«Linares necesita más altura política»

Por:Javier Esturillo

No teme al cuerpo a cuerpo. Laura Cerezuela Expósito sabe desenvolverse en la disputa, el planteo incómodo o el pensamiento a contramano. Hay también una escucha inteligente y precisa, la posibilidad de trastocar la opinión asentada frente a otro argumento. Después de todo, para eso están las palabras, para un real intercambio de ideas. Claro que las palabras son también la materia prima de su trabajo.

Es, con diferencia, la mejor oradora de la Corporación Municipal. Esa capacidad de contrarrestar al adversario político con un discurso pausado, entendible y cercano al oyente no es flor de un día. Viene de prepararse en profundidad el argumentario. De estar muchas horas recabando datos, para después depurarlos y extraer lo más sobresaliente.

Básicamente, ejercita la comprensión lectora. Es decir, entiende lo que lee, de modo que puede evaluar la veracidad de la información, identificar sesgos y manipulaciones, y tener una visión crítica de los contenidos.

Esta habilidad, que debería ser norma general en la clase política municipal, escasea. Prueba de ello son las intervenciones vacías de contenido y carentes sentido de la mayoría de los ediles del actual mandato. Basta con analizar un pleno del Ayuntamiento para comprobar que un altísimo porcentaje de los representantes del pueblo no entienden ni saben lo que dicen. Por eso se refugian de inmediato en la táctica del «y tú más», tan manida entre los dos grandes partidos del hemiciclo linarense.

Laura Cerezuela ha sabido recomponerse y superarse a sí misma a pesar de la soledad. Las pasadas elecciones municipales se quedó sin compañero/a de bancada y su equipo de trabajo se limita prácticamente a su inseparable Isabel Jiménez, otra mujer con los pies en la tierra.

Nieta de dos históricos del comunismo linarense, Tomás Cerezuela y Maria Cazalilla, llegó al Consistorio en 2021 para sustituir a Carmelo Gragera, un «buen amigo y mejor persona».  

Deportista nata, amante de lo sencillo, comprometida con el servicio público y con su ciudad, ha conversado de tú a tú con El Nuevo Observador sobre la política local y otros asuntos de actualidad.

—¿Cómo se siente?

—Procuro estar siempre bien.

—¿Cómo ve la ciudad?

—Se dice que existe mucho entusiasmo en la gente, que está muy contenta, que todo marcha sensacional, pero la sigo viendo igual que hace un año o un año y medio. Basta con darse una vuelta por el centro para constatar que la realidad es distinta a las expectativas. Seguimos viendo bastante gente mayor, comercio cerrado y muchos carteles de ‘se alquila’, ‘liquidación por cierre’… Ojalá fuera vedad ese impulso que nos venden tanto.

—Por sus palabras, por lo tanto, el equipo de Gobierno vive en una realidad paralela.

—Cuándo pregunto por el número de negocios que se han abierto o se han cerrado en el último año, solo encuentro silencio. Me gustaría saberlo, porque es la manera de tomar el pulso a la ciudad. Obviamente, se han cerrado muchos. Solo hablamos de promesas con vistas al futuro. Realidades que sean tangibles, por el momento, ninguna.

—¿Qué se cree lo que cuentan?

—Por mi manera de ser, soy muy escéptica. No es una cuestión de partidos, sino más bien empresarial. Los empresarios no se casan con nadie. No eligen Linares u otra ciudad porque es maravillosa. Se instalan en aquella que le da las mejores condiciones. Esto significa que las compañías chinas que dicen que se van a implantar pueden, en un momento dado, cambiar de opinión, si les ofrecen en otro lugar más. Los empresarios funcionan así y a los hechos me remito. Ellos arriesgan un capital para ganar, nunca para perder.

—¿Cree que la ciudadanía está al tanto de lo que pasa realmente en el Ayuntamiento?

—El problema no es tanto que sepan o no lo que pasa, sino la desafección que existe de la población a la política. Lo que saben es lo que leen en los medios y en redes sociales. Luego existe un grupo minoritario de ciudadanos que sí muestran interés en conocer lo que pasa en su comunidad.

—Cuándo ve las sesiones plenarias en su casa, ¿qué piensa?

