Comenzamos nuestra píldora de opinión con un título, cuando menos inquietante. Lo pernicioso, lo dañino y su sutilidad en el ámbito laboral, ha transformado completamente la situación de muchas personas.
Hasta no hace mucho tiempo, el acoso laboral, basado en un trato hostil o vejatorio realizado de forma sistemática sobre la persona, con cierta normalidad, era totalmente visible. Este hecho, hacía que su denuncia fuera mucho más fácil de ejecutar, porque, en algún momento, de su realización había podido ser presenciado por alguien, con lo que te asegurabas la testifical tan necesaria en el procedimiento.
Con el paso de los años, y como en cualquier tipo delictivo, han ido surgiendo nuevas variantes, que dificultan su visibilización. Pensemos en una manera de maltrato psicológico denominada «luz de gas» que no es otra cosa que un tipo de manipulación, que niega totalmente la realidad, llegando a dar por sucedido lo que nunca ha ocurrido, manipulando la información para que la víctima, llegue a dudar de su propio juicio.
En este tipo de maltrato psicológico, se vuelca sobre la víctima todo el hecho culpable, bajo el paraguas de frases como «eres una persona muy exagerada»; «esto nunca ha pasado»; «eres demasiado visceral» o «deja de ser tan sensible». De este modo, la víctima cae en las redes de su manipulador, llegando a creer que todo lo sucedido es poco menos que un plan elaborado por su fructífera imaginación.
Es hecho extrapolado al ambiente laboral, no es más que la estrategia más cruel de un jefe para minar a un empleado, y que de no ser detectada a tiempo, puede hacer llegar hasta a perder la cordura al empleado. De ahí, la sutilidad de lo pernicioso o dañino que de forma maquiavélica se ha instaurado en nuestro ámbito laboral, y que es difícil de detectar, pues son detalles tan pequeños que pueden pasar desapercibidos. Por ejemplo, el «jefe» o superior no se responsabiliza de sus propias conductas, proyectando en la víctima sus propias carencias, niega sistemáticamente haber dicho determinadas cosas, le quita validez a lo que dice el empleado… En definitiva, siempre tiende a hacer de menos a quien lo sufre.
El lector, supondrá que esta escritora frustrada ha perdido el Norte y comienza a apartarse de su querido Linares y los entresijos políticos y sociales del mismo. Pero este hecho se aleja mucho de la realidad, porque por la trayectoria de la que suscribe, el lector no llega a imaginarse cuántas de estas situaciones han sido escuchadas por mis oídos y han sido vividas lamentablemente por nuestros convecinos.
Es más, esta escritora se atreve a poner de manifiesto que estas situaciones en nuestra querida ciudad traspasan la empresa privada, existiendo muchos sufridores de estos maltratos en lo público, circunstancia que, como es lógica, no transciende de las conversaciones íntimas con determinadas personas.
Me aventuraría a decir que esta perniciosa actitud ha sido sufrida por muchos de nosotros y no siempre circunscrita únicamente al ámbito laboral. Invito al lector a rememorar cualquier actitud sufrida que le haya hecho juzgarse como «demasiado emocional» por parte de las palabras vertidas de determinadas personas, a fin de que diluciden, si lo vivido puede acercarse a lo relatado.