Miguel Gavilán anda renqueante. No hace mucho se sometió a sendas operaciones de hombro y de rodilla que le han impedido entrenarse con normalidad antes de afrontar un nuevo reto en su vida: ser el hombre más guapo del país. Este linarense de 31 años (1,90 metros de estatura) participa este fin de semana en Salou (Barcelona) en el certamen Míster España RNB en representación de la provincia de Jaén.
De profesión empresario y maquinista de tren, se trata de un anhelo vinculado a su afición por la moda y la estética. No en vano, se pasa muchas horas al día moldeando cabellos masculinos en la peluquería Barbiere 27, en el Paseo de Linarejos, de la que es propietario. La misma donde el presidente de la Junta, Juanma Moreno, se tatuó en la muñeca izquierda (no la derecha) con unos trazos muy finos: A 58, el número histórico de escaños logrado por el PP en Andalucía la noche del 19-J.
Miguel, mitad linarense, mitad estacionero (Linares-Baeza) es un tipo sencillo, cercano y que se ha labrado un futuro a base de hincar codos y de esfuerzo. «Nadie me ha regalado nada», sostiene a este periódico en pleno viaje a tierras catalanas.
Es consciente de que la belleza es efímera y que, con el paso de los años, la valía de una persona se mide por otros aspectos. Por ello, no para de formarse y de emprender. Así, acaba de abrir, en la calle Espronceda, Sorbo, un negocio hostelero llamado a convertirse en el local de moda de la ciudad.
Su existencia es un no parar. Entre sus aficiones están el paracaidismo, el snowboard y el barranquismo, todas con con una dosis de riesgo y adrenalina. Ahora, se enfrenta a otros 54 representantes de distintas provincias por la banda de Míster España. «Me hace mucha ilusión, sobre todo por mi hija de 9 años y por toda la gente que está a mi lado», asegura.
Hace unos días fue recibido por el alcalde de la Estación Linares-Baeza, Melchor Villalba, que le deseó suerte y muchos éxitos, además de agradecerle que lleve el nombre del pueblo por bandera. «Lo queremos mucho», suscribió el regidor.
Por suerte, los convencionales concursos de belleza donde solo se valora el físico, y preferiblemente en bañador, han pasado a la historia. Cada vez más los certámenes están reivindicando otra forma de ser y comportarse que va más allá del simple desfile. Miguel Gavilán considera que es una oportunidad y quiere sacarle el máximo partido.