—Que Linares necesita más altura política. Esta ciudad no puede perder más el tiempo en debates estériles, como los que presenciamos en los plenos, donde los discursos se saben con antelación y, en muchas ocasiones, están enfocados a asuntos que nada tienen que ver con el municipio. En otras tantas oportunidades, se utilizan para recordar, una y otra vez, que la ciudad estuvo paralizada once meses, que no se hizo nada, los 20 años del PSOE… Es un bucle infinito al que se aferra el equipo de Gobierno. No salimos de ahí.

Ni siquiera se debate en condiciones cuestiones de ámbito estatal, a pesar de que te prepares la intervención, les mires a los ojos y se lo argumentes. Tu interlocutor de enfrente se encarga de leer el folio que le han preparado para zanjar el tema. La sensación es que van con el discurso aprendido. Linares se merece otra cosa, y no vomitar palabras enlatadas para atacar al contrario.

—A falta de argumentos, observo que el y tú más se ha instalado en el debate político.  

—Todo el tiempo, y pienso que así seguiremos hasta que acabe el mandato.

—¿Cómo se combate ese latiguillo?

—Con datos y sabiendo lo que dices, teniendo la capacidad de rebatir con conocimiento. Me parece tremendo que no se tenga la capacidad de discutir con la información en la mano. No es necesario, por ello, recurrir al y tú más. Por ejemplo, cuando dice el Gobierno de Del Olmo que la ciudad estuvo once meses paralizada miente, porque no solo sacamos adelante unos presupuestos, sino también unos remanentes, mientras que el que estuvo tres años como alcalde (en referencia a Raúl Caro-Accino) fue incapaz de hacerlo.

Voy más lejos, en esos once meses de ‘paralización’ pusimos encima de la mesa las obras de las calles Tetuán y Baños, la eliminación de los aljibes, la reforma del Estadio de Linarejos, las obras del arroyo Periquito Melchor, etcétera, etcétera. Todo tiene fecha y es tan fácil como mirarla y decir la verdad.

Es curioso que insistan por el mismo camino y no se cansen de decir que no hicimos nada en once meses, pero cuando una obra sale mal, es culpa del anterior equipo de Gobierno. Si no hicimos nada, no nos pueden culpar de nada.

Le pongo el ejemplo vial de Periquito Melchor, si va muy bien las obras es cosa de la alcaldesa, si van mal es por culpa de los anteriores. Es curiosa esa doble vara de medir.

—Pues a usted le dieron cera, y de la buena, por la remodelación de la Plaza Colón.

—Quizá porque de nosotros (Izquierda Unida) esperan la perfección, mientras que de ellos si sale algo mal no pasa nada, la culpa es de otros. Nosotros no acudimos a las redes sociales a manipular la verdad. Preferimos ser más pacientes y armarnos de argumentos antes de hablar.

No quiere ni imaginar que hubiera pasado si la polémica del agua de La Andaluza hubiera saltado estando yo de concejal. Tratamos de ser más medidos, pero todo el mundo sabe que mi partido da una respuesta inmediata y, de ahí, que se nos exija tanto.

—¿Cómo vivió esos once meses en el Gobierno municipal?

—Con muchísimo estrés y ansiedad. Teníamos una carga ingente de trabajo por hacer y apenas disponíamos de tiempo. Además, tanto Sheila Carmona como yo, sentíamos el síndrome de la impostada, pues teníamos que demostrar que gobernábamos para toda una ciudad, no solo para los nuestros.

Teníamos que justificar a cada momento que nos daba igual la ideología, que estábamos en el Gobierno para ayudar a los linarenses, a todos, independientemente del barrio o de la asociación. Por eso, me chocaba tanto que algunos colectivos llegaran a las reuniones pensando una cosa de nosotras que, obviamente, no se ajustaba a la realidad. Se había instalado un relato falso. Lo teníamos todo en contra y fue muy complicado.

—¿Se sintieron ignoradas por el PSOE en algún momento?

