Sabino Ramiro

Un alto coste

No es un tópico ni el argumento de una comedia de Woody Allen o de una canción descarnada de Radiohead. El amor no correspondido puede ser un potente corrosivo para el alma de una persona. No tiene vinculación alguna con la idealización o con el roce, sino con la intensidad con la que uno expone sus sentimientos.

Charles Bukowski fue el ejemplo perfecto del hombre común, con una vida inestable. Recurro a él, paradójicamente, para mantenerme sobrio. Entre su larga lista de citas, frases y sentencias, me quedo con aquella que dice: «Tienes que morir unas cuantas veces antes de que realmente puedas vivir». Quizá me toca morir para vivir, para volver a apreciar el sentido del camino.

Alejarte de quién altera el espíritu cada vez que aparece por un rincón superficial del ordenador o en el desfiladero de los pensamientos, es terapéutico, sanador hasta que vuelve a manifestarse, aún sabiendo que produce desasosiego.

No hay malentendidos una vez que ensanchas el corazón y lo muestras a pecho descubierto. El trago amargo que produce profundiza en el vértigo y también en el dolor.

Lo único que genera es ansiedad, desconfianza y hasta dosis de odio. No existe amistad, ni nada que se le parezca entre el que ama y el que rechaza.

La relación yoyó entre dos personas con intereses contrapuestos es inviable. No merece la pena sufrir por quien no se lo merece. Soltar lastre es la única senda que he de pisar.