Carmen tiene 70 años y le cuesta caminar con normalidad. Ha bajado desde la Plaza Colón al centro a realizar unas gestiones al banco y a comprar unas cosas que necesita. A partir de la intersección con la calle Argüelles, le cuesta dar un paso detrás de otro. Son todo obstáculos y «caos». Apenas puede mover el carrito. «Es horroroso», sostiene a este periódico.
Durante el trayecto debe esquivar piedras, agujeros, baches y tablones, además de los propios viandantes con los que se cruza en el laberíntico recorrido. A Juan Pedro Pérez, también una persona mayor, le pasa tres cuartos de lo mismo. «El otro día no me caí de milagro», advierte, mientras el fuerte ruido de un martillo mecánico invade las 8 Puertas.
Las obras de la Zona de Bajas Emisiones se han convertido en un «verdadero problema» para residentes, comerciantes, hosteleros y ciudadanos en general, máxime cuando afectan al centro neurálgico de Linares. «No sé cómo han planificado esto, pero es un auténtico desastre», señala enfadado un repartidor.
Y es que la zona está levantada literalmente y sin apenas señalización para los mayores o personas con movilidad reducida. «Hasta que no acaben las obras no bajo más al banco», apunta Carmen, quien desiste en su empeño de comprar en la panadería.
Los hosteleros del centro consultados por este periódico reconocen que han comenzado a notar una pérdida de clientes, sobre todo de ancianos, «fijos en los desayunos». «Han dejado de venir», sostiene el propietario de una cafetería. Temen que con la llegada del mal tiempo la situación empeore. «Lo único que pedimos es que acaben en el tiempo establecido y no se demoren porque nos pueden dañar mucho», remata.
Fotos: Javier Esturillo