—Más que ignoradas dolidas, cuando se adjudicaban trabajos que no eran suyos. Jamás en esos once meses mi compañera y yo no pusimos medalla alguna de un área que no fuera nuestra. He tenido que escuchar infinidad de veces a Javier Perales adjudicarse intervenciones que no eran suyas. Y no solo atribuía proyectos de Izquierda Unida, sino de sus propios compañeros. Todo parecía que lo hacía Javier Perales y evidentemente no era así, porque sin un equipo no sacas nada adelante.

—¿La moción de censura mereció la pena?

—En mi opinión, sí, pese a todo los ataques, zancadillas y presiones que soportamos. Nadie nos podrá quitar el trabajo realizado y la ilusión y las ganas con lo que lo hicimos. Recibimos el agradecimiento de los ciudadanos y eso compensa mucho el sufrimiento de aquellos meses.

—¿En qué mejoró Linares en esos once meses?

—Le voy a poner ejemplos. En ese tiempo, Linares tuvo una agenda cultural que no se había visto en mucho tiempo. El Teatro Cervantes estuvo abierto todos los fines de semana con propuestas para todos los públicos. Y la mayoría de las veces con actividades gratuitas. Fue una cultura accesible. Creo que no quedó un espacio público sin iniciativas culturales.

También nos dejamos la piel para poner en marcha las obras del arroyo Periquito Melchor. Supusieron mucha presión desde distintos ámbitos, pero mereció la pena porque acabábamos con un muro natural que divide a varios barrios.

De igual modo, impulsamos intervenciones en las urbanizaciones de San Roque y La Cruz. Esta gente llevaba tres años en el olvido y nos pusimos desde el primer momento a su disposición. Luego hicimos infinidad de cosas en los barrios. Pequeñas obras que pasaron desapercibidas, pero que solucionaron problemas a la gente.

Le sigo diciendo cosas, cambiamos las pérgolas de la Plaza del Ayuntamiento y se arregló la Estación de Madrid. El proyecto del Paseo de la Ermita lo articulamos nosotros, después de que PP y Ciudadanos lo metieran en un cajón, porque decían que no estaba tan mal. Luego decidieron retomarlo y ahora se dan golpes en el pecho cuando ni siquiera está terminado aún.

La Zona de Bajas Emisiones la pusimos en marcha nosotros. No costaba trabajo alguno reconocer nuestra aportación a este importantísimo proyecto, cuando se cortó la cita, porque la alcaldesa se encontró el proyecto prácticamente terminado.

La adecuación de las calles Tetuán y Calatrava tampoco es suya y les dejé el proyecto de las pistas de tenis del Mariano de la Paz. Podría seguir, porque la lista es interminable.

—¿Cuántas horas trabajaba al día?

—Muchas, una media de doce a catorce, y el teléfono estaba activado las 24 horas del día.

—Sin embargo, el 28 de mayo el partido más penalizado por los electores fue el suyo.

—Así es.

—¿Qué falló para que los linarenses rebajaran la confianza en ustedes?

—Intervinieron muchos factores, pero hubo un error político del PSOE que se equivocó de enemigo. Por alguna razón que nunca entenderé, trataron de ocultarnos, aun sabiendo que nos necesitaban si querían gobernar. Subieron en votos, pero no les sirvió de mucho. Creo que lo mejor para ambos hubiera sido defender la gestión que se hizo en equipo, frente a los tres años de ineficacia e ineficiencia de la coalición que formaron Ciudadanos y PP. Hicieron lo contrario y ganaron concejales a costa de Izquierda Unida, para nada. Ahora se ven en la oposición cuando de otra manera podríamos haber continuado, porque la victoria del PP no fue tan amplia como ellos esperaban. De hecho, gobiernan en minoría.

—¿Cilu fue mejor aliado que el PSOE?

—Es cierto que me llevaba muy bien con Javier Bris, con el que tenía una gran sintonía. Llegamos a un acuerdo y nosotros tratamos de cumplir los compromisos, aunque muchos de ellos eran irrealizables en tan poco tiempo. Aun así, la intención era continuarlos si hubiéramos continuado en el Gobierno.

Con Javier Bris es muy fácil hablar y, además, es una persona muy inteligente. Creo que ha sido uno de los concejales mejor preparados de esa Corporación. Nos respetábamos bastante y respetaron más que el PSOE nuestro trabajo. Eran conscientes que su caladero de votos no estaba en nuestra zona.

