En las bares, en los restaurantes, en las cafeterías de todos los días… son parte indispensable de la experiencia gastronómica y social de un lugar. Un trabajo duro, no siempre bien valorado. Son a la vez maestros de la bandeja, psicólogos de barra y hasta párrocos en el confesionario. Saben cosas que clientes que no revelarían por nada del mundo.
La hostelería copa casi el 7,5% de la fuerza de trabajo nacional, con Andalucía como primera autonomía en la Península, por detrás de las islas y muy cerca de la Comunidad Valenciana. Concretamente, el de los camareros asalariados es el sector que más contratos mueve en verano.
En más de un medio de comunicación hemos podido leer, ver y escuchar que faltan camareros, sobre todo en las zonas turísticas. Linares no es una excepción, aunque con mucho matices que la diferencian de las áreas de mayor demanda de profesionales.
Para empezar, la necesidad de camareros aprieta en la ciudad en determinadas épocas del año que coinciden con las celebraciones más importantes, como la Navidad, la Semana Santa, la Feria de San Agustín, eventos festivos extraordinarios y, por supuesto, los fines de semana que obligan a los hosteleros a contratar a extras. Durante el resto del año, bares y restaurantes se apañan con gente de la casa.
El secretario de la Asociación de Comerciantes e Industriales de Linares (ACIL), Francisco López Cerezuela, asegura a este periódico que la situación en la localidad no llega a los extremos de la costa e insiste en que se trata de un problema puntual. Del mismo modo, aboga por mejorar la cualificación de los profesionales al objeto de ofrecer un buen servicio al cliente. Para él, es importantísima la formación y la creación de escuelas como Life in Envero, donde se imparten cursos en especialidades relacionadas con el sector.
En este punto, hosteleros consultados con este periódico coinciden con el secretario de ACIL y subrayan la necesidad de respetar las condiciones laborales de los camareros, cumpliendo el convenio colectivo del sector. “Lo que no podemos es contratar a un profesional por cuatro horas y que eche doce o trece y, además, sin los descansos que le corresponden por ley”, asegura el propietario de un establecimiento.
Considera que es fundamental cuidar al personal, sobre todo los jóvenes “que suelen llegar buscando un extra y a los que debemos dar formación”. Una idea con la que está de acuerdo otro hostelero consultado por este medio. “Profesionales hay, pero la gente no quiere llevarse todo el día trabajando para no llegar a los mil euros”, añade.