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Juan Abad Beltrán

Otras formas de amor

Antes de que se me acuse de hacer un canto al alcohol, a través de la estrella más rutilante de su universo, llamo a declarar a la Ciencia, que la defiende como fuente de salud.

Según la OMS, para reducir riesgos cardiovasculares, la población debería consumir menos Sodio y más Potasio. ¿Y qué elixir, qué pócima mágica, qué ambrosía, qué néctar, qué maná, qué caviar líquido de la naturaleza tiene esa característica?: LA CERVEZA.

Pero necesita un esencial aliado: el Frío; ese frío intenso que se acerca a la gelidez, al helor, al punto glacial, ese que se queda justo al borde del abismo de la congelación pero sin precipitarse hacia ella. Porque se trata de engañar al esófago, hacerle creer que cada vez que una birra lo atraviesa, está amaneciendo en el Almorchón, un día de enero.

Sin él es Superman expuesto a la Kriptonita, es Sansón sin cabello, es la Cenicienta a las 00:01 horas. Sin ti no soy nada…

Es un amor trágico; tan delicada, en su burbuja, en su palacio frigorífico; sólo sale para ser seducida y acaba siendo devorada, pobrecilla. Al contrario que a la gente, que la quieres por ser caliente, a ella la amas por su frialdad, cada noche mi vida es para ti narararará, eh, eh, eh

Ami me costó llegar a quererla; era un adolescente, que sobre todo hace cosas por imitación a la gente a la que se quiere parecer e incluirse en ese grupo humano; que quizás no se dé cuenta de que a veces quiere estar solo al tiempo de estar con ellos. A lo mejor es un niño que tiene miedo y que podrá ser un hombre atemorizado. Los bebedores de cerveza entendemos estas cosas.

Hace unos años, Heineken, dueña de la marca, anunciaba el adiós a la mítica rubia, rebelde contra los cánones de estilización. El diseño de aquella botella panzona marca “El Alcázar” quizás era una metáfora del aumento de talla que podemos experimentar en esa zona corporal alrededor de donde nos miramos el ombligo cuando nos dejamos seducir, demasiado a menudo, por el encanto de la hija de la cebada.

La noticia fue triste porque las historias de vida se construyen también a través de los objetos; esas botellas las bebía mi padre y ahora yo mantenía ese vínculo a partir de las simples cosas.

Y es que hay objetos que abandonan su condición de tales y se acercan a la dignidad del sujeto. Aquel “Quinto” nos llenaba de vida cada vez que él se quedaba vacío.

“Botellín”, te echaremos de menos, aunque tendrás siempre reservado un rinconcito en nuestra Caja del recuerdo, allí, en el fondo del bar…

“Alcázar”, te vas, pero nada desaparece del todo mientras mantengamos el sabor de la memoria. Te llevarás un poquito de nosotros y lo esparcirás en el tiempo.

Siempre juego a pensar, cuando releo ese hermoso poema de amor infinito de Neruda, de los 20 y una canción desesperada, que Pablo, a quien pido perdón, no se refiere a ella, sino a ELLA, la botella:
(leedlo así)
«Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis manos.
La besé tantas veces en el BAR infinito.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Hay una ESTRELLA en la BARRA, pero ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo»

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