—Lo de Cilu resulta curioso. Tenía, quizá, el grupo municipal mejor preparado, sabían de política municipal mucho más que otros y, sin embargo, la ciudadanía les dio la espalda en las elecciones. Además, sus tres concejales sufrieron un acoso y derribo en las redes inhumano, que iba más allá de lo político.

—Es cierto que ese acoso y derribo fue brutal, pero realmente lo padecimos todos, de una manera o de otra. A mí no me lanzaron huevos en la puerta de mi casa como ocurrió con Javier Palacios, pero sufrí todo tipo de insultos hasta desear mi muerte. Todo ello por emplear una herramienta completamente democrática como la moción de censura.

—¿Le dolía que se metieran con su aspecto físico o su manera de vestir?

—Más que dolerme, me llamaba la atención. Que me juzgaran por los tatuajes y no por mi capacidad o valía como persona es algo que no se entiende a estas alturas. Me parece absurdo.

—Pasado el tiempo, ¿qué recuerda de aquella vorágine?

—Pues que nada era suficiente, que por más que trabajaras y te dejaras el alma cada día había que hacer más. Lloré muchos días de impotencia. Era una presión autoimpuesta para que todo saliera perfecto. Quizá uno de los grandes errores que cometimos fue hacerle caso al ruido, a las redes sociales, que nos metían mucha presión. No supimos contrarrestar el relato.

Con el tiempo me he dado cuenta de que hay que tomarse las cosas de otra manera, porque llegó un momento que la moción de censura se trató como si fuera un golpe de Estado y eso no era así. Ver manifestaciones, con representantes incluso del Linares en las pancartas, me parecía cuanto menos curioso, porque lo único que hicimos fue ejercer un derecho democrático.

La moción estaba basada en la incompetencia de un alcalde y de un equipo de Gobierno que no hacían nada. Y lo poco que hacían era muy oscuro y opaco. Solo sabían escudarse en la pandemia. Si también lo estaba haciendo Caro-Accino por qué no se sometió a una cuestión de confianza. Hubiera sido lo más lógico, pero prefirió seguir en el poder y trasladar a la opinión pública que estábamos perpetrando poco menos que un acto criminal. Hasta tal punto llegó la locura que este señor no hizo pisar el juzgado sin justificación alguna, como posteriormente se ha demostrado. No podemos olvidar de dónde venimos. Hemos padecido mucho.

—El Centro Comercial Linares Plaza y la implantación de Leroy Merlín es una pesada cruz que llevan a cuestas. Lo que quiero saber es si realmente conocía el proyecto y si este se sustentaba en pilares sólidos.

—Le voy a ser sincera, no teníamos conocimiento de las conversaciones que el entonces alcalde, Javier Perales, tenía como los promotores del Linares Plaza como tampoco de la empresa de las bicicletas. Lo único que sabíamos es que subía a Madrid a hablar con distintos ministerios y regresaba. Tampoco teníamos tiempo material para estar al tanto de lo que hacía el alcalde. Tanto mi compañera como yo, estábamos en veinte mil frentes.

Lo que sí le puedo asegurar es que se movió mucha documentación para tratar de impulsar el Linares Plaza, desbloqueando el tema de los terrenos. Creo que ese trabajo no se hizo por capricho, que realmente existía un proyecto.

—Alguien en este asunto no cuenta la verdad, porque, por un lado, la alcaldesa dice que Leroy Melin quiere venir y, por el otro lado, que ese proyecto se ha bloqueado a propósito para mantenerlo como arma arrojadiza.

—Está claro que lo de Leroy Merlin no es mentira, cuando la propia alcaldesa ha retomado las conversaciones. El problema es que esta empresa no está sola en las ciudades, le acompañan otras marcas. Si quisiera implantarse de manera individual, ya lo hubiera hecho. Imagino, como ocurre en otros lugares, que ellos quieren estar en un parque comercial.

—La veo como a Gary Cooper en la película ‘Solo ante el peligro’.

