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Rafael Valdivielso

‘Screamadelica’, el grito de una generación

Con esto empezó todo: «Just what is it that you want to do?/We wanna be free/ We wanna be free to do what we wanna do/And we wanna get loaded, We’re gonna have a good time» de Peter Fonda en el film de ‘The Wild Angels’.
El outsider de Peter Fonda vestido de biker con su discurso en la iglesia Baptista en 1966 y que tuvo su efecto mariposa 24 años después en una canción al otro lado del Atlántico. Y transcurridos 30 años más seguimos hablando de ello.

Ese maldito discurso es el principio de todo, antes de que las trompetas se vayan hacia el cielo y de que asalte sobre los coros soul una suerte de ritmo dub. La canción, rebautizada Loaded, es claramente una oda a las drogas. «Había notado que, en los hits house, sumaban siempre sampleos de cosas que sonaban como eslogan. Pensé que este era bastante cool y que impulsaba hacia la fiesta», cuenta el líder de Primal Scream, Bobby Gillespie.

Un nuevo cuaderno de bitácora sonoro definido por la unión de guitarras rockeras y el uso de loops electrónicos acababa de nacer. Así, todas las influencias del góspel, soul, rock y blues de Primal Scream eran procesadas por el increíble talento de Weatherall, pinchadiscos conocido en la noche londinense por crear beats y manipular samples. El resultado fue ‘Loaded’.

Andy Weatherall hizo sonar dos semanas más tarde la versión final de la canción en un club de Londres, el Subterrania. Cuentan las malas lenguas que la mitad de la sala bajo la influencia de drogas (entre ellos Mick Jones de The Clash) lo atacó exigiéndole conocer el título y el nombre de la banda. Como reguero de pólvora, en algunas semanas Primal Scream estaba en la primera plana de los diarios ingleses.

‘Loaded’ fué la piedra fundacional sobre la que gira todo Screamadelica, un álbum en el que la banda cambió completamente su forma de componer, a partir de las nuevas fórmulas y posibilidades que le ofrecía la renuncia a las guitarras y la entrada a los teclados, las cajas de ritmos, los samplers y todo el universo electrónico de la mano del tristemente desaparecido Dj Andy Weatherall.

Es, en ese momento, cuando entra en el juego el productor, y totem de Creatión Records, McGee. Este decidió encerrar a la dupla creativa de Primal Scream y Andy Weatherall nuevamente en el estudio y les hizo jurar a Primal Scream –permanentemente bajo el efecto del extasis desde la salida de ‘Loaded’– que iban a diseñar un programa de trabajo intenso.

Primal Screem.

La banda decidió cortar la semana en dos: del martes al jueves estarían en el estudio, y de viernes al lunes Gillespie y compañía se desaparecerían donde pudieran. «Me impresionó la forma en que lo hicieron», cuenta McGee.

El resultado de ese reencuentro fue el segundo single del disco, ‘Come Together‘, que certificaría el principio del fin de la grieta que aún separaba a la cultura rock del mundo de la música electrónica. Su mezcla de instrumentos acústicos con pistas programadas planteó una nueva relación del rock con la música bailable y fundó la nueva psicodelia de drogas sintéticas de los noventa, a diferencia de la psicodelia del LSD de los sesenta.

Incluso su portada ha entrado en el estatus de lo icono. La cara deforme en la carátula de Screamadelica resultó ser una versión pérfida de la smiley face, símbolo de la escena acid house.

El disco comienza con los aires sureños de ‘Movin on Up’, para pasar a un viaje soul de ‘Damaged’, de ahí al pop electrónico que fagocita en dub en ‘Higher Than the Sun’, la ensoñadora ‘Shine Like Stars’ o las hipnóticas ‘I’m Comin Down‘ e ‘Inner Flight’.

El tránsito con el acid house y la cultura de clubes madchesterianos están presentes en ‘Slip Inside This House’ y una festivalera ‘Don’t Fight It, Feel It’, para poner la guinda con ‘Come Together’ y la susodicha ‘Loaded’, que nos transporta a la Hacienda de principios de los 90.

