Las tiendas de barrio constituyen el ADN de las ciudades, vertebran las urbes, son auténticos lugares de encuentro y, en ellas, confluyen varias generaciones de vecinos que comparten sus alegrías, sus penas y, en definitiva, sus vidas. Son una especie en extinción de nuestra cadena consumo.
Todavía cuelgan del techo los globos, hay alguna que otra botella sigue cava abierta y se ven regalos, como la Virgen del Pilar, obsequio de la Guardia Civil. Estos elementos pertenecen a la fiesta de jubilación que celebró, el pasado sábado, Francisco Checa Nájera en Alimentación Checa, el mítico negocio de ultramarinos de la Carretera de Baños, en el barrio Belén, enfrente del cuartel de la Benemérita, que este martes bajará definitivamente la persiana después de 66 años de atención al público.
Lo fundó su padre, Manuel Checa Martínez, y el primo de su madre, Juan Poza Rodríguez, que llegaron desde la vecina Baeza para probar suerte en la pujante Linares de finales de los 50 del siglo pasado. Allí, Paco, como es conocido entre sus clientes, echó los dientes junto con sus hermanos Antonio (ya jubilado) y Andrés (fallecido a los 54 años). Los tres siguieron los pasos de su progenitor y de su pariente y se dedicaron en cuerpo y alma al noble oficio de tendero.
Su madre, Francisca, y la esposa de su primo, Cati, montaron en la misma calle una mercería, mientras Alimentación Checa se extendía por la Estación Linares-Baeza y la Avenida Andrés Segovia. Por lo tanto, la trayectoria profesional de esta saga familiar ha estado vinculada al comercio más tradicional. De todos los negocios abiertos, solo quedaba en pie el establecimiento de la Carretera de Baños, uno de los pocos sitios donde todavía preparan bocadillos al corte.
Lo sabe bien Andrés Gómez, transportista que todos los días hace una parada en el local antes de seguir con el reparto para desayunar un buen bocata de jamón o de salchichón. «De primera calidad», advierte a este periódico.
Manolo y Paquita también son clientes de toda la vida. «Lo vamos a echar mucho de menos. Forman parte de la historia del barrio», dice Paquita. «Este tipo de tiendas son un servicio social para la gente mayor», apostilla Miguel Ángel que ha entrado a por la compra diaria que Paco ya le tiene preparada.
Quizá ese trato directo, sencillo y humano mantienen abiertas muchas de estas tiendas de cercanía, lugares irreductibles en una fauna urbana que no entiende de sentimentalismos. Máquinas del tiempo de despensa infinita. Pioneras, instituciones de barrio, embajadoras de los mejores productos, locales históricos con mucho arte en sus paredes y en el oficio. Estampas de una época en sepia en el actual universo instagrameable.
Francisco y Antonio no son muy dados a la nostalgia, pero reconocen que la mejor baza de Alimentación Checa ha sido ofrecer siempre un servicio cercano, agradable y amable a los clientes, hasta tal punto de que muchas familias en apuros económicos han podido comer gracias a la generosidad de esta pequeña tienda, que comenzó despachando a los mineros que vivían en las casas cercanas.
Los hermanos Checa Nájera tomaron el relevo de su padre en 1996 y, desde entonces, han mantenido viva su memoria, con «momentos buenos y malos como en todos los sitios», pero con la sensación de «deber cumplido».
A partir del miércoles, el barrio Belén se quedará algo más huérfano. Paco dedicará su tiempo a pasear con su mascota, compartir más tiempo con su familia, a viajar, a hacer mandados y a aburrirse cuando toque, como cualquier jubilado que se precie. Atrás queda una historia y un rincón respetado por todos los linarenses.
Fotos: Javier Esturillo