para denunciar los hechos. Los agentes se hicieron con la descripción del sospechoso y, poco después, lo detuvieron. Se trata de un hombre de 37 años que frecuenta el Parque Blas Infante, ubicado a solo unos metros de donde se encuentra la Despensa de Araceli, y ha protagonizado más de un incidente en la zona, según los propios vecinos.
Tras pasar a disposición judicial, ingresó en prisión provisional acusado de un delito de robo con intimidación en grado de tentativa.
«Solo defendí lo que era mío»
Rafael Burgos llegó a la ciudad minera procedente Lucena, su población natal, donde trabajaba de carpintero, para montar un negocio y estar más cerca de su novia, natural de Linares. En este tiempo, su tienda ha ido tirando, aunque lleva «par de semanas algo malas». La pareja es muy apreciada en el barrio y es la primera vez que sufren un episodio de este tipo.
Dice que su actitud ante el atracador no fue fruto de la valentía. «Lo único que hice -añade- fue defender mi negocio», resume. María José reconoce que pasó bastantes nervios, aunque, por fortuna, todo quedó en un susto.
Fotos: Javier Esturillo