Francisco Javier Palacios Fernández es, básicamente, el concejal de Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Linares. pero también tiene responsabilidad en materia de Comercio y Emprendimiento, entre otras carteras.
Farmacéutico de profesión, es padre de un niño y una niña, a los que adora y a los que trata de dedicar el poco tiempo libre que tiene. Es sincero y muy cercano en el trato.
En definitiva, Javier Palacios es una buena persona, al que la política le ha hecho pasar uno de los peores tragos de su vida. Sin embargo, no guarda rencor ni suelta una mala palabra contra aquellos que asaltaron su casa a huevazo limpio.
No oculta sus errores ni trata de ocultarlos. Reconoce que, en estos meses de Gobierno, se han cometido fallos, pero insiste en que el Ayuntamiento necesitaba un golpe de mano para evitar su parálisis definitiva.
Ejerce una amabilidad no estudiada, espontánea. Es fácil conversar con alguien que se comporta más como anfitrión que como entrevistado. Hombre de costumbres sencillas, apasionado de la Semana Santa linarense, su farmacia en la calle Miguel de Unamuno, a unos pasos de la Carretera de Pozo Ancho, da empleo a una decena de personas. Tiene vocación de servidor público y se siente orgulloso de pertenecer a la Corporación de su ciudad natal.
Cuando finalizamos la entrevista, lo que queda en el ambiente es la esperanza por un «futuro mejor» para Linares en un ambiente áspero y lleno de turbulencias.
—¿Cómo lleva el año?
—Pues de la mejor forma posible, con unos presupuestos para Linares. Una circunstancia que no se daba desde hace bastantes años. Creo que es una sensacional noticia para la ciudad y para los linarenses.
—¿Se pueden hacer unos presupuestos en cinco días?
—Es posible si la casa está en orden.
—¿No cree que aquella afirmación del alcalde fue demasiado atrevida?
—Lo único que pretendía el alcalde con aquella afirmación era que Linares tuviera unos presupuestos lo antes posible. El problema es que, cuando llegamos al Ayuntamiento, nos dimos cuenta de que era inviable completamente, porque cargar más de 30.000 operaciones a un nuevo presupuesto era una locura.
Por ello, cambiamos el plan y sacamos adelante un gran proyecto de remanentes que dotó a la ciudad de casi seis millones de euros para poder acometer un buen número de inversiones, como podemos ver en nuestras calles y barrios. Ha sido, incluso, más productivo que unos presupuestos.
—Por lo que veo, la casa no estaba en orden cuando llegaron.
—Obviamente, no. Me encontré un área con una larga lista de proveedores sin cobrar desde enero de 2021. Igualmente, había bastantes departamentos bloqueados por falta de personal, como ocurría en Educación. Sin olvidar que teníamos encima de la mesa un presupuesto que no estaba adaptado a la nueva realidad postpandemia.
En resumidas cuentas, nos encontramos un Ayuntamiento que sufría una parálisis total. Baste decir que los fondos europeos de la estrategia Edusi estaban sin tocar, prácticamente abandonada, con proyectos tan importantes como el desarrollo de la reforma del arroyo Periquito Melchor, una demanda histórica de los vecinos de La Zarzuela, Belén, San José…
Es incomprensible que se reciban 12 millones de euros y no se ejecute ni un céntimo. Lo único que se hizo fue cambiar el césped del Estadio de Linarejos por 500.000 euros. Estábamos corriendo el riesgo de perderlo todo por la poca seriedad con la que se trabajó.
Luego están otros fondos europeos, los Netx Generation, con los que plantearon una Zona de Baja Emisiones en el casco antiguo, cuando todos sabemos que allí no existe un problema real de tráfico. El problema está en el centro de la ciudad, al que ya se dotó de un plan de movilidad en 2015, en el que ya se advertía que había que reducir el tránsito de vehículos y ganar espacio para los peatones. Y, precisamente, la Zona de Bajas Emisiones nos permitirá acometer ese plan.
—Desde que se presenta la moción de censura, en febrero, hasta que se celebra el pleno, en julio, pasaron muchas cosas. ¿Cree que el anterior equipo de Gobierno bloqueó el Ayuntamiento a propósito?