—Eso es lo que parece de cara al público, pero no lo estoy. Cuento con un grupo de gente muy bueno, entre las que se encuentra Isabel Jiménez. Pero es cierto que no tenemos los equipos de trabajo de otros grupos y, a veces, te siente sola. Además, en mi caso, la responsabilidad de la organización y de los electores recae solamente en mí. Por eso, lo llevo todo bien preparado y estudio tanto los temas. Del igual forma, es cierto que abarcar tanto es una tarea muy complicada. Y claro que echas de menos a un compañero o compañera, tanto en las comisiones como en los plenos.

—¿Ha pensado en algún momento en marcharse?

—No, porque no lo hice cuando me quisieron tirar a un pantano.

—¿Está por dinero en el Ayuntamiento?

—(Risas) No, ni mucho menos. Le puedo asegurar que no está pagado.

—¿Hay concejales que están simplemente por el sueldo?

—Esa respuesta es tan sencilla como enseñar la vida laboral de los 25 concejales. La mía está preparada para mostrarla. De ese modo, la ciudadanía vería de dónde venimos cada uno.

—¿Cuánto cobra?

—1.700 euros brutos. Ese dinero engloba todo mi trabajo de mañana y tarde en el Ayuntamiento, así como el que le dedico más de una noche a prepararme los temas.

—Hábleme de sus compañeros de oposición (PSOE y Vox).

—Realmente no existe oposición en el Ayuntamiento de Linares. Solo tiene que ver los plenos para responderse a sí mismo. Seguimos en la misma línea de hablar de asuntos que realmente no le importan a la vida local. Mi sensación es que no vamos a salir de ese bucle.

—¿Mira al PSOE ahora de otra forma?

—(Silencio durante unos segundos) Echo en falta más diálogo. Pienso que si este existiera, la oposición iría de otra manera.

—¿Los socialistas les mira por encima del hombro?

—A mí no, ni creo que el PSOE esté para mirar por encima del hombro a nadie de la izquierda. Nos respetan porque, aunque yo esté sola en el salón de plenos, hay mucha gente detrás con mucha calidad política.

—¿Cómo está de salud Izquierda Unida?

—Perfecta, exceptuando el grave problema que muchos de nuestros militantes se han tenido que ir a trabajar fuera, como le ocurre a una buena parte de la población de Linares.

—¿Quién manda en su organización?

—El militante.

—La división con Podemos les ha restado muchos votos. ¿Existe algún tipo de relación con esta formación?

—Inexistente. Ni buena ni mala, es que no existe. Es cierto que la división no beneficia a nadie.

—¿Qué significa ser comunista en 2024?

—Ese es el matiz, en 2024. Los tiempos cambian y te adaptas a ellos, pero la esencia sigue siendo la misma: defender el Estado de derecho y el Estado del bienestar. Asimismo, entender que existen problemas básicos que requieren del esfuerzo común, como la sanidad y la enseñanza pública de calidad, un sistema de pensiones digno, la ley de la dependencia, el medio ambiente…

Sigue existiendo la lucha de clases frente al capital, pero lo que buscamos ahora es la dignificación de los sueldos de los trabajadores, que estos no se vean obligados a supeditar su empleo a la vida familiar. Que nadie olvide que los empresarios ganan dinero por el trabajo de sus empleados, por la mano de obra. Sin los trabajadores, difícilmente existiría una empresa.

También es cierto que algunos medios de comunicación han instalado el relato de que el comunismo es lo peor de lo peor y eso no es así. Lo que no es de recibo es el problema de la vivienda, de la privatización de la salud, de la educación y de otros muchos servicios. Nosotros hablamos claro y quizá eso es lo que molesta.

—¿Qué opina de Pedro Sánchez?

—Me recuerda al profesor de ‘La casa de papel’ -interpretado por Álvaro Morte-. Tengo la sensación de que todo lo tiene bien medido y planeado. Creo que es un político muy inteligente.

—¿Qué me dice de Sumar?

—En determinados aspectos, me ha decepcionado mucho. Somos críticos con algunas cosas que hacen y que no entendemos. Sumar debería ser más contundente, por ejemplo, con lo que está pasando en Gaza.

—¿Es más idealista o revolucionaria?

—Me considero más revolucionaria y pienso que la revolución empieza por uno mismo.

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