Es uno de los sectores de población más castigados por la pandemia. No solo desde el punto de vista de salud, sino también económico. Así, mientras que lo que perciben se va reduciendo, los precios de los bienes de primera necesidad suben y sus pensiones siguen prácticamente congeladas.
La llama se encendió en Euskadi y recorrió como la pólvora el resto del Estado. En el Sur, el movimiento de pensionistas se hizo visible rápidamente en muchos pueblos y ciudades de Andalucía, como Linares, donde comenzaron a concentrarse cada lunes en la Plaza de la Constitución.
Allí, con sol, lluvia o frío se han ido reuniendo con aire combativo para defender el sistema público de pensiones. Organizados como plataforma, solo el confinamiento y los días más duros de pandemia han impedido verlos por el Paseo de Linarejos.
El propio pasado de lucha sindical y política que llevan sobre sus espaldas muchos y muchas de los presentes, han hecho que no desfallezcan en ningún momento.
Los hemos visto en los plenos, a las puertas de las sucursales bancarias, defendiendo el ferrocarril o exigiendo la reapertura del edificio de la Residencia Mixta de Mayores, más conocida como Geriátrico, pero también en las calles de Jaén, de Sevilla o de Madrid. En muchas ocasiones, solos, sin la complicidad del resto de la sociedad. Les ha importado poco.
Los suyos son unos lunes al sol surgidos de un sentimiento colectivo de hartazgo y enfado por la progresiva pérdida de poder adquisitivo de las pensiones, principalmente las más bajas, y por la convicción de que sobre los pensionistas ha recaído gran parte del peso de la crisis, porque los ha convertido en sostén familiar o servicios sociales alternativos –cuidado de niños, enfermos y mayores–.
Durante esto cuatro años, su grito de batalla ha sido el mismo: ‘Gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden». Se les reconoce rápidamente por su chaleco amarillo y el pañuelo azul que lucen en el cuello.
Desde que este movimiento surgió en todo el país, han reclamado, entre otras cosas, la actualización de las pensiones con respecto al IPC real, pero, sobre todo, blindar el sistema público de jubilaciones para generaciones futuras. «Nosotros ya lo tenemos solucionado, pero vosotros lo tenéis muy crudo”, se ha escuchado en más de una ocasión en el Paseo de Linarejos.