—Creo que no llegaron a tanto, simplemente fueron los meses en los que demostraron su nula capacidad de gestión y salieron a flote todas sus deficiencias. Esa parálisis no viene de un día, sino de muchos meses atrás, porque no se gestionaba.
Cada uno de ellos estaba pensando en otras cosas, más que en gobernar la ciudad. A los hechos me remito, sin ejecutar inversiones, ni presupuestos, ni fondos europeos, ni infraestructuras qué gestionaban. No se hizo nada en tres años en los accesos a la ciudad, en pavimentación y en otras muchas materias.
—Usted sufrió un acoso y derribo constante durante esos meses entre la presentación de la moción y el cambio de Gobierno. ¿Cómo los vivió?
—Utilizaron todo lo que tenían a su alcance para derribar la moción, sin importarles el daño que podían causar a nivel político y personal. No quisieron dialogar, aún sabiendo que estaban en minoría y que lo mejor era llegar a acuerdos. No tuvieron compasión alguna por mantenerse en el poder.
Atentaron no solo contra mi persona, sino principalmente contra mi profesión. Le faltaron el respeto al sector sanitario que se había dejado la piel durante la pandemia para ayudar a la ciudadanía. Fue un acoso insoportable.
—¿Llegó a sentir miedo?
—Miedo, no, pero si mucha decepción, porque sobrepasaron las líneas de la política de un Estado de derecho con una democracia más que consolidada. Lo que se vivió esos meses fue inaudito. No entendieron que las normas democráticas ya están escritas y que esas reglas están para cumplirse.
Sentí pena por mi familia, porque lo pasaron realmente mal. Mis hijos tuvieron que ver cómo una mañana la fachada amanecía llena de huevos y con carteles. Creo que eso no es bueno para nadie, y menos para unos menores.
—¿A qué se debió tanta hostilidad?
—Los políticos somos los primeros que debemos ser responsables, porque nuestras palabras y nuestros hechos pueden alterar a las personas que nos siguen. La mayoría de la población se portó de manera correcta durante esos meses y estaba en su pleno derecho de protestar o mostrar su rechazo a la decisión que tomamos. Lo expresaron de manera pacífica. No tanto aquellos a los que se incitaba desde redes sociales por determinados políticos. Eso no forma parte del juego democrático, ni ayuda a que una ciudad prospere. Buscaron más el bien personal que el colectivo.
—¿Hay alguien que le haya retirado el saludo?
—No. Es más, no le guardo rencor a nadie, ni a los que me denunciaron por el tema de las mascarillas. Es cierto que hay concejales con los que te llevas mejor y con otros peor. Al final, el tiempo ha puesto a cada uno en su lugar. El que se va a dormir con la conciencia tranquila, no tiene nada que temer. Lo que si creo es que en esta ciudad hay gente que se ha equivocado y mucho.
—¿Ser de izquierdas o pensar diferente, es un problema, hoy, en Linares?
—Para nada. Linares ha votado históricamente, de manera mayoritaria, a la izquierda, independientemente de nuestras creencias, orígenes o profesiones. Pero es innegable que existe un sector que vota a la derecha y, de hecho, han estado dos periodos corporativos. Eso sí, muy diferentes entre ellos. Lo más importante es que esta ciudad ha sabido entender el juego democrático y ha aceptado la alternancia en el poder, cuando ha llegado el caso.
—El Partido Popular se ve caballo ganador. La sensación es que nadie cuenta que el PSOE vuelva a ganar las elecciones municipales.
—Eso lo dice usted. Yo tengo muy buenas sensaciones de cara a las municipales. Hace cuatro años, tampoco daba nadie un duro por nosotros y fuimos la fuerza más votada. Y, hace unos meses, en las autonómicas, en el peor escenario posible, con todo en nuestra contra, rozamos los seis mil votos.
Creo que el PSOE está fuerte, al igual que el equipo de Gobierno, trabajando y muy cercano a la calle. Nuestra mentalidad es ganadora y vamos a salir a por todas.
—Hablemos de sus áreas y de un asunto en concreto: el Parque Empresarial Santana. ¿En qué punto está?
