No resulta sencillo cambiar de hábitos y mucho menos de hogar cuando se cumple una determinada edad. Es lo que le ha ocurrido a vecino de Linares de 90 años. Tenía plaza en un centro de día al que nunca llegó a adaptarse hasta tal punto de que un familiar interpuso una queja en el Defensor del Pueblo Andaluz para que pudiera disfrutar de la ayuda a domicilio.
El nonagenario estaba reconocido en el Programa Individual de Atención (PIA), así como la ayuda a domicilio correspondiente y el servicio de teleasistencia, bajo la condición de que si no lograba adaptarse a la residencia se podría modificar las condiciones de situación de dependencia.
Una vez presentada la renuncia a la PIE, el hombre «se encontraba sin recibir ningún servicio de ayuda para las actividades de la vida cotidiana», por lo que la oficina que dirige Jesús Maeztu solicitó el preceptivo informe a la Administración municipal, que, acto seguido, le concedió el servicio de ayuda a domicilio con una intensidad de 61 horas al mes.