Es conocida esa distinción de Max Weber entre aquellos políticos que viven para la política y los que viven de la política. Los primeros serían los que se entregan a una causa, los segundos son los que hacen de ella un modo de vida, una fuente de ingresos más o menos permanente.
Laura Berja Vega (Linares, 1986) se presenta en sus perfiles de las redes sociales como psicóloga sanitaria, sin más. Hace casi un año que abandonó la primera línea de la política, después de ocupar un escaño en el Congreso de los Diputados y altos cargos en el PSOE, donde era una de sus representantes más prometedoras. Muchos vieron en ella el perfil perfecto para llegar muy lejos en la organización.
Reconocida como «diputada revelación» por la Asociación de Periodistas Parlamentarios en 2022, Berja defendió desde la tribuna la abolición de la prostitución, la ley contra el acoso en las clínicas a las mujeres que deciden interrumpir su embarazo, el decreto de protección a las víctimas de la violencia de género durante la pandemia e incluso la propia reforma de la ley del aborto, cuya defensa le costó el insulto de la bancada de Vox, un episodio que llegó a paralizar el pleno durante unos minutos. Formó el tándem socialista en materia de políticas feministas con la entonces secretaria de Igualdad del partido, Andrea Fernández.
Todo hacía indicar que Laura Berja tenía asegurado el porvenir en la vida pública. Sin embargo, Ferraz decidió prescindir de ella en las listas para las generales del 23 de julio. Una vez tomada la decisión, la linarense optó por el silencio y por retomar su carrera como psicóloga, así que en abril de este año abría su propio gabinete en Madrid. «Comienzo un proyecto muy personal, con consulta presencial en Madrid y la opción de terapia online para quienes lo prefieran. La psicología es una oportunidad para avanzar. Date esta oportunidad», decía en Instagram.
Aunque su despacho está en la capital del Estado, también pasa consulta en Linares, ciudad en la que comenzó su trayectoria política como concejal de Bienestar Social y en la que siempre ha sonado como alcaldable, mucho más que otros compañeros y compañeras del partido. Pero a ella, la querían en otras tribunas. Pero, como reza el dicho: «El hombre pone, Dios dispone, llega el diablo y todo descompone».
Empezar de nuevo
Hoy en día, dice sentirse «muy feliz». «Tengo una familia maravillosa y estoy rodeada de gente que me apoya y me quiere. No puedo pedir mucho más», añade a El Nuevo Observador.
Asegura que no ha supuesto un drama ni nada parecido volver a su actividad profesional, de la que no llegó a desvincularse. «Cuando entré en el Senado, en 2015, con 28 años, ya llevaba cinco trabajando y disfrutando de mi trabajo. Estuve en el Centro de Participación Activa de la calle Viriato, en el Centro Municipal de Información a la Mujer, en la Asociación de Parkinson e impartí decenas de módulos en cursos de formación para el empleo. Además -recuerda- trabajé como psicóloga en una clínica privada, fui autónoma y elaboré planes de igualdad en algunos pueblos de la provincia», apunta.
Hacer carrera en política y, después, conseguir un puesto como alto directivo de alguna empresa pública o privada como consecuencia –o beneficiándose– de esa anterior responsabilidad (lo que se conoce puerta giratoria) no le hubiera resultado complicado a una persona con conexiones al máximo nivel. En su caso, prefirió mantenerse firme a unos principios.
De hecho, antes de abrir el gabinete se tiró ocho meses formándose y actualizándose, consciente de que «debía ofrecer un servicio de calidad». Tanto es así que regresó a la Universidad para especializarse. «Como alumna, me senté al lado de estudiantes de 25 años y con mi mejor sonrisa he disfrutado creciendo en conocimientos», asegura.
Una mujer comprometida
Lo que más echa de menos de la política no son los focos, ni las portadas en los medios, ni siquiera codearse con la élite, sino el contacto directo con la gente. «Es lo que más he disfrutado en este tiempo en política. Gracias a ella he podido conocer de primera mano lo que le preocupa a la ciudadanía, escuchar sus problemas y en la medida de lo posible poder resolver alguno de ellos. He aprendido mucho reuniéndome con asociaciones, colectivos, movimientos sociales… El político que olvida que esto es lo importante deja de ser útil«, advierte Berja.
Eso no es óbice para que muestre su orgullosa por lo que logró, como ponente de su grupo parlamentario, «en leyes que amplían derechos, que transforman la vida de la gente, que hacen avanzar a nuestro país».
Sigue de la misma manera comprometida con el feminismo, la igualdad y la defensa de los derechos de los más vulnerables, si bien ahora desde otra esfera. Su activismo está fuera de cualquier duda.
¿Volverá?
Afirma que le suelen preguntar por su vuelta a la arena política, a lo que ella responde: «Por lo pronto estoy bien como estoy». «La primera línea de la política es apasionante pero también convives diariamente con situaciones muy estresantes que curiosamente en la mayoría de ocasiones poco tienen que ver con la política. A veces el mundo de la política se vuelve humanamente muy hostil, particularmente para las mujeres y especialmente para las mujeres que somos feministas», reflexiona.
En este contexto, reconoce que «defender el espacio de las mujeres en política genera reacciones muy violentas y muy machistas«. «Los machistas no soportan que puedas relacionarte directamente con los ámbitos de poder, en el momento que no te controlan representas un problema», apostilla.
«Mi relación con las siglas del PSOE es inquebrantable»
Siguiendo esa misma argumentación, apunta que «para una mujer feminista, aguantar en política a veces se convierte en insoportable». Aún así, su manera de pensar no ha cambiado hacia su partido. «Soy socialista convencida y comprometida y lo seré toda mi vida. La relación que más mi importa con el PSOE es la que yo mantengo con las siglas, y esa es inquebrantable«, subraya.
Rigurosa en las formas y en el fondo, Laura Berja huye del chirrido, de los contubernios, las intrigas palaciegas y nada que se le parezca. Su deseo es estar tranquila junto con su familia y ayudar a los demás desde el diván, la terapia y las charlas. Ella forma parte de ese grupo de políticos honestos, cuyos nombres pasaron y pasan desapercibidos, pero cuya aportación fue esencial para mejorar la vida de sus semejantes.