¿A qué huele la nostalgia? Es difícil explicarlo en un mundo digitalizado en el que aparentemente se está perdiendo el contacto con lo terrenal. El Pequeño Cid evoca a libros, a cuadernos, a inicio de curso, a infancia y a madurez.
Es una combinación de olores hermosa, en la que también aparecen las notas de la madera de los tableros y piezas de ajedrez que cubren parte de las estanterías de esta señera papelería y librería de Linares.
Pedro Galletero Perales está sentado en un lugar apartado del local, mientras que su hija Rocío empaqueta un pedido. Se respira paz. Es la una de la tarde de una mañana ajetreada en este refugio del comercio linarense que destila dignidad. Hace par de días, cumplió 40 años de atención al público.
Abrió en pleno ensanche de la ciudad por la Avenida de Andalucía, cuando la urbanización Linama estaba en sus cimientos. Allí, resiste los embistes de la vida como Rodrigo Díaz de Vivar. «Hemos pasado momentos muy duros», rememora Pedro Galletero, de 74 años y antiguo empleado del Banco Bilbao.
En sus palabras, hay emotividad, recuerdos, orgullo y sentimientos encontrados, pero, sobre todo, satisfacción por el trabajo bien hecho. Todo ello compartido con su mujer, Manuela Fernández Robles, la verdadera artífice del negocio.
El nombre surgió de la serie de dibujos animados ‘Ruy, el pequeño Cid’, que por aquel entonces emitía Televisión Española. Durante un viaje a Barcelona, Pedro encargó a un «amigo de la familia», Pedro Díaz Delgado, diseñador de profesión, la decoración y la creación del mural que recrea una justa medieval, con cierto aroma a la España del tebeo, que preside una de las estancias del local.
Rocío ha acabado la tarea y prepara las piezas para una partida de ajedrez, otro de los símbolos de la papelería. No es para menos, está enfrente del Hotel Aníbal, sede del Torneo Internacional Ciudad de Linares, donde cada año se daban cita las figuras del tablero: Kárpov, Ivanchuk, Anand, Krámnik, Péter Lékó, Ljubojević, Topalov, Kasparov o un efervescente Magnus Carlsen, hoy en día campeón mundial.
En unas de las estanterías se pueden ver relojes y banderas de los países de los ajedrecistas que han pasado por la ciudad, así como tableros de todo tipo, desde los más sencillos a auténticas obras de arte, como uno de El Quijote tallado a mano en madera de boj que se lo regalaron a Kasparov.
El establecimiento, ubicado en la calle Cid Campeador, no es una papelería al uso, sino que un lugar con encanto en el que, además de artículos de papelería y libros, se puede comprar la prensa diaria, objetos de regalo, juguetes y material de oficina.
La recuperación vigorosa de la industria editorial, a raíz del confinamiento, ha recuperado el interés por la lectura y la compra de libros, lo que ha ayudado, como es lógico, al comercio tradicional, frente a los grandes almacenes y las multinacionales.
A sus 40 años, vive una segunda juventud gracias una clientela fiel y a la profesionalidad, simpatía y cercanía de Rocío, la segunda generación de este negocio familiar, que ha heredado de sus progenitores el amor a la cultura y al ajedrez.
Fotos: Javier Esturillo y cedidas