Vicente Fernández Carrasco se inició taconeando sobre las tablas de las fiestas de su colegio, Colón, y de su barrio, La Paz. Llevaba el duende y el compás en la sangre. Solo quienes conozcan, formen parte o hayan tenido alguna relación con el mundo de la danza y el baile flamenco sabrán de su calidad y de su capacidad como artista.
Abandonó su tierra hecho un chaval para formarse con maestros de la talla de Antonio Mondéjar y Manolo Marín. Su carrera profesional le ha llevado por escenarios de todo el mundo y apenas de ha dejado ver por su Linares natal. Pero el destino ha querido que Vicente Fernández sea el artista invitado del LVI Concurso Nacional de Tarantas, que este año cambia de fechas y se celebra en otoño. En concreto del 30 de septiembre al 22 de octubre.
A Vicente Fernández y a su compañía, que comparte con Rosario Valera, lo podremos disfrutar el 21 de octubre, a partir de las ocho de la tarde, en la final de cantes libres que se celebrará en el Teatro Cervantes. Ese día, su ciudad volverá a ver sobre las tablas a un bailaor excepcional, que abarca tanto lo personal como lo artístico.
Si se mira su carrera podríamos decir que nos hallamos ante la de un corredor de fondo, de alguna forma solitario frente a sus retos, desde los mismos inicios en su Linares natal. Allí comienza una trayectoria que cumplimenta todas las etapas formativas y profesionales por las que un artista de sus características debe pasar.
Debuta como profesional en 1993 con diferentes compañías, como el Ballet Teatro de Rafael Aguilar, con el que realiza varias giras por España, Francia, Holanda, Bélgica, Austria, Suiza, Líbano, Turquía y Alemania, con los espectáculos ‘Carmen’ y ‘Bolero’.
Posteriormente, se traslada a Japón, donde se hace un nombre. Lleva su arte a lugares tan variopintos como Singapur o Taiwan y embruja al público de los teatros de Deutsche Opera de Berlín (Alemania); Opera de Vichy (Francia), Arenas de Biblos (Líbano); Arriaga (Bilbao) o Zoco (Zúrich).
Además de su condición de gran bailaor, Vicente Fernández destaca por su faceta de coreógrafo, como demostró en 2009 cuando presentó en el Teatro Cervantes ‘A canela y clavo’, un espectáculo con el que colgó el cartel de ‘no hay billetes’. Ahora vuelve a casa con la ilusión de un niño con zapatos nuevos.