La resiliencia no es solo sinónimo de supervivencia, sino de aprovechar la disrupción como oportunidad para crecer y evolucionar. No hay empresa ni responsable político que no quiera ser resiliente y salir reforzado en cualquier situación, pero ¿cómo convertirse en una espacio verdaderamente resiliente? La experiencia permite identificar ese término con Santana y Linares.
No hace mucho tiempo, tanto una como otra, copaban las portadas de los medios por cosas negativas. Ahora, el cielo se ha abierto para dar una nueva oportunidad a una marca señera y a un municipio que quiere recuperar su distintivo de industrial.
Este miércoles, los operarios daban los últimos retoques a la representación gráfica de la resiliencia. La torreta que anuncia la entrada a la antigua factoría automovilística luce con orgullo el nombre de Santana y de su flamante denominación de Parque Científico Tecnológico del Transporte.
«Me da mucha alegría ver tanto movimiento en la fábrica. He recuperado la ilusión. Esperemos que dé mucho empleo a la juventud», dice María, vecina del barrio de Santa Ana que camina con paso firme hacia el Paseo de Linarejos para encontrarse con unas amigas.
Extinción
Hace siete años, el Consejo de Gobierno de la Junta, gobernada entonces por el PSOE, autorizaba a la Sociedad para la Promoción y Reconversión Económica de Andalucía, SA (Soprea) la extinción por liquidación de la empresa Santana Motor, SAU. La decisión se adoptaba después de que la junta general extraordinaria de accionistas de la empresa automovilística de Linares aprobara, en 2011, el proceso de disolución de la compañía y la apertura del periodo de liquidación.
Este proceso ponía fin a 62 años de existencia de un símbolo que ha marcado la vida de los linarenses hasta tal punto de que su cierre significó la caída en barrena de uno de los núcleos industriales más importantes de la provincia. Y se liquidaba sin que se hubiera cumplido ni uno solo de los compromisos del Plan Linares Futuro, suscrito por el Gobierno autonómico con el objetivo de regenerar el tejido económico y productivo de la ciudad minera, salvo en el plano socio laboral con prejubilaciones y acciones formativas para extrabajadores.
Crisis, falsas expectativas y recuperación
La historia de Santana ha estado jalonada por sucesivas crisis, pero fue la del 94 la que dejó a la empresa herida de muerte. Fueron 100 días de lucha, de manifestaciones, de cortes de tráfico en carreteras nacionales y vías férreas, de marchas hasta Madrid y Sevilla, de correr para evitar cargas policiales en una constante lucha callejera en la ciudad sitiada por los antidisturbios. En peligro había 2.400 empleos directos y cientos (quizá miles) de empleos indirectos.
Linares se convirtió en todo un ejemplo de «lucha obrera», poco conocida en Andalucía, una región eminentemente agraria y con escaso tejido industrial. Manifestaciones con más de 80.000 personas en la calle, en una ciudad que no alcanzaba los 60.000 habitantes.
La suspensión de pagos no se levantaría hasta el 14 de diciembre de 1994, sin que cesase ni un momento la presión social y política. Suzuki siguió haciendo sus coches en Linares. El coste que asumieron los trabajadores fue de 543 prejubilaciones y de 357 bajas incentivadas. Se había ganado la batalla. Faltaba ganar la guerra. Se redactó, entonces, un Plan de Viabilidad que entró en vigor en 1998, aunque nunca se realizaron las inversiones ni los proyectos que contemplaba.
En 1999 la empresa fabricó más de 36.000 vehículos Suzuki y su balance de cuentas rozó los beneficios. Se había creado una bolsa de trabajo y entraron los primeros eventuales a la fábrica. Con ellos las mujeres pisaron por primera vez la cadena de montaje de la empresa. Santana seguía en la brecha y todo parecía que había vuelto a la normalidad. Fue un espejismo. Con la llegada de la nueva década, la fábrica comenzó su lenta agonía hasta su extinción sin que se cumpliera ni uno de los compromisos adquiridos en el Plan Linares Futuro.
Tras mucho tiempo de especular sobre su futuro, parece que Santana no ha escrito su última palabra y que un horizonte de esperanza y de confianza se abre en las antiguas instalaciones de la metalúrgica, con la implantación de multinacionales chinas vinculadas a la automoción, empresas tecnológicas y compañías relacionadas con el sector de la defensa, a las que se suman otras de ciberseguridad y el Centro Tecnológico Metalmecánico y del Transporte (Cetemet).

En pintura si vamos a gastar….trabajo ya…