El pasado mes de marzo, el Grupo de Estupefacientes de la Comisaría de la Policía Nacional de Linares lo pilló con las manos en la masa. Su piso, en el que está de okupa, lo había convertido en un fumadero y punto de venta de droga. No había habitación en la que no hubiera restos de algún tipo de sustancia.
Fue detenido en el marco de la operación Albero, y acusado de un presunto delito contra la salud pública y de corrupción de menores, porque, durante la fase de investigación, los agentes detectaron la presencia en el domicilio de niñas menores de edad, a las que ofrecía droga ‘gratis’.
En el registro, hallaron distintas cantidades de cocaína, marihuana, cocaína rosa y anfetaminas repartidas en dosis dispuestas para su venta, así como fármacos derivados de las benzodiacepinas, todos ellos sujetos a prescripción médica (rivotril, alprazolan).
Tras pasar por los calabozos, fue puesto a disposición judicial, pero la magistrada que instruía el caso consideró que no había suficientes indicios para mandarlo a prisión provisional, a pesar de contar con antecedentes.
Aquello no le sirvió de escarmiento y en mayo fue arrestado de nuevo por el Grupo de Estupefacientes, que le incautó 21 gramos de cocaína. Su zona de actuación se sitúa en el entorno de la plaza de toros -de ahí la denominación de la operación: ‘Ruedo’, donde sigue sin pagar la renta del piso que el propietario le cedió para que pudiera vivir con su pareja y su hijo recién nacido.
A sus 34 años se ha convertido, presuntamente, en uno de los ‘camellos’ más activos del centro de la ciudad minera y ya es un viejo conocido de las fuerzas de seguridad.