—En estos momentos tenemos abiertas dos líneas de trabajo. Por un lado, estamos esforzándonos al máximo para cumplir el objetivo básico: llenarlo de empresas. Sin dejar a un lado las empresas que ya están allí instaladas, a las que hay que atender como se merecen. Así, se lo transmití a la Agencia IDEA.
Y, por el otro, tenemos que darle forma a ese decreto de cesión de la Junta de Andalucía que, de momento, no está siendo productivo. La pregunta es si Linares puede gestionar y hacerse cargo de ese parque empresarial. Ahora mismo, no, pero se puede hacer. En estos instantes, solo somos unos meros tramitadores de lo que necesita la Junta.
—¿Se han dicho demasiadas medias verdades sobre el parque?
—Hombre -dice sorprendido- mi antecesora en el cargo se jactaba de que su gran éxito había sido la cesión del parque. En las condiciones del actual decreto, yo no sacaría tanto pecho, ni diría que es un gran proyecto para Linares.
—¿Qué ocurre con la nueva ordenanza de hostelería?
—El objetivo es alcanzar el mayor consenso posible entre el sector y los vecinos, independientemente del interlocutor que se siente en la mesa a hablar con nosotros. Hemos demostrado nuestro firme compromiso con el comercio y con la hostelería, como se ha podido comprobar desde que llegamos al Gobierno.
—¿Qué hay de cierto en la posibilidad de que El Corte Inglés reabra sus puertas?
—Es una empresa privada que tiene su propia estrategia para el centro de Linares y otros muchos del resto del país. Nuestro deseo, como es obvio, es que vuelvan cuanto antes a la ciudad, porque marcharse de aquí fue, desde mi punto de vista un error e hizo mucho a Linares. El Ayuntamiento pondrá todo lo que tiene para que El Corte Inglés vuelva a funcionar
Bien es cierto que lo que anunció el presidente de la Junta hace un año no fue más que humo, como también lo ha sido el Puerto Seco, ya que todas las inversiones se están yendo a Antequera.
—¿Leroy Merlin vendrá sola?
—Vendrá de la mano de otras marcas, porque se ubicará en un centro comercial. Por lo tanto, será una oportunidad de empleo para la ciudad y toda la comarca. Y ya es una realidad.
—Porque es más fácil vender humo. Y en Linares se ha vendido mucho humo con anterioridad. Lo que ocurre que no lo hemos anunciado antes hasta que nos han certificado su implantación, a pesar de que llevamos meses en negociones.
—Además de concejal, es farmacéutico y empresario. ¿Cómo compatibiliza ambas responsabilidades?
—Pues robándole horas al reloj. Son doce horas de trabajo diarias que trato de llevar de la mejor manera posible, intentando sacar tiempo los fines de semana para la familia, que es un soporte muy importante en mi vida.
—¿Es consciente de que está expuesto a la crítica?
—Como servidor público, lo sé perfectamente. Cuando te metes en política, sabes lo que hay. Las críticas, por otro lado, no siempre son malas. Te ayudan a aprender. Debemos de acostumbrarnos a ellas y escucharlas. Hay algunas en las que se tiene razón y otras que se caen por su propio peso. A estas últimas, no hay que prestarles demasiado caso, porque no tienen sentido.
—Permítame que le diga que los plenos son decepcionantes.
—Quien me conoce sabe que soy una persona moderada y abierta, ante todo, al diálogo. Por eso no me gusta nada el tono hostil que trasladamos a la ciudadanía. Por desgracia, no solo ocurre en Linares. Desde hace un tiempo, se ha introducido el ruido en la política. La pena es que se produzca a nivel local y de manera tan desmedida.
El alcalde ha pedido en privado y en público que se rebaje la tensión, por responsabilidad a los vecinos. Entre todos debemos colaborar, porque no solucionamos nada con ese espectáculo de pelea de gallos.
—Lo único claro es que este mandato pasará a la historia., por la cantidad de cambios que se han producido, en una ciudad que necesita más política y menos enfrentamiento.
—Lo que necesita es estabilidad en materia política y de políticos. Necesitamos gente con verdadera vocación de servicio público y colectivo. El problema es que algunos piensan más en ellos que en los linarenses, y a los hechos me remito. Habría mucho que reflexionar sobre este asunto.