Recuerdos que sobrecogen el corazón un año después de la dana

Bomberos de Linares en la zona cero de la riada del 29-O relatan los momentos más duros de la tragedia y las lecciones aprendidas

Por:Javier Esturillo
29 octubre 2025
Jesús Padilla, segundo por la izquierda, con algunos de los bomberos del parque de Linares que participaron en las tareas de rescate. Foto: Javier Esturillo

El día ha amanecido cubierto. Fernando Puentes (32 años) y Agustín Echeverría (32 años) conversan de manera amigable en las escaleras que dan acceso a las entrañas del Parque de Bomberos de Linares. Hablan de sus cosas, de sus problemas cotidianos. Hace un año, ambos formaron parte del primer contingente de voluntarios que partió hacia la zona cero de una de los sucesos naturales más terribles de la historia de España: la dana de Valencia.

El corazón se sobrecoge cuando uno recuerda las imágenes de la tragedia. Pueblos enteros quedaron arrasados. El agua desbordó barrancos y arrasó con coches, casas, puentes, carreteras y, lo peor de todo: vidas humanas. 229 personas fallecieron. «Jamás pensé que me encontraría tanta destrucción a solo tres horas de mi casa», detalla Agustín Echeverría, de 32 años natural de Arjona.

Tanto él como el resto de compañeros de todos los turnos del parque linarense que participaron en las labores de rescate y reconstrucción de los lugares afectados, experimentaron sensaciones similares. Fernando Puentes recuerda los gritos de auxilio de la gente en la calle, aterrorizada por la fuerza de una riada que sepultó historias, proyectos e ilusiones bajo el fango. También le sorprendió nada más llegar a Massanassa, su primer destino, la solidaridad, la manera en la que unos y otros se ayudaban en plena tormenta y en medio del dolor, la rabia, la desolación y la impotencia.

Jesús Padilla, en el centro, con algunos de los bomberos del parque de Linares que participaron en las tareas de rescate. Foto: Javier Esturillo

Los bomberos de Linares se pusieron de inmediato a trabajar. Una de las máximas prioridades en ese momento era drenar los garajes para, posteriormente, ponerse con las labores de limpieza. Aparcamientos anegados, donde el agua cubría todo el espacio. No sabían si dentro de los vehículos estacionados podía haber víctimas. «Quizá fue lo más duro que vivimos. Íbamos buscando cadáveres. Por suerte, no encontramos ninguno», relata aún impactado Agustín.

El bramido reverbera entre las toneladas de fango de los parkings, los coches atrapados, el quejido constante de una motobomba, el olor a gasolina exigida por el engranaje, el hedor del lodo acumulado, el rascar de las herramientas sobre el suelo, haces de luz de los focos frontales entre la oscuridad y el resoplar de los bomberos voluntarios, lomo agachado para empujar el barro hacia el exterior.

Al caer la madrugada, se hacía el silencio. Todos estaban exhaustos tras horas y horas de convivir con la desesperación de salvar vidas y recuerdos de las miles de personas que se vieron atrapadas en aquel episodio de precipitaciones extraordinario concentradas en las cabeceras de barrancos.

El jefe del parque, Jesús Padilla, coordinó la salida y llegada de las dotaciones que partían desde Linares. «Fueron horas y días muy intensos que han quedado grabados en mi memoria. Estamos acostumbrados y formados para atender emergencias, pero la dana de Valencia creo que nos superó a todos por sus efectos devastadores», señala a El Nuevo Observador.

Alberto García (39 años), Agustín Zamora (24 años) y Juan Antonio Moreno (53 años) también participaron los trabajos saneamiento y restauración de las localidades más perjudicadas. Jornadas que no acababan nunca. «Había tanto por hacer. La destrucción era total. Lo más parecido a una zona de guerra», describe uno de ellos.

El primer aniversario del día de la dana está marcado por el recuerdo a las víctimas y por la solidaridad, con vecinos, policías, sanitarios, militares y voluntarios volcando su esfuerzo en socorrer a quienes habían perdido todo. Familias de toda España respondieron al llamado de los afectados, enviando alimentos, ropa, agua, medicinas y maquinaria, y muchos viajaron hasta los pueblos sumergidos para ayudar a quitar el barro y colaborar en la recuperación.

Quizá, un año después, lo que más duele en el seno del Parque de Bomberos de Linares es que aquella humanidad histórica, del «pueblo salva al pueblo» no se haya sostenido en el tiempo. Es más, ha quedado al margen por la politización de la tragedia. «La dana nos demostró que cuando trabajamos en equipo y todos unidos, sin ideología, somos un gran país. Por desgracia, tienen que ocurrir desgracias como esta para que nos demos cuenta», lamenta Agustín Echeverría.

Un año después, la bronca política y las secuelas persisten, con cicatrices visibles y un recuerdo imborrable de aquel 29 de octubre que transformó la vida de miles de valencianos y españoles.

Fotos y vídeos cedidos por Bomberos de Linares
0 0 votos
Calificación de la noticia
Subscribe
Notificar
0 Comentarios
Últimos
Primeros Más votada
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios