El día amaneció encapotado y fresco. Desde primeras horas de la mañana, se respiraba un ambiente distinto, especial, festivo. Linares se preparaba para una jornada histórica: la beatificación del primer periodista seglar, Manuel Lozano Garrido, Lolo. El 12 de junio de 2010 culminaba un largo proceso para que este linarense universal ascendiera a los altares.
Más de 18.000 personas desafiaron a la lluvia en el flamante recinto ferial de la ciudad para ver en directo como Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, oficiaba una eclosión de orgullo linarense y religioso. Aquella jornada, acompañaron al cardenal brasileño, fallecido el pasado año, el nuncio Renzo Fratini y una veintena de prelados, entre ellos Carlos Amigo, Antonio Cañizares y Rouco Varela; el obispo José Luis Redrado Marchite y el arzobispo Justo Mullor García.

En la ceremonia se encontraban las dos hermanas con vida de Lolo. Una de ellas, Luci, fue la que le atendió en su cruel enfermedad. A los 22 años sufrió una parálisis progresiva (espondilitis) que lo dejó totalmente inmóvil durante 25 años en una silla de ruedas, que le regalaron sus compañeros de redacción, y ciego durante los últimos nueve años, hasta su fallecimiento el 2 de noviembre de 1971, con 51 años.
Fue precisamente en medio de su parálisis, cuando la producción de Lolo se hizo más fecunda, ya que escribió nueve libros, cuentos, poesías, ensayos y más de 400 artículos en medios locales y nacionales, además de ganar distintos premios y fundar la Asociación «Sinaí», compuesta por enfermos que ofrecían sus oraciones y sufrimientos por la Prensa.



El momento más emocionante de la ceremonia llegó con la lectura de la carta de Benedicto XVI, por la que era proclamado beato entre los aplausos de los más de 18.000 fieles presentes. Tras esto, los restos mortales del periodista fueron procesionados en una urna al tiempo que se lanzaban al cielo globos con los colores de la bandera del Vaticano, el blanco y el amarillo, y que contenían mensajes de la obra del nuevo beato.
Su proceso, se inicia, en año 1994. Era el centenario de la fundación de la parroquia de San Francisco de Linares. Se habían organizado muchos actos por parte de los miembros de Acción Católica, el padre Rafael Higueras Álamo reunió a los grupos y les preguntó: «¿Queréis que empecemos el proceso de beatificación de Lolo?».
Higueras le conoció en su última etapa, cuando ya no podía escribir y tenía que dictar sus escritos a un magnetófono. Lolo se había convertido en un amasijo de huesos aferrado a un crucifijo, el mismo que fue utilizado como prueba del milagro que exige el Vaticano para conceder la beatificación.





El milagro ocurrió después de su muerte. Un niño de Linares cayó enfermo de peritonitis. «Lo llevaron a Madrid para operarlo. Le cortaron veinte centímetros de intestinos pero quedó peor. Pasaban las semanas y no se curaba, vomitaba y los padres ya esperaban su muerte. Entonces la hermana de Lolo llevó el crucifijo con el que murió y se lo dejó al niño. «En menos de una semana estaba curado», recordaba Rafael Higueras.
La Fundación Manuel Lozano Garrido conmemora este jueves, 12 de junio, el decimoquinto aniversario de la beatificación con una serie de actos, como un desayuno con los medios de comunicación de la ciudad, una jornada de puertas abiertas para que todo aquel que lo desee pueda visitar la nueva sede de la asociación, ubicada en la calle Cánovas del Castillo, número 47, y una eucaristía de acción de gracias en la Basílica Menor de Santa María a las 20 horas.

Fotos: Fundación Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo