Mientras suena bajito Marvin Gaye, vuelvo una y otra vez a la introducción de «Maestras del engaño». Tori Telfer nos habla de la simpatía con la que se ve a las timadoras y su capacidad de «encantar» al que tengan delante, ya sea por su mirada cautivadora, por sus historias increíbles o por sus trucos imposibles.
Para la autora, el secreto está en eso, en la capacidad de encantar, así todo termina pronto. Ellas, en este caso, las estafadoras se harán con tus coches, tu dinero y hasta con tu dignidad. Aun así, se los perdonamos. Nos despiertan la curiosidad y hasta nos hacen gracia. Telfer incluso sugiere que a cualquier persona le gustaría tener ese carácter que permite saltar barreras y clases sociales para conseguir objetivos.
Una estafa o engaño tiene mucho de puesta en escena, de emoción y de pasar por encima de cualquiera para lograr su fin. Un circo, una obra de teatro magistral. Y, precisamente, esto es lo que hemos visto en el Congreso de los Diputados con la votación de la Reforma Laboral.
Por primera vez en la historia, sindicatos y patronal se ponen de acuerdo. Este argumento debería servir para que todos los partidos lo apoyasen, pero no, mejor seguir en guerra. Y, en cualquier guerra, hay ganadores y perdedores. En este caso, perdió la derecha. Un diputado del Partido Popular se equivocó al votar y justo su voto proporcionó el sí necesario para que la propuesta del Gobierno saliese adelante. Una lástima para ellos, claro. El problema es que no supieron perder.
Pronto, PP y Vox alzaron su voz para hablar tongo, cacicada y pucherazo, casi nada. Hablan de ir a los juzgados, queriendo convertir lo blanco en negro, como el mejor de los timadores. Es muy grave.
Tendrán que demostrarlo porque hablamos del Congreso, de nuestros representantes y, una vez más, digo que hay cosas con las que no se puede jugar. No se debe confundir a la ciudadanía y tratar de convencerles que los «demonios» del PSOE y Podemos han secuestrado la democracia. Es muy serio.
Mientras, habría que estudiar también lo que ha pasado con los díscolos de UPN. Se han saltado la disciplina de partido y su rebeldía casi da al traste con un acuerdo histórico y que defiende al trabajador por encima de todo lo demás.
El espectáculo está servido y la polémica, también. ¿Conseguirán urdir un plan magistral que le dé la vuelta a la tortilla? No sé si lo conseguirán, pero desde luego que sus mensajes calan y hacen daño. Nos lanzan un mensaje falso a sabiendas, tratan de cambiar la realidad para que sea la que ellos quieren, nos dibujan un Congreso manipulador y controlador. ¿Conseguirán encantarnos con su discurso como los buenos timadores? Ya veremos. En mi caso, prefiero seguir leyendo mi libro y disfrutar de las historias apasionadas, locas, divertidas y reales, pero no tan deshonestas y ridículas como lo visto en el Congreso. Ahí lo llevan.