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Muere Alfonso Armijo, el cincelador de lo cotidiano que bebía los vientos por el Linares

Considerado uno de los grandes tallistas de la ciudad, ha fallecido este miércoles a los 87 años de edad

Por:Javier Esturillo
Alfonso Armijo en una imagen cedida por la familia.

Como dice un amigo, «Alfonso tenía un corazón maravillosamente dotado para los afectos» y es por eso por lo que amó con enorme dedicación y pleitesía a Linares, la ciudad que lo vio nacer y en la que ha fallecido en esta madrugada lluviosa del 13 de diciembre a los 87 años de edad.

Con la muerte de Alfonso Armijo, desaparece una figura singular y entrañable de la talla linarense, una de las personalidades que con mejor sensibilidad y rigor encarna una vía de reflexión renovadora de la tradición estatuaria.

Se convirtió en escultor jugando. Cualquier rama perdida de un árbol, cualquier pequeño trozo de madera o un mueble extraviado en la calle le servía al niño para dar rienda suelta a una imaginación natural que con los años se convertiría en vocación de artesano eterno.

Por entonces Alfonso Armijo, ni tan siquiera sabía con certeza lo que era una talla. Tampoco podía discernir con claridad que esos juegos de chaval se transformarían en toda su vida. Sus manos moldeaban cualquier madera que cayera en ellas y fueron las manos las que determinaron el resto de su futuro.

Una joven visita la exposición de las obras de Alfonso Armijo sobre la Semana Santa de Linares en la Asociación de Vecinos Los Ríos, el pasado mes de abril.

A los 16 años se puso a las órdenes Guillermo Francoso, creador de varios de los tronos que procesionan en la Semana Santa linarense. Fue su maestro y de él aprendió los secretos del oficio de esculpir madera. Sin embargo, la vida laboral de Alfonso Armijo, como la de otros muchos linarenses, se vinculó a Santana Motor, donde trabajó hasta su jubilación.

En el barrio de Santa Ana, crio a sus tres hijos, Javier, Fernando y Mari Trini. A los dos primeros los llevaba de la mano al Municipal de Linarejos, donde descubrieron la pasión por el Linares. Alfonso bebía los vientos por el equipo azulillo. Hasta el último suspiro ha vivido pendiente de sus andanzas en la Liga y en la Copa.

Abonado del club desde la década de los 50, tenía reservado su asiento en Tribuna Baja. Allí acudía con suficiente tiempo para empaparse del ambiente y hablar con otros compañeros de grada de las sensaciones previas al partido.

Sereno, delicadamente sensible e intimista, Alfonso era un hombre cabal, honesto y humilde, a pesar de poseer saberes y habilidades únicas, casi perdidas, que plasmó en reproducciones fidedignas tronos de las distintas hermandades. A estos pasos, por ejemplo, les dedicó más de cuatro años de trabajo en su casa de la calle Río Guadalbullón. Queda su legado en forma de eterna sonrisa y vocación.

El funeral será oficiado este miércoles a las 16:30 horas en la parroquia del Buen Pastor, en Avenida Primero de Mayo, a solo unos metros de Linarejos, su estadio, su tempo…

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