Francisco José García Jódar llamó a la puerta del Seminario Diocesano de Jaén hace unos meses. No es un paso ni mucho menos fácil, ni una decisión que se tome a la ligera, sobre todo cuando eres un joven de 24 años, con un doble grado en Historia e Historia del Arte, con máster incluido, y toda una vida por delante.
Por eso, en su caso, ha sido «algo muy progresivo y poniéndome siempre en manos de Dios», quien despertó en él la vocación de convertirse en cura durante un encuentro de verano de la asociación Hakuna en Guadalajara. Allí, en una adoración eucarística, empezó comprender que el Señor le pedía algo que salía de la razón y le sobrepasaba.
Al principio, Francisco José «no entendía muy bien que era», pero contó con el apoyo del sacerdote de la convivencia y los testimonios de seminaristas que participaban en ella para «empezar a ver el camino que el Señor me estaba poniendo», relata a El Nuevo Observador. «Es cierto que, ahora, me doy cuenta que durante toda mi vida la pregunta de ‘¿para quién soy?’ ha estado ahí, si bien no fue hasta este año pasado cuando apareció de lleno en mi vida», añade.

Este linarense, criado en el barrio de Santa Bárbara, reconoce que «no es muy normal que un joven entregue su vida a Cristo y a la Iglesia» en los tiempos que corren. Dicho lo cual, no cree que esté haciendo algo excepcional, porque, en su opinión, «el Señor sigue llamando, pero hace falta ser valiente, fiel y querer comprometerse». De este modo -afirma-, «nunca faltarán obreros para su mies».
Desde que asumió la responsabilidad de ingresar en el seminario, se ha sentido acompañado y arropado por sus padres, Francisco y María José, por el párroco de Santa Bárbara, Jesús Díez, y por sus hermanos del Resucitado, cofradía a la que pertenece desde que tenía dos años.
Precisamente, ese entorno cofrade ha sido fundamental para que crezca en Francisco José la semilla del Señor. «Es aquí donde he crecido en la fe y en mi amor a Dios», subraya.
El hecho de participar como acólito en las eucaristías de hermandad e ir al lado de Nuestra Señora del Amor Hermoso en las procesiones, le han permitido conocer la liturgia y acercarse más si cabe a María, un ejemplo de «entrega total» a Cristo que reafirma su idea de ejercer el sacerdocio.

También le ha ayudado el itinerario de clarificación vocacional que se ofrece desde el seminario (denominado proyecto 4K) y el contacto con los que hoy son sus compañeros de comunidad. «Gracias a ello, ha podido ir descubriendo lo que el Señor me iba pidiendo en todo momento», sostiene.
En un época en la que mueren más curas de los que se ordenan, y los que ejercen el ministerio tienen una edad media de 65 años, Francisco José es un soplo de esperanza y aire fresco para el resto de católicos. Se aleja del pesimismo y confía en una Iglesia dispuesta a salir a la calle para evangelizar donde sea menester y, en todo momento, en misión a los que más lo necesitan. «Como dijo el Papa Francisco: una iglesia abierta a todos», recuerda.
Sobre sus aspiraciones una vez tome los hábitos, responde: «Todavía quedan siete años, si Dios quiere, para que eso ocurra. La verdad es que no tengo ninguna aspiración, solo entregarme donde, cuando y con quien me necesite», remata.
Fotos: Cedidas
Mucha suerte, siempre es bonito poder hacer lo que a uno le gusta y por lo que siente vocación.