Como comentaba Gillespie en entrevistas de la época: “Lo del acid house fue similar a la explosión del LSD de los años sesenta. La música era diferente, pero creo que liberó una cantidad similar de energía y creatividad en personas que tal vez no se habían dado cuenta de que tenían eso dentro de ellos. La energía en los clubes fue intensa. Fue como cuando descubrimos el punk y esa energía fue extremadamente seductora. Así que estuvimos despiertos durante días, viviendo lo que dicen las letras de algunas de las canciones. Estar despiertos durante días significaba que estábamos expuestos a muchas escenas geniales y a gente salvaje, extraña y peligrosa. Escenas jodidamente raras con mujeres raras. Pero éramos una banda seria cuando se trataba de grabaciones y conciertos. Puede que fuéramos de fiesta los fines de semana, pero entre semana estábamos en el estudio escribiendo. Está-bamos decididos a demostrarle al mundo de lo que éramos capaces».

Concierto de Primal Screem en la sala La Riviera de Madrid en 2017.

Pero LA PREGUNTA que surge es: ¿fue Screamadelica un mérito de Andy Weatherall más que de Primal Scream? Yo entiendo que sin un buena materia prima no tendríamos un resultado sublime. Por tanto, sin una cosa, no hay otra.

Aunque esta discusión es igual de irrelevante que las de cualquier barra de bar sobre quien es más de derechas, Vox o PP, da igual, … todo tiene su base ideológica en FAES.

Este tercer disco de los Primal se trata de una obra maestra que versa sobre la expectativa, la magia, la sorpresa y la instantánea del momento. Sintetiza dos universos musicales en teoría opuestos: la incomodidad del indie y el delirio del movimiento rave, generando un matrimonio indivisible, y desde ese momento indisoluble y muy canalla.

Ocio y placer unidos para celebrar el auge de la cultura del club y la caída del thatcherismo. Que más se puede pedir, lo que no hizo el punk, lo consiguió el acid.

Screamadelica llegó en 1991 para explicarnos que el rock ya no era el único estilo musical que le tomaba el pulso a la sociedad occidental. La música de baile fue la siguiente revolución, mezclada por las drogas recreativas. «A finales de los 80 y principios de los 90, la energía no estaba ni en el indie ni en el rock, estaba en el acid. Música hecha para gente muy joven que quería pasarlo estupendamente. El éxtasis era muy importante, era la droga para tomar en esos clubes y escuchar esa música», contó Gillespie hace años. «Éramos como exploradores que intentaban ver donde nos llevaba la música. No teníamos nada que perder. Sólo queríamos hacer algo que fuera importante para otras personas tanto como para mí lo habían sido los discos de Sex Pistols, The Clash, The Stooges o The Velvet Underground. Y queríamos redimir el rock & roll porque en aquella época era un con-cepto en baja forma».

The Haçienda, en Manchester.

Screamadelica llevó al house, y creo que al rock, a otra dimensión, al atraer la influencia de géneros del pasado como el soul, góspel, blues y el dub. El resultado fue una obra que se adelantó a su tiempo y definió gran parte de la relación de la cultura rock con la electrónica durante las últimas décadas.

Lo verdaderamente importante es el legado que este álbum dejó para la música de su época: la ruptura de las fronteras entre el rock y la música de baile y en esto los “perros apaleados” que acabábamos las noches en el Pastanache fuimos testigos.

Artistas como The Chemical Brothers, Fatboy Slim, no hubiesen existido y las noches de Ibiza, The Haçienda en Manchester e incluso las del Pastanache en Jaén, o Tomate y su sucesor El Pequeño Saltamontes en Linares, hubieran sido más aburridas.

En resumen, y como concluye Bobby Gillespie. “No sé qué influencia tuvimos en las bandas que aparecieron después nuestro, pero mucha gente nos dijo que Screamadelica los había descomplejizado. Pienso tanto en los hermanos Gallagher que vinieron a vernos a Londres cuando tocamos el álbum entero durante dos no-ches –cada uno vino una noche …(risas)– como en los chicos de Chemical Brothers o de Daft Punk que me confesaron adorar el disco. Estoy orgulloso de esa gran distancia». So far, So close